If you cant beat them join them
Escribe Luis Casado – 23/08/2013
En las guerras de religión que asolaron Francia en la segunda mitad del siglo XVI nació el recurso del “retournement de veste”, sencilla operación que consistía en dar vuelta la casaca –túnica de mangas largas que recubría el uniforme de los militares– cuando el resultado de la batalla era desfavorable. Los combatientes precavidos ponían de un lado la cruz de los hugonotes (cruz de Malta), y del otro la cruz verde de los papistas. Según se presentaba el combate, había quién se daba vuelta la chaqueta para aparecer en el bando de los triunfadores.
Gilles Henry menciona en su obra “Las expresiones nacidas de la historia” al yerno de Felipe II de España, Charles-Emmanuel de Savoie, un ambicioso sin escrúpulos que no dudaba en cambiar de alianzas en función de sus intereses. Charles-Emmanuel utilizaba una chaqueta reversible, que lucía del lado blanco cuando se aliaba a los franceses, y del lado rojo cuando se aliaba a los españoles.
Puede que de allí venga la expresión que me sirve de título, y que se transformó en proverbio de la lengua inglesa: “Si no puedes derrotarles, únete a ellos”.
Pocas cosas contribuyen tanto a la pérdida de credibilidad de la política como las brutales vueltas de chaqueta de sus actores. Los bruscos cambios de dirección, los giros en “U”, el pasar de la oposición al oficialismo o viceversa, son incomprensibles para el ciudadano común que no ve en ellos sino la manifestación de un evidente oportunismo.
Es el caso con la voltereta del partido comunista, que se pasó con camas y petacas al bando de la Concertación, y ahora usa y abusa de la “dialéctica” para justificar una vuelta de chaqueta intragable para no pocos comunistas.
En el Programa del PC, disponible en su sitio web www.pcchile.cl, se puede leer lo que sigue:
“El nuevo bloque de clase en el poder busca, bajo nuevas formas de dominación, consolidar la esencia del proyecto transnacional. Se persigue establecer un sistema político más reaccionario, que asegure la estabilización indefinida del capitalismo en nuestro país. Esa es la función principal que han terminado por asumir los gobiernos de la Concertación.”
Puede que por esa razón Camila Vallejo declarase en el diario madrileño El País: “Jamás estaría dispuesta a hacer campaña por Bachelet ni a llamar a los jóvenes a votar por ella”.
Aparecer ahora como los más fervientes partidarios de Bachelet, a quién internamente llaman “la jefa”, es chocante. Intentar cargarle el muerto a quienes manifiestan su estupefacción ante la voltereta es pasarse de rosca.
La técnica del “entrismo”, que consiste en infiltrarse en las filas de enemigos o adversarios para cambiar desde dentro la orientación de sus políticas, fue un fracaso histórico en manos del trotskismo, enemigos célebres de los comunistas ortodoxos. Algunos publicistas contemporáneos le dieron un barniz de modernidad al método, afirmando que no se puede desviar un avión si uno no se sube a la aeronave. He aquí pues a los comunistas a bordo de un avión cuyo plan de vuelo es conocido: “la jefa” no perdió tiempo en ir a reunirse con la CPC, los representantes del gran capital, para tranquilizarles en cuanto a sus intenciones.
En ese preciso instante, Marcel Claude visitaba a los trabajadores de Correos que están en huelga, y que manifiestan en el lecho del río Mapocho.
Lo que de cara a la militancia comunista hace pensar en otro precedente histórico: Jean-François Paul de Gondi, Cardenal de Retz, político y escritor francés del siglo XVII, decía que para seguir pensando lo mismo es indispensable cambiar de partido.
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