CARTA ABIERTA A LA ASOCIACION SALVADOR ALLENDE GOSSENS DE MEXICO
¿En dónde dejaron la vergüenza y la dignidad?
Y a los que te utilizan como tema  del sermón,
y hacen todo lo contrario
no les permitiremos más discursos en  tu honor
ni que usen tu retrato, si van a predicar
lo que no  son.
Frank Delgado, “Con la adarga al brazo”.
El 18 de septiembre pasado, como todos los años, la Asociación  Salvador Allende Gossens (ASAG) convocó a sus integrantes y a la comunidad  chilena residente en México a la “fonda dieciochera” para celebrar (tal y como  lo anunciaba en el mensaje por el que invitaba al evento) las fiestas patrias  chilenas; en esa invitación no había asomo de cuestionamiento crítico de la  realidad chilena y de los logros y lastres de estos 200 años de formal  independencia nacional. De hecho, la celebración de las fiestas patrias que  ustedes organizan cada año, a la que asisten quienes fueron militantes  destacados y simpatizantes del PS, del PC, del MIR, del MAPU, del PR, entre  otros, con sus familias (hijos y nietos en gran parte nacidos en México), hace  tiempo que dejó de tener ribetes políticos, por mucho que canten El pueblo unido  jamás será vencido. Más bien se trata de un evento social, una fiesta en la que  los compatriotas se reencuentran año con año para manifestar un nacionalismo  ramplón, para comer empanada y beber vino tinto, y adherir a una chilenidad de  oropel.   
A pesar de que días antes un grupo de chilenos y  latinoamericanistas les hicimos llegar una solicitud para que suspendieran esa  fiesta mientras durara la huelga de hambre que sostienen los comuneros mapuche  desde hace ahora ya 70 días, no obtuvimos ninguna respuesta, y obviamente la  organización del festín y de la comilona siguió su curso. Por ese motivo, el día  sábado decidimos presentarnos en el lugar del evento, pertrechados con pancartas  en las que exigimos libertad para los presos políticos mapuche y la no  aplicación de la ley antiterrorista, entre otras consignas. Asimismo, repartimos  un volante en el que reprodujimos el “pronunciamiento” por el que llamábamos a  cuestionar seriamente la celebración del bicentenario, mismo que le habíamos  hecho llegar a ustedes, previamente, para que suspendieran temporalmente el  acto, junto con el artículo publicado por Pedro Lemebel, en el que denunciaba al  “país glotón saciándose con sus asados de fiestas patrias”[1]. Pese a algunas  muestras de incomodidad por parte de los organizadores y de los asistentes, no  hubo una profunda recogida de nuestra reivindicación: se nos dejó hacer, el  presidente de la ASAG balbuceó alguna justificación, otros dibujaron una sonrisa  desleída y burlona, la inmensa mayoría dobló el volante y miró para otro lado.  La interpelación resultó ninguneada. Es por eso que he decidido escribir esta  carta abierta, para expresar públicamente mi profunda indignación no tanto por  el abandono de los ideales socialistas a los que la mayoría de ustedes alguna  vez adhirió –cosa que indudablemente resulta triste– sino por el uso que siguen  haciendo, vil y deshonesto, del nombre de Salvador Allende.
Integrada en  su gran mayoría por chilenos exiliados, que llegaron al país azteca huyendo de  la dictadura gorila, cabe preguntarse qué tenían que celebrar ustedes como  chilenos. Como se lo preguntara, a propósito del centenario, Emilio  Recabarren[2]: ¿Qué tiene que celebrar la clase trabajadora que siempre ha  vivido en la miseria? ¿Y qué tiene que celebrar hoy el pueblo chileno que vive  en uno de los países con mayor desigualdad del mundo? ¿Qué tienen que celebrar  los familiares de los muertos y todos los damnificados por el terremoto de  febrero de este año? ¿Qué tienen que celebrar los mineros atrapados a 700 metros  por las pésimas condiciones en las que se ven obligados a trabajar para  sobrevivir? ¿Qué tiene que celebrar el pueblo mapuche, que habitaba este  territorio desde mucho antes de la conquista de los españoles y de la invasión y  ocupación militar de sus tierras por parte de la recién nacida República de  Chile? ¿Qué tienen que celebrar los pobres, los invadidos, los excluidos, los  marginados, los perseguidos, que siempre han sido sometidos con la fuerza de las  bayonetas al servicio de la oligarquía o la burguesía; que han visto cómo, por  medio de matanzas, golpes de estado e invasiones, se les aniquilaba y reducía a  escombros? ¿De qué se vanagloria la “izquierda” chilena, que sufrió una de las  peores derrotas de toda la historia, en este “bicentenario”? ¿Qué tienen que  celebrar ustedes que fueron perseguidos, encarcelados, torturados, expulsados de  su país, por los amigos de los que ahora nos gobiernan y por quienes nos  gobernaron antes transando todos sus ideales? ¿Qué tienen que celebrar ustedes,  a quienes les mataron amigos, hijos, padres, hermanos, compañeros y compañeras?  ¿En dónde dejaron la memoria? ¿Y la vergüenza? ¿Cuándo perdieron la  dignidad?
