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Máximo Kinast Avilés

Demagogia y eufemismos

Escribe Maximiliano Ulloa –Estudiante de la U. de Buenos Aires– Exiliado por la Educación

 (Enviado por Louis Casado)

Tras leer las últimas declaraciones del ministro Longueira sobre los plebiscitos, -“Son el camino para la demagogia, el populismo y el caudillismo”-,  y compararlas con las hechas para La Segunda hace un tiempo, -“Así que bienvenido el populismo, si se trata de defender a los más pobres y a la clase media”-, me puse a pensar en las infinitas contradicciones que surgen al comparar las consignas publicitarias de los políticos post dictadura con su comportamiento real.

 

Comienzo con “el recambio generacional”, una de mis favoritas, ya que me siento parte de la burla, la parte de la que ellos se burlan. Previo a las elecciones presidenciales del año 2009, se usó mucho la frase y estalló un debate bastante agresivo sobre la reiteración de rostros dentro del gobierno, la famosa repetición del plato acuñada por la entonces oposición.

Como es usual en nuestro circo, mucho ruido y pocas nueces; el recambio generacional fue Felipe Kast en La Moneda durante 14 meses y el teatro romántico protagonizado por Carolina Tohá y Fulvio Rossi.

 

Ahora, y nuevamente, los mismos de siempre. No sé si merece un análisis mucho más  profundo, puesto que, tras los hechos actualmente en desarrollo en nuestro país, se hace evidente una inquietud de participar por parte de los jóvenes en política y una nula voluntad de incluirlos de parte de la pésimamente llamada clase política.

La falta de representatividad de ésta, respaldada por los indicadores que arrojó la última CEP, corona la situación.

 

Continúo con dos clásicos que compitieron entre sí hace ya varios años. “Crecer con igualdad” y “¡Viva el cambio!” fueron los slogans de campaña presidencial de Ricardo Lagos y Joaquín Lavín respectivamente.

Durante el gobierno del caballero del dedo en alto, lo único que creció con igualdad fue la economía y la billetera de los empresarios, consolidando así el continuismo de las macro políticas instauradas por la dictadura. No olvidemos que, maquillaje más, maquillaje menos, seguimos esperando “la alegría que nunca llegó”.

Por la parte del ex ministro de Educación -nuevo y flamante MIDEPLAN- tenemos la reciente actuación frente a las demandas elevadas por los estudiantes, donde quedó claro que ganas de hacer cambios, pocas. Mucho menos “Viva el cambio”. Mejor arreglemos lo malo y feo de lo que tenemos y nos quedamos como estamos, pero mejor. Por lejos, el más apoteósico despilfarro de oportunidades para, efectivamente, hacer cambios y pasar a los libros.

 

Podría continuar en extenso destacando incongruencias entre dicho y hecho, pero pondré el acento en una última situación particular, que me resulta indignante. La criminalización de la lucha legítima que da nuestra ciudadanía.

El gobierno ha propuesto hasta el cansancio que las marchas y movilizaciones cívicas son “focos de destrucción” y atrocidades dignas de la peor de las barbaries, argumento que una parte menor -pero no despreciable- de la comunidad ha asumido como cierto.

 

Si bien esta estrategia barata de denostar a la competencia también la usaron los gobiernos de la Concertación, me resulta de una desfachatez brutal que este argumento lo utilicen personajes que han declarado abiertamente su apoyo al golpe y la consecuente dictadura cívico-militar.

Esta situación es la que más me entristece -y enoja- ya que, fiel a la convicción de recordar la historia para no cometer los mismos errores, no podemos olvidar que cuando ellos quisieron cambiar Chile bombardearon La Moneda, llevando así al país a escribir uno de sus capítulos más oscuros.

 

He mencionado las que a mi criterio ilustran mejor el actuar de la élite “del retorno a la democracia”, ya que podría estar enlistando infinitamente las evidencias de lo que, a estas alturas, ya es un mal endémico de los políticos chilenos, la demagogia y el uso indiscriminado de eufemismos.

Estos últimos tres meses me han dejado en claro que “la gran mayoría de los chilenos y chilenas” ya no está para que le metan el dedo en la boca, así que haré un par de llamados de atención:

A los políticos, a no menospreciar a los jóvenes, a abrirles la puerta de par en par, para que todos podamos construir la sociedad que queremos, aunque eso les signifique perder la comodidad de sus salones y sillones.

A la ciudadanía, a hacerse parte del desarrollo de la sociedad, a discutir abiertamente todos los temas, a proponer ideas frescas y a buscar nuevas formas de concebir la forma en que nos relacionamos.

A los jóvenes, a no bajar los brazos, a no claudicar frente al maltrato constante, a hacer reales nuestras aspiraciones y a no dejar de participar después que la tormenta se calme.

 

 

Politika

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