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Máximo Kinast Avilés

EL ORDEN ESTABLECIDO Y LOS IMPRESIONISTAS

Escribe Luis Casado – 07/09/2010

Pasa que estoy leyendo una biografía de Paul Durand-Ruel y cada tres páginas aparece una revolución. Paul  Durand-Ruel era más bien monarquista y “culo bendito”, expresión esta última que designa en Francia a los pechoños. ¿Entonces? Entonces que su vida transcurrió entre cuadros y revoluciones. Su padre vivió la de 1830, y Paul la de 1848 para no hablar de la Comuna de París en 1871. Y había que cerrar el boliche porque las barricadas, los tiros y las peleas destrozaban todo. El boliche era una galería paternal. Los Durand-Ruel fueron  mercaderes de pinturas, ¡de cuadros coño!, “marchands de tableaux”, designación demasiado despectiva para la nobleza del oficio pero visto que allí todavía tienen el hábito de llamar las cosas por su nombre no sirve de nada llamarles de otro modo.

El joven Paul, -cuya habitación estuvo siempre saturada de cuadros no vendidos, invendibles, olvidados, dejados en parte de pago o comprados para evitar la hambruna de algún pintor en ciernes-, admiró la generación llamada de 1830: Delacroix, Géricault, Daumier y compañía. La exposición universal de 1855, que expuso decenas de obras de Delacroix, le confirmó su preferencia por un pintor cuyas telas son como los vitraux. No reciben la luz: la proyectan. Conservador en lo político, revolucionario en el arte, Paul Durand-Ruel no quería vender lo que los burgueses con plata querían comprar sino lo que a él mismo le gustaba. Renoir,  que en esa época era un ilustre desconocido, se maravillaba de un tipo que “no tenía veinticinco años y defendía a Delacroix contra los gustos del Emperador que prefería los Winterhalter”. ¿Los Winter qué? De modo que cuando aparecieron los impresionistas, desatando la ira y la mofa de la intelectualidad biempensante, el desdén y  la repulsa de los ricachones partidarios de lo antiguo, de lo clásico, de lo conservador, Paul Durand-Ruel fue uno de los pocos, -tal vez el único-, que se jugó por ellos arriesgando algo más que la reputación de su galería. Cuando puso en la entrada los sublimes cuadros de Londres, de Monet, hubo quién gritó “¡Habría que destruir un boliche que expone cochinadas como estas!” Pero Paul Durand-Ruel no era “une couille molle”, un huevo flojo. Y persistió hasta bien entrado el siglo XX, gracias a lo cual el mundo pudo maravillarse con Renoir -que encontró la celebridad solo a los 69 años de edad-, con Manet, Monet, Pissarro, Sysley, Van Gogh, Caillebotte, para no hablar de Gauguin, y muchos otros. Todo gracias a un conservador, monarquista y “culo bendito” que osó alzarse contra el buen gusto oficial de los detentores del poder.

Francia es así. Los franceses son así. El último baluarte de la soberanía popular, de la cultura irreverente, de los iconoclastas, de la diferencia, del derecho. Cuando Sarkozy lleva adelante una política de inmigración que bordea el racismo, es la derecha la que se alza para recordarle el Pacto Republicano. Es verdad que su ministro de la inmigración es un socialista, así como su ministro de relaciones exteriores, pero la razón no está ahí. Lo que está en juego es la República, el derecho, la soberanía del pueblo. Y con eso no se juega.

Si te cuento el ídem es porque ayer Francia estuvo paralizada: más de dos millones y medio de trabajadores salieron a la calle y manifestaron su rechazo a las políticas reaccionarias de un neoliberal farandulero. A los franceses les quieren imponer una reforma de la previsión que daña gravemente sus derechos y no lo aceptan sin luchar. Que la edad de jubilar pase de 60 a 62 años se las suda. Porque además te aumentan el número de años de imposiciones y de cualquier modo el retiro interviene cada vez más tarde. A una edad en la que te queda poco por vivir, y aun menos por cobrar. Así se equilibran las cuentas de la previsión: haciéndote jubilar justo cuando la vas a palmar. La TV entrevistó a un sinnúmero de pasajeros bloqueados en los aeropuertos, en las Estaciones de Ferrocarril y en el Metro. Las respuestas eran todas similares: “Claro que me enmierda estar bloqueado aquí, pero esta lucha es justa, es nuestra lucha. Los huelguistas están en lo cierto”.

De modo que paso de mi librito sobre Paul Durand-Ruel, un conservador monarquista y “culo bendito” que contribuyó poderosamente a revolucionar el arte, a las declaraciones de los dirigentes sindicales franceses de la CGT, de la CFDT, de FO y otras centrales obreras que no quieren que triunfe la contrarrevolución social. A esos dirigentes sindicales que nadie osaría ningunear como lo hacen con los nuestros en Chile.

¿Surrealista? No. ¡Impresionista !

 

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