CUANDO SE DESVANEZCA LA CORTINA DE HUMO ...
por Luis Casado
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Ya en la Primera Guerra Mundial se conocía el truco de la cortina de humo. Se usaba para ocultar las ofensivas de infantería y esconderle la pelota al enemigo. Nunca dio buenos resultados: bastaba con tirar al bulto con otra fantástica invención del genio humano, la ametralladora, y adiós ofensiva.
Algún general despistado, como suelen ser los generales, utilizó el truco en maniobras a priori más saludables: para ocultar las retiradas.
Cuando se desvanecían las cortinas de humo quedaban al descubierto las pobres ilusiones de quienes las utilizaron, y los cadáveres de las víctimas de sus geniales promotores.
Cuando de aquí a algunas semanas se desvanezca la cortina de humo levantada por la prensa y la televisión, aparecerán sus magros resultados en toda su inopia y vanidad.
La ofensiva mediática tiene como objetivo confundir a la opinión pública, decirle lo que piensa, o más bien decirle lo que tiene que pensar. Se abusa de encuestas de opinión realizadas a la demanda, con resultados predeterminados en función de los intereses de quien paga. Se intenta desviar la atención con una “pandemia” no mucho más peligrosa que las intoxicaciones de la “Piccola Italia”. Se declara terminada la crisis económica que no hace sino comenzar.
Del mismo modo se eleva a la categoría de un Paul Potts o de una Susan Boyle a un concursante más propio de la Star Academy que del Conservatorio de Arte Lírico.
Y se intenta disfrazar el problema que representa la herencia de la dictadura en el plano institucional y económico, traduciéndolo en una cuestión relativa a la edad del capitán o al discurso del locutor.
La idea es echar al olvido las cuestiones esenciales que aquejan al país: una institucionalidad espuria que ha secuestrado los derechos ciudadanos negándole al pueblo de Chile su calidad de única fuente legítima del poder, y su corolario económico: la concentración en manos de un puñado de privilegiados de la riqueza generada con el esfuerzo de todos.
Todas las líneas de fractura que separan a los chilenos se resumen en una contradicción principal: la que separa a los herederos asumidos de la institucionalidad y el modelo económico que nos dejó la dictadura, del conjunto del pueblo de Chile que sigue pagando las consecuencias.
Del lado de los defensores del statu quo, de quienes eternizan la “democracia protegida”, de quienes permiten el saqueo del cobre, de quienes se benefician de la salud y la educación entregadas a la voracidad del lucro, están la Alianza y la Concertación. Y todos aquellos que, aun pretendiéndose traviesos, no han hecho sino contribuir durante largos años a la consolidación de un sistema oligárquico.
Chile merece volver a ser una República. Chile merece volver a ser una sociedad democrática. El pueblo de Chile es digno de recuperar su soberanía, su carácter de única fuente legítima del poder, de única fuente legítima de la Constitución y las leyes.
A veinte años del fin de la dictadura, toda propuesta programática que eluda la necesidad imperiosa de dotarnos de una Constitución democrática por medio de una Asamblea Constituyente -o de un Parlamento Constituyente-, no es sino una lamentable y patética cortina de humo.
Todas las reformitas pactadas por quienes cogobiernan el país en beneficio propio no son sino una manito de pintura que deja el sepulcro blanqueado por fuera, pero podrido por dentro.
Cuando se desvanezca la cortina de humo, aparecerá claramente lo que está en juego: la eternización de un modelo institucional y económico impuesto a sangre y fuego que hace de Chile no un país, sino un Club privado en el que mangonean algunas familias (como dice David Rothkopf, analista estadounidense), o bien, la restitución de sus plenos derechos al pueblo de Chile, pueblo mantenido hasta ahora en un estado de tutelaje infame e ignominioso.
Escribe Luis CASADO - 10.05.2009
2 comentarios
Máximo Kinast -
roto chileno -