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Máximo Kinast Avilés

LIBRES E IGUALES


(Escrito en Barcelona entre 1989 y 1991 por Máximo Kinast)  

 

 

"Los hombres nacen libres e iguales" Una hermosa frase, sin duda, pero falsa. Una aspiración de una parte de la humanidad. Una declaración de principios. En resumen, palabras. ¿Qué hay de verdad en estas palabras? Muy poco. Algunos hombres y casi ninguna mujer nacen libres. La mayoría, una inmensa mayoría no nacen libres aunque no sean esclavos.

Nacen pobres, paupérrimos, súbditos, minoras, dominados por prejuicios, ideologías, hábitos, costumbres, etc., condenados a vivir, crecer, educarse, reproducirse y morir dentro de un contexto cultural jerarquizado.

Y siempre son muchos más los que nacen en los escalones inferiores de la pirámide social, económica, cultural o política, conjugando la mayoría de las veces varios de estos factores limitadores de la libertad humana.

Siempre limitados por su condición inferior y sin posibilidad de cambiarla por su sólo esfuerzo.

Los casos escasos en que esto ocurre, como en las películas o en las novelas, reciben gran publicidad y difusión para justificar como verdad la falacia de que hemos nacido libres, cuando la realidad es que esos casos aislados son la excepción que confirma la regla.

La libertad es una consecuencia y una de sus causas podría ser la igualdad si existiera.

Pero la igualdad no existe entre los seres humanos. Quizás sí, sólo como una aspiración o ideal de justicia:

"Todos los hombres son iguales ante la ley".

Uno de los hermosos corolarios de la Democracia. Sabemos muy bien que no es así.

Para demostrarlo basta con analizar la aplicación de la pena de muerte en cualquier sociedad.

Siempre son mucho más numerosos los condenados a la pena capital que además de algún delito, verdadero o falso, son pobres, o tienen un color de piel distinto al de la mayoría que ha hecho las leyes, o pertenecen a una religión o partido político diferente, o practican una vida sexual perseguida, o cualquier otra razón o sinrazón, como ser civiles en un régimen militar.

En cambio los que pertenecen a la cúpula gobernante (salvo el caso de revoluciones triunfantes), los que son ricos o tienen poder, no suelen ser condenados a muerte.

Pero no es necesario debatir el tema de la pena de muerte para saber que no somos iguales ante la justicia. Cualquiera que haya tenido que acudir a los Tribunales en cualquier país del mundo sabe que lleva ventaja el que puede pagar un mejor abogado, el que tiene dinero o poder para hacerlo, y estas dos cosas van casi siempre juntas.

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