Desde hace tres semanas, en México organizamos acciones de  protesta frente a la embajada chilena para expresar nuestro rechazo al trato  recibido por el pueblo mapuche de parte del Estado chileno y para denunciar el  desconocimiento y la manipulación que las instituciones gubernamentales así como  los medios de comunicación hacen de sus reivindicaciones. Muy pocos han sido los  chilenos que han estado presentes en esos eventos; sólo tres o cuatro del cerca  del millar que habrá asistido a la fonda del 18. A la que, por cierto, sí estaba  invitado el embajador de Chile en México. ¿Por qué siguen haciendo oídos sordos  a las llamadas de un pueblo originario que ha sido reiteradamente avasallado,  colonizado, reprimido, aniquilado, expulsado de sus tierras, privado de su  cultura? Durante el Gobierno de la Unidad Popular trató de darse respuesta, en  parte, a los derechos ancestrales del pueblo mapuche, a través de la reforma  agraria. Ese proceso fue frenado y revertido durante la dictadura militar. Pero  ustedes ni siquiera permanecen fieles al legado de Salvador Allende, exigiendo  la devolución de las tierras a sus legítimos propietarios: el pueblo  mapuche.
Entonces, ¿de qué sirven los discursos vacuos alabando el nombre  del Salvador Allende, la retórica sin sentido, la entonación de La  Internacional? ¿De qué sirven si su práctica cotidiana hace tiempo que dejó de  ser fiel a los principios y a los valores que siempre defendió Salvador Allende  y otros grandes hombres y mujeres que fueron asesinados por tener el valor de  ser consecuentes? La fuerza de esos héroes de la patria, que jamás hubieran  estado dispuestos a compartir la fiesta con los asesinos del pueblo, residía en  cuestionar siempre el orden dado, en buscar la justicia, en practicar la  solidaridad, en sentir el amor hacia sus semejantes. Ni siquiera un valor  humanitario los ha movido a ustedes a tener un gesto simbólico (mucho menos una  acción) en apoyo de los luchadores sociales que son reprimidos hoy en Chile.  Ustedes perdieron la esperanza, y al traicionarse traicionan la memoria del  Compañero Presidente, por eso no merecen usar su nombre; lo mancillan cada vez  que lo mencionan. Creo sinceramente que ya no se guían por los principios  socialistas; ayer no se murieron de vergüenza por comer, beber y festejar  animosamente mientras los presos políticos mapuche están en huelga de hambre...  espero que al menos, en alguno de ustedes haya asomado un leve  sonrojo.
Quizás esa disonancia cognitiva, ese vivir de las glorias  pasadas mientras en el presente se transgrede cotidianamente el compromiso al  que dicen adherir, es lo que explica la profundidad de la derrota histórica, de  la que no se habla suficientemente. Quizás el hecho de que ustedes (ustedes por  todo lo que representaron) hayan mordido el anzuelo y se hayan tragado enterito  el discurso de la derecha, la idea de la unidad de la patria, del ejército ahora  sí al servicio de todos, de las riquezas y promesas del presente, es lo que  permite entender la profunda fragilidad de la izquierda chilena, la  desarticulación de las fuerzas populares, la debilidad o la inexistencia de un  proyecto contrahegemónico.
La ASAG se muere, no principalmente por el  promedio de edad de sus miembros y la falta de regeneración manifiesta, pues  como bien dijera Salvador Allende “hay jóvenes viejos y viejos jóvenes”, sino  porque esos viejos no han sabido mantener vivo el legado de Allende (y quizás  eso explique la falta de interés de los jóvenes en la asociación), no han  avivado la llama de la justicia en los conflictos más acuciantes de los años  recientes, han permanecido en un segundo plano, parapetados en sus recuerdos  gloriosos de un tiempo que fue mejor, abandonando la lucha por una sociedad más  justa. Hoy día es obvio que los ideales socialistas están encarnados en otros  hombres y mujeres, en otras luchas, entre ellas la del pueblo  mapuche.
[1] “La vergüenza del vil centenario” http://www.elciudadano.cl/2010/09/13/la-verguenza-del-vil-centenario/.
[2]  Recabarren, Luis Emilio. “Ricos y pobres”; en Luis Emilio Recabarren. Obras”, La  Habana: Casa de las Américas, 1976, p. 60. 
Mónica  Iglesias
 
       
		
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