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Máximo Kinast Avilés

¿COMO SALIMOS DE ESTA?

Escribe Luis Casado para Polítika

Quienes manejan la manija no quieren ceder el poder que usurparon hace 38 años, y quienes se levantan para recuperar sus derechos ciudadanos no dan un paso atrás. Los alcahuetes sugieren lo de costumbre: un consenso que les permita seguir amorrados a la teta, un toque de maquillaje para colorear las mejillas de una institucionalidad muerta. Aylwin, Insulza y Escalona están en eso.

Para que sobreviva el engendro que crearon a fines de los 80, y sobrevivan sus consecuencias. Del otro lado les hace señales Longueira. Porque Alianza y Concertación tienen mucho que perder y nada que ganar en la democratización del país. Por eso me atrevo a afirmar que finalmente habrá acuerdo, como siempre lo hubo. Y ese es el peligro.

Magallanes primero, y luego Punta de Choros, HidroAysén, la lucha del pueblo mapuche, las manifestaciones estudiantiles, el escándalo de La Polar, el espionaje telefónico, la infiltración policíaca de las movilizaciones ciudadanas, los atentados legislativos a los derechos de los trabajadores, etc., han puesto en evidencia que esta institucionalidad espuria forma parte del problema.

A tal punto que los parlamentarios más asustados discurren sobre una eventual Asamblea Constituyente, siempre y cuando quede bajo la autoridad de quienes han eternizado la Constitución de la dictadura: ellos mismos. Lo que a todas luces es un contrasentido, una estafa. Las aniñadas de parte y otra, -gobierno y oposición-, son sólo eso: aniñadas, un tongo. Saben que no representan el país que regentan. Saben que en cada crisis desaparecen los poderes públicos, desaparece el Estado que no pervive sino en su dimensión represiva, agresora de las libertades y los derechos ciudadanos. La única respuesta que Alianza y Concertación pueden darle a las exigencias que montan desde la nación toda es la fuerza bruta. No les da para más.

No tienen otro proyecto que no sea el de conservar sus privilegios, sus negocios, sus prebendas, sus sinecuras. Los movimientos sociales se han dado maña para descalabrarles la agenda, la tan preciada “gobernabilidad” que les daba la posibilidad del abuso, y la impunidad del abuso. Hace falta tener la caradura de Insulza para pretender  que esta gigantesca crisis de la educación, -como revelador de la crisis institucional-, “es el producto de los grandes avances logrados”. Esa explicación no cuela. Ni en Chile, en donde más del 90% de la población sufre las consecuencias de la ignominia hecha modelo económico. Ni en el extranjero en donde con justa razón se preguntan: “Pero si Chile es tan exitoso en todo… ¿Por qué luchan tan airadamente los chilenos?”

Los chilenos sabemos qué es lo que está en juego. De los créditos usureros a las estafas financieras, del ostracismo del Dicom a las arbitrariedades de Walmart, de los atropellos de La Polar y las multitiendas a los carteles de las farmacias, de la educación de tercera clase vendida a precio de oro al lucro ilegal que es el resultado, del pillaje de las riquezas básicas a los palos blancos de los Directorios de las multinacionales, de las concesiones abusivas en el agua, la energía y los transportes, a la clientela cautiva objeto de un racket legal. Del secuestro de los derechos fundamentales de la ciudadanía a la restitución de un Estado de derecho, una República, la democracia.

Pero tal parece que estamos en un callejón sin salida. Quienes manejan la manija no quieren ceder el poder que usurparon hace 38 años, y quienes se levantan para recuperar sus derechos ciudadanos no dan un paso atrás. Y hay que impedir que los alcahuetes obtengan lo de costumbre: un consenso que les permita seguir amorrados a la teta, y el toque de maquillaje que hace creer que esta institucionalidad muerta aun vive y funciona.

¿Cómo salimos de esta? Hace casi cinco siglos Etienne de la Boétie, un joven de 17 años, sugirió un camino en su célebre obra titulada “Discurso de la servidumbre voluntaria”: “…mientras más roban los tiranos, mas exigen; Mientras más arruinan y destruyen, más les damos, más les servimos. Pero si no les suministramos nada, si no les obedecemos, sin combatirles, sin golpearles, se quedan desnudos y derrotados y ya no son nada, como la rama, que sin savia ni alimento en su raíz, se seca y muere”.

¿Cómo salimos de esta? Negándoles la sal y el agua, representándonos nosotros mismos, recuperando nuestros derechos ciudadanos. La Asamblea Constituyente…¿te dice algo?

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