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Máximo Kinast Avilés

La Expansiva soberbia de Eduardo Bitrán


FELIPE OSSANDÓN SABALL

Profesor de Estado en Historia y Geografía. Socio de Desarrollo y Trabajo Consultores.

 

Leí la columna “Mala política, subdesarrollo, paros y populismo”, de Eduardo Bitrán, en El Mostrador. 

 

Creo que pocas columnas o escritos reflejan tan bien la lógica de pensamiento de las redes neoliberales que se enquistaron en la Concertación, especialmente durante su período final, tomando el control de gran parte de sus políticas públicas, eliminando toda posibilidad de reforma social.

 

Bitrán desmenuza uno por uno los principales puntos de reivindicación del movimiento estudiantil y los descalifica, tachándolos alternativamente de injustos, populistas y despachando alternativamente frases categóricas que desdeñan cualquier debate y que emanan de una sabiduría y una legitimidad que por lo menos en el texto, es imposible advertir de donde proviene.

 

Señala como un error el financiamiento compartido, por la segmentación que produce, pero se limita a señalar que el monopolio estatal no es la solución, por ineficiente (monopolio estatal que nadie ha planteado y que se parece más al cuento del lobo de la ENU que a otra cosa). Señala que las universidades públicas no pueden ser gratuitas porque benefician a los sectores más ricos de la población, pero no explica cómo puede hacerse para que no tengan costo para los más pobres, en la lógica argumentativa de extremar el punto del otro y caricaturizarlo para hacer de cualquier cambio un imposible, de cualquier aspiración una quimera, de cualquier queja una irresponsabilidad.

 

Lo hace además con la Expansiva soberbia de los muchachos que piensan Chile desde Boston o Valle Nevado y se alarma porque estamos desviando el recto camino al desarrollo, camino que supongo tiene trazado en su cabeza, pero que nadie más conoce.

 

Sin embargo, lo más interesante es la reflexión que surge sobre la participación, la democracia y la organización colectiva. Bitrán, con espanto señala que en las universidades estatales “tienen la particularidad de que los rectores se deben a los grupos de académicos más numerosos que son los que en definitiva definen las elecciones”, lo que llevaría a que no tiene ningún sentido entregar más recursos a las universidades estatales. De forma similar se refiere a los gremios docentes, como entes que “capturan” la educación en función de sus propósitos.

 

Mónica Jiménez y Andrés Velasco ya vivieron un proceso similar al actual. Lo vivieron en 2006. Utilizaron el capital político de la Concertación y especialmente de su Presidenta para sentar a los jóvenes a conversar y terminaron levantando los brazos en La Moneda con la derecha celebrando una reforma de papel que eludía todos los temas incómodos para los muchos Ibáñez de Chile. Cinco años después, los colegios públicos siguen en un estado miserable, la universidad sigue siendo más cara.

 

Que un grupo mayoritario de un colectivo elija a quién los va a dirigir se llama democracia aquí y en la quebrada del ají. Que un grupo de profesionales pueda organizarse y agremiarse para defender sus intereses, es también parte de la democracia. Uno podrá considerar que el papel de Jaime Gajardo en esta historia deja mucho que desear, pero creo que el derecho de los profesores a organizarse es básico en una democracia seria.

 

Pero para los chicos Expansivos, como Bitrán, Velasco y toda la pléyade de sabios bajados del Olimpo, esto no sería democracia sino que una forma de captura, que impide que funcionen de forma adecuada los mecanismos misteriosos de la asignación “adecuada” de recursos.

 

Lo paradójico es que Eduardo Bitrán trabaja en la Universidad Adolfo Ibáñez, cuna del pensamiento de la derecha empresarial y cuya autoridad es elegida por… nadie. En realidad está ahí porque  responde los grupos económicos que son dueños de la universidad. ¡Y recibe recursos fiscales, pagados por todos nosotros! Si eso no es captura no sé de qué estamos hablando.

 

La Concertación, inexplicablemente, durante su último gobierno optó como estrategia para resolver sus carencias en el debate de políticas públicas el “externalizar” el control de las áreas claves de la gestión a un grupo de iluminados sin responsabilidad política, sin necesidad de rendir cuentas a nadie (aunque predican el “acountabillity” como parte de su credo) y que le entregaron a los sectores conservadores de nuestra política un poder mucho mayor que el que las elecciones les daban (ese ejercicio extraño según Bitrán en que la mayoría de un colectivo decide quién lo va a gobernar). Si eso no fue captura no sé de qué estamos hablando.

 

Como ejemplo, Mónica Jiménez y Andrés Velasco ya vivieron un proceso similar al actual. Lo vivieron en 2006. Utilizaron el capital político de la Concertación y especialmente de su Presidenta para sentar a los jóvenes a conversar y terminaron levantando los brazos en La Moneda con la derecha celebrando una reforma de papel que eludía todos los temas incómodos para los muchos Ibáñez de Chile. Cinco años después, los colegios públicos siguen en un estado miserable, la universidad sigue siendo más cara y cuando la clase política hace esfuerzos desarticulados por tratar de escuchar a esa gran mayoría de chilenos y chilenas que está en las calles, los chicos Expansivos se espantan y nos alertan de la posibilidad de captura y populismo.

 

Y ni siquiera se ponen colorados.

 

 

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