TRADICIONES CHILENAS
El Valdiviano
Por Germán F. Westphal
Alguna vez un amigo poeta que pasó una temporada escribiendo en Valdivia me comentó que los valdivianos estaban perdiendo sus tradiciones porque en varios restoranes y cocinerías del mercado había pedido un Valdiviano pero nadie sabía lo que era...
El tren llegaba a Temuco a eso de las 7:00 de la mañana y paraba allí por casi una hora...
Los populáricos se bajaban de los carros para estirar las patas, especialmente aquellos que viajaban en carros de 3a clase, con asientos de madera..., todos medio adoloridos...
Uno llegaba a la cocinera que le parecía más limpia o con la cola de clientes más corta y pedía su Valdiviano.
La señora tomaba uno de sus platos enlozados todos saltados, le ponía un puñado de charqui machacado al centro, le agregaba un par de puñados de cebolla cortada a la pluma y llenaba el plato con agua hirviendo a borbotones. Enseguida, colocaba el plato sobre algún cajón que tenía a mano, le agregaba un huevo caído el cual se tornaba blanco al calor del agua hirviendo aunque la yema siempre quedaba crudita, le agregaba un par de cucharadas de pebre a gusto del consumidor y le pasaba el plato al cliente con una cuchara sopera que llegaba a tener filo por lo gastada, además de un pancito amasado, previo pago de unos cuantos pesos.
Los clientes se retiraban un par de pasos para dar lugar a los otros viajeros que también querían Valdiviano y ahí mismo, de pie, haciendo piruetas para sujetar el plato y el pan con una mano, cuchareaban su Valdiviano, apuraditos antes de que partiera el tren para internarse al sur del sur...
Muchos se dirigían a las cocinerías improvisadas en que unas viejas guatonas e impecablemente vestidas con delantal blanco y gorro cocinero también blanco, ofrecían un Vadiviano recomponedor y criaturero...
El Valdiviano era de Temuco y recibe su nombre del tren que llegaba a la hora señalada.
Las viejucas tenían todo preparado en varias fuentes y lavatorios enlozados y saltados por el uso...
Las viejucas tenían todo preparado en varias fuentes y lavatorios enlozados y saltados por el uso...
algo de charqui probablemente de caballo, aunque decían que era de vacuno, cortado en tiritas bien machacadas en un gran mortero de piedra siempre a la vista,
un montón de cebolla cortada a la pluma...
un pebre bien picante con bastante cilantro y perejil...
varias docenas de huevos frescos...
y una gran tetera de agua hirviendo a borbotones en un brasero...
Uno llegaba a la cocinera que le parecía más limpia o con la cola de clientes más corta y pedía su Valdiviano.
La señora tomaba uno de sus platos enlozados todos saltados, le ponía un puñado de charqui machacado al centro, le agregaba un par de puñados de cebolla cortada a la pluma y llenaba el plato con agua hirviendo a borbotones. Enseguida, colocaba el plato sobre algún cajón que tenía a mano, le agregaba un huevo caído el cual se tornaba blanco al calor del agua hirviendo aunque la yema siempre quedaba crudita, le agregaba un par de cucharadas de pebre a gusto del consumidor y le pasaba el plato al cliente con una cuchara sopera que llegaba a tener filo por lo gastada, además de un pancito amasado, previo pago de unos cuantos pesos.
Los clientes se retiraban un par de pasos para dar lugar a los otros viajeros que también querían Valdiviano y ahí mismo, de pie, haciendo piruetas para sujetar el plato y el pan con una mano, cuchareaban su Valdiviano, apuraditos antes de que partiera el tren para internarse al sur del sur...
Esta es la historia del tren y el plato de sopa criaturera que se conoce como Valdiviano y que permitía recuperar fuerzas, comprar un ramo de copihues en Antilhue...
y hacer el amor como los dioses mandan al llegar a la ciudad de los ríos...
Hay más historias de estaciones de ferrocarriles como las tortas de Chillán...
Hay más historias de estaciones de ferrocarriles como las tortas de Chillán...
las cerezas en ristras de Gorbea...
los panes amasados con longaniza de Antilhue...
Todas tradiciones que se fueron como los viejos tranvías de Santiago, de los cuales sólo quedan algunos rieles adoloridos por la indiferencia, entre los adoquines de algunas calles...
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