No basta con indignarse
Stephane Hessel escribió el manifiesto “¡Indignaos!” a finales de 2010 y, en 2011.
La indignación se concretó en acampadas en las plazas de las capitales españolas, que se extendieron a Europa y otras regiones. Incluso en EEUU, en Nueva York. Nacía el movimiento de “indignados”, el 15 M. Porque, como se ha escrito y probado, “los ciudadanos hemos visto violados derechos fundamentales; ciudadanos y hogares se han encontrado con fuentes de financiamiento cerradas; los trabajadores con peores condiciones laborales, y el Estado de derecho desmantelado y aplastado”.
¿Qué hacer? Josep Ramoneda recuerda un graffiti que decía: “Indignarse no es suficiente” y una pancarta que aseguraba que “LA INDIFERENCIA ES UN ARMA DE DESTRUCCIÓN MASIVA”. La indiferencia no va a ninguna parte, y la indignación cambiará las cosas si se hace política, cabe añadir. Hacer política que nada tiene que ver con la partidocracia que nos gobierna o esperan hacerlo; han roto la baraja y vaciado la democracia.
Hacer política no es entrar en el juego de esos partidos. Hacer política también es poner en la picota el actual sistema formal, opaco, distorsionado, retorcido, cada vez menos democrático. Hay que hacer política. Pero otra política.
¿Que propone la ciudadania?. Hacer política empezando por tomar conciencia del desastre actual, no tolerarlo y esgrimir siempre nuestros derechos. Sin ira, sin ingenuidad, organizados, por todos los medios. Proclamar que ciudadanas y ciudadanos somos depositarios del poder político, que la soberanía reside en el pueblo y de él surgen los poderes del Estado. No al revés.
Además, dudar de toda explicación que venga del poder político y económico actuales, porque mienten cuando respiran. Y, por tanto, es necesario informarse en diversos medios, recurrir a la Red, contrastar y comprobar la fiabilidad de fuentes y medios. Las web de grandes ONG (Amnistía Internacional, Médicos sin Fronteras, Greenpeace, Oxfam, Solidarios para el Desarrollo...), por ejemplo, son fuentes fiables y buenas referencias para establecer la credibilidad de otros medios. Webs y blogs de asociaciones vecinales, entidades ciudadanas, de trabajadores, de ciudadanos pensantes y solidarios suelen aportar información fiable.
Difundir información veraz sobre lo que nos afecta, explicar las causas de los problemas y señalar responsables. Y enfrentarnos a la falsedad, la manipulación y el engaño. Proclamando las cosas como son. No discutir, sólo explicar lo que es verdad. Que no hemos vivido por encima de nuestras posibilidades. Que no tiene que haber recortes para remontar la economía (más bien lo contrario). Que es un gran embuste que lo privado sea mejor que lo público. Que es falso que una reforma laboral que viola derechos cree empleo... Siempre contra la mentira, en cualquier escenario.
Conseguir buena información y difundirla es un primer paso para hacer política. Organizarse, movilizar con talento, y a renglón seguido, elaborar y proponer otras salidas. Otras medidas para hacer posible otro país, otra sociedad. Y empezar a conseguir algún poder, desde los barrios... hasta donde se pueda.
¿Utopía? Moncef Marzouki, médico y opositor tunecino, dice a ese respecto: “Vengo del desierto y vi a mi abuelo sembrar en él. Siembras en tierra árida y esperas. No sé si has visto el desierto tras la lluvia: es un vergel. Un día, marchas sobre tierra quemada, pero luego llueve y te preguntas cómo ha ocurrido para que nazcan tantas flores, tanto verdor. Porque las semillas estaban ahí. Hay que sembrar incluso en el desierto. Siembro y, si mañana llueve, bien, y, si no, los granos están ahí. Para cuando llueva”.
No es poesía, aunque lo parezca. No es ingenuidad. Es un camino. Y a menudo la poesía es lo más real.
Como real es que el Banco Central Europeo, por ejemplo, desde diciembre haya dado un billón de euros a interés de risa a la banca europea para que especule con la deuda de los estados, (SUPUESTAMENTE EN BANCAROTA), mientras crecen los paros y pobreza, pero no cede la austeridad. Nazaret Castro diagnostica que “en España, en Europa, nos la jugamos ahora. Es el asalto final del neoliberalismo. Nosotros decidimos si vale la pena luchar”. Y, como ha escrito Daniel Ellsberg, “si miras la Historia, hubo momentos en los que parecía imposible que se aboliera la esclavitud o se reconocieran derechos a las mujeres. Era imposible que 20 hombres iluminados hicieran la revolucion. Pero las cosas cambian. Cambian si la gente las cambia. Nunca cambian solas”.
El 15 M es el principio de una ardua y larga lucha para acabar con la degradación de la democracia y con la tiranía financiera y sus devastadoras consecuencias. Haciendo política. Es lo que toca hacer.
En Chile la lucha en Aysen ha dado el mejor ejemplo.
Hugo Farias Moya
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