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Máximo Kinast Avilés

CHILE: CORRUPCIÓN

Escribe Luis CASADO – 10/06/2010

¿Cómo se llama la acción que consiste en dañar una institución despojándola de, -o pervirtiendo-, la eminente misión que era la suya?

 

Ejemplos hubo y hay a mogollón: una iglesia no puede posar de guía moral y espiritual mientras demasiados miembros del clero abusen de los niños situados bajo su autoridad. Cuando las denuncias se hacen públicas no es plan defender la iglesia poniéndola en el lugar de las víctimas. Pero aun, la alta Curia hace mal tendiendo un manto de protección sobre las “ovejas negras”, asegurándoles plena impunidad.

 

La televisión, -potencial vehículo de cultura, de información y de pluralidad-, transformada en agente de la idiotez, de la desinformación, de la vulgaridad y de la dominación sin contrapeso de ciertos intereses, está lejos del sueño inicial.

 

Las fuerzas armadas de las que se dota una nación con el propósito de defender sus intereses, devenidas carceleras de su propio pueblo niegan el objetivo primero de su existencia.

 

Un sistema educativo que concentra lo mejor de sus esfuerzos en maximizar el lucro, olvidando o haciendo caso omiso de los educandos y de la transmisión del saber, traiciona la razón de su ser.

 

Un sistema de partidos políticos que, -olvidando su función de representación ciudadana-, se dedica  a satisfacer las ansias de poder y de riqueza de sus líderes es señal inconfundible de pudrición de la democracia.

 

¿De qué hablan los partidos hoy en día? De sus elecciones internas. De las disputas de poder entre pandillas rivales. De la distribución de los frutos del pillaje de lo que hay, o de lo que queda. De los directorios de tal o cual multinacional en la que conviene estar. Del modo de cambiar caretas para conservar lo esencial: el poder y el sistema que garantiza ese poder.

 

Bien decía François Mitterrand que la política es un asunto de jaurías. En una jauría impone su autoridad el más fuerte, siempre condenado a ver aparecer un pretendiente a la jefatura, un lobo más fuerte o más astuto.

 

¿Qué hay detrás de las disputas partidarias sino el poder que permite conservar el modo de distribución de la riqueza creada con el esfuerzo de todos, en el bien entendