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FIESTA BICENTENARIO ¿PARA QUIÉNES?

Escribe Pedro Alejandro Matta

 

Hoy día, 18 de septiembre, día principal de festejos por el Bicentenario -tal como lo han difundido, ordenado, y dispuesto las autoridades de este país- con Marie-Christine decidimos salir a visitar algunos de los lugares de festejo publico.

 

Nos encontramos con la sorpresa de que la mayoría de los lugares públicos (sitios pertenecientes a todos) donde se han instalado fondas, como son los parques (Parque Padre Hurtado -ex Parque Intercomunal, perteneciente a las Comunas de Las Condes y La Reina-, Plaza Inés de Suárez -de la Comuna de Providencia-, la Quinta Normal y el Centro Cultural Estación Mapocho -ambos de la Comuna de Santiago-) cobran entrada.

 

No me refiero a que se cobre entrada -que parecería legitimo- por entrar a alguna de las fondas que se han armado en su interior y que han contratado bandas de música para animar su propia celebración, sino que se cobra entrada ($ 4.000 pesos, equivalentes a 8 dólares por persona en el Parque Padre Hurtado) tan solo por ingresar al "parque", un sitio publico.

 

Ya dentro del parque se debe pagar entrada, si uno decide ingresar,a la fonda de eventual elección, costo que va a variar entre los $ 3.500 a los $ 5.000, dependiendo de la fonda. Eso da derecho a "gozar" del espectáculo.

 

Si el espectáculo no gusta -y el bolsillo aguanta- tiene uno la opción de cambiar de fonda (obviamente que nuevamente pagando la correspondiente entrada a la nueva fonda elegida). Y así, hasta lo infinito, o hasta que el número de fondas y opciones de cada uno de estos lugares públicos se agote, o lo que es mas obvio, hasta que se agote el presupuesto y la paciencia del eventual festejante.

 

Ahora, ya dentro de la fonda, si uno elige sentarse en una mesa (que es lo mas lógico) eso indica que habrá "consumo", los precios por consumo van entre $ 1.000 a $ 2.000 por cada empanada (dos a cuatro dólares), y entre $ 5.000 a $ 7.000 por un jarro de chicha de un litro y medio. Suma y sigue...

 

Tras todo esto, inocentemente fuimos al Estadio Nacional, donde se ha publicitado por todos los medios que hoy día se efectuara la "Fiesta del Bicentenario". Estadio Nacional que se encuentra en la misma comuna donde vivimos y tan solo a cuatro cuadras de distancia. Nos encontramos con que la Fiesta del Bicentenario -fiesta que se supone un espectáculo y celebración ciudadana- es tan solo "por invitación".

 

No se ha explicado como, para el nuevo estadio recién inaugurado y con capacidad para 45.000 personas, se distribuyeron las invitaciones. Sin embargo, para probablemente hacer la "Fiesta del Bicentenario" accesible al "pueblo" (a pesar de que el vocablo ha caído en el desuso y se prefiere por todos usar el vocablo "la gente"), los actos artísticos, canciones, música, bailes, etc. se han televisado.

 

En estos momentos yo, como ciudadano, puedo disfrutar de la Fiesta del Bicentenario sentado frente al televisor y conectándome a TVN.

 

A través de la televisión puedo ver, cuando las cámaras los enfocan, a algunos de los invitados, entre ellos, el Presidente de la Republica (y sus familiares y amigos), sus ministros de Estado (y sus familiares y amigos), los miembros de la Corte Suprema (y sus familiares y amigos), los Directivos e integrantes mas importantes de la CPC, Confederación de la Producción y del Comercio (y de sus familiares, amantes y amigos); de la Asociación de Bancos (y sus familiares, amantes y amigos); de la SOFOFA, Sociedad de Fomento Fabril, (y de sus familiares, amantes y amigos); de la SNA, Sociedad Nacional de Agricultura (y sus familiares, amantes y amigos); los Diputados y los Senadores (y sus familiares, amantes, y amigos), don José Miguel Insulza (directamente importado desde Washington D.C.), políticos de todos los pelajes y trayectorias (y sus familiares, amantes, y amigos) correspondientes a todo el espectro representado en el Parlamento, el Cuerpo Diplomático (y sus familiares, amantes, y amigos), el Cuerpo de Generales y Almirantes (y sus familiares, amantes y amigos), Alcaldes y Concejales de varias comunas de Santiago (y sus familiares, amantes, y amigos), el Cardenal Primado de Chile y el "entourage" correspondiente de Obispos y Monseñores (hay que reconocer que no se han observado niños pequeños en su entorno...), "prelados" de distintas denominaciones religiosas (y sus familiares, amantes y amigos), y otra indeterminada masa de personas que yo tengo el derecho a suponer que serán los integrantes de los Partidos Renovación Nacional, UDI, Democracia Cristiana, Partido Socialista, PPD, Partido Radical, etc., que han sido privilegiados para hacer de esta una "fecha histórica" marcando un hito en relación a la "unidad nacional".

 

Y respecto de la unidad nacional, esta "idea fuerza" ha sido catapultada a trabes del gaznate de la población (perdón, de "la gente") ad nauseam... Hemos visto, a través de los medios como, durante estos últimos días, el Presidente de la Republica acompañado por "los cuatro ex Presidentes vivos" de la nación -así han sido presentados a través de los medios- han participado de distintas ceremonias relacionadas a las festividades del Bicentenario. Una de ellas, el izamiento de una enorme bandera chilena (made in the U.S.A. porque se dijo que no existían en Chile telares que pudieran fabricarla), donde -en presencia del Alto Mando Militar, los Presidentes del Senado, la Cámara de Diputados, y los integrantes de la Conferencia Episcopal- se enfatizó, una vez mas, la "unidad nacional".

 

Este concepto de "unidad nacional" estampada a presión sobre la psiquis de "la gente", me ha hecho recordar una experiencia vivida en Villa Grimaldi; creo habérselas contado pero, en caso de que no hubiera sido así, ahora lo hago: una de las pocas veces en que éramos sacados de nuestras celdas (donde permanecíamos vendados, amarrados, inmovilizados, y con prohibición de comunicarnos unos con otros) -aparte de ser sacados a torturas y, una vez en el día, a las letrinas- era a almorzar y a cenar. Para estos efectos se nos sacaba en grupos de cinco desde nuestras celdas, se nos guiaba hacia un pequeño muro de unos cuatro metros de largo y unos cuarenta centímetros de altura que había en las cercanías, y allí se nos sentaba. En ese lugar, sentados uno cercano al otro, se procedía a desamarrarnos las manos y se nos decía entonces que teníamos permiso para levantarnos la venda sólo lo suficiente para ver el plato de comida que iban a colocar en nuestras rodillas. Y se procedía al almuerzo (sobras de comida) o a la cena (café puro y media marraqueta). De más esta decir que la condición física de los "comensales" era paupérrima, por decir lo menos. Las torturas experimentadas muchas veces impedían comer (particularmente cuando la afectada había sido la boca, por golpes o por electricidad aplicada en su interior...).

 

En esas circunstancias, a fines de mayo de 1975, y siendo parte de un grupo de prisioneros como el descrito, fui llevado a "cenar". Producto del azar, quedé ubicado el primero de esta fila, a mano izquierda, precisamente al lado de la puerta metálica que daba entrada a este sector de Villa Grimaldi (puerta de acero, que generalmente permanecía cerrada por una cadena con candado y que, cuando sonaba, nos estremecía con su sonido porque significaba que alguno de los prisioneros que allí estábamos iba a ser sacado a torturas).

 

En esa posición, sentado con la vista semivendada, sosteniendo un tacho metálico con café puro, y cercano a la puerta de entrada, escuché como esta se abría para dar paso a un grupo de tres o cuatro agentes de la DINA hacia el interior. Pude observar, por el ángulo que me permitía la venda que parcialmente tapaba mis ojos, que se pararon muy cerca de mí y deduje, por la posición de las puntas de sus zapatos que apuntaban hacia nuestro grupo, que nos estaban observando. Es fácil deducir el espectáculo que, como grupo y también como individuos, ofrecíamos a nuestros "observadores". Lo sorprendente fue lo que paso a continuación (y que quedo grabado para siempre en mi recuerdo): uno de ellos, desde la altura que le daba su posición de pie, y quizás movido por las condiciones físicas catastróficas que se evidenciaban en nuestras anatomías, se dirigió a nosotros con un tono "amigable", de camaradería, y casi de intimidad...: "No se preocupen, cabros, que de aquí vamos a salir todos juntos a pelear contra los 'cholos'..." , haciendo referencia a las tensiones existentes en ese momento en el limite norte del país.

 

Al parecer, para ese agente, era perfectamente lógico y previsible que nosotros, tras haber sido torturados brutalmente en la Villa Grimaldi, íbamos a estar plenamente dispuestos y deseosos de partir a combatir junto con nuestros torturadores contra "los cholos". Jamás tuve oportunidad de preguntar a los prisioneros que me acompañaban en esa situación en ese momento sobre la impresión que causó en ellos este "discurso" pero, por mi parte, tenia claro que si en algún momento me entregaran aunque hubiera sido una pistola de agua, yo iba a empezar por los dinos que tenia a mi alrededor...

 

Eso es lo que me recuerdan los llamados a la unidad que se escuchan hoy día. La unidad en los términos de quienes tienen el sartén por el mango (y quienes no estén de acuerdo, son "libres" de saltar del sartén a las llamas...). La unidad, como ya lo había dicho, de los tiburones que pretenden convencer a las sardinas de que, porque ambos nadan y ambos tienen aletas, son exactamente lo mismo...

 

Siguiendo con las festividades del Bicentenario, lo único que al perecer ha sido gratuito "para la gente" ha sido el show de luces y de fuegos artificiales en el Palacio de la Moneda, que se da cada noche y por cuatro días seguidos, lo que me recuerda -tan mal pensado que soy- el viejo dicho sobre "pan y circo". Quizás no hay mucho pan en la mesa de las familias más humildes de Santiago, pero circo sobra...

 

Y para dar mayor realce a este Bicentenario, se dispuso en el Teatro Municipal de Santiago una gala donde se dio la opera "Rigoletto". Con la participación de artistas de renombre internacional la elite pudo celebrar, exclusivamente entre "gente linda" (invitada para estos efectos) el significado de este Bicentenario. Todas estas festividades exclusivas y excluyentes donde aparece la elite en un espíritu de "unidad nacional" son, obviamente, pagadas por todo el resto de los contribuyentes ("la gente") de este país.

 

Y en muchos de estos actos se hace uso y abuso (para enfatizar la "unidad") de la tragedia de los mineros de la mina San José, aun sepultados a 700 metros de profundidad (por desidia e irresponsabilidad criminal de un empresario minero que, probablemente, no se diferencia mucho de otros en el mismo rubro), sin embargo, en ninguno de estos actos -o banquetes oficiales- se ha hecho referencia a "los chilenos mas antiguos" (como los llamo Saramago) y a los 34 integrantes de su etnia que están cercanos a cumplir 70 días de huelga de hambre y probablemente a morir...

 

Exactamente al inicio de mi exilio (y llegada a Nueva York) me toco presenciar el "Bicentennial Celebration" del 4 de julio de 1976. De mi memoria, no hubo pago requerido para poder ingresar al Central Park y disfrutar de las actividades culturales que allí se presentaron para todos los habitantes de Nueva York que quisieran asistir.

 

Durante mi tiempo de permanencia en San Francisco, California, otra parte de mi exilio, tampoco recuerdo que haya tenido que pagar para ingresar al Golden Gate Park o a otros lugares públicos donde se celebraba, año a año, el 4 de julio.

 

Tres años atrás, tuve la suerte de poder asistir a la celebración del día de la Independencia en Ciudad de México; no hubo requerimiento de pagar para poder ingresar al Zócalo y poder disfrutar, entre alrededor de otras trescientas mil personas, de los seis escenarios ubicados en distintas partes de la enorme plaza, donde se daban, para todos los ciudadanos, espectáculos de excelente calidad y contenido cultural.

 

En mayo pasado, tuve oportunidad de estar en Buenos Aires y presenciar las celebraciones del Bicentenario de Argentina; toda la avenida 9 de Julio había sido transformada en un paseo peatonal donde a ambos lados se habían instalado una serie de gigantescos stands donde cada una de las provincias argentinas tenia un espacio para mostrar aspectos de su cultura, de su industria, y de su historia; uno de los stands mas destacados, acompañando a los pertenecientes a cada una de las provincias, correspondía al stand de las "Madres de Plaza de Mayo"; a lo largo de este recorrido, habían, cada cierto trecho, escenarios donde los cuales se presentaban cantos, conjuntos musicales, danzas, tenidas tradicionales, mimos, teatro, ballet, etc. Para ingresar a toda esta fiesta cultural de una extraordinaria riqueza, en la Avenida 9 de Julio, no se cobraba entrada...

 

¡Que distinto es el Bicentenario en mi país...!

 

Pedro.

1 comentario

David Valencia -

Ubicate poh Pedro !!. ¿ Acaso no te dai cuenta que por acá la cosa se maneja con billetes ?. Ubicate hombrecito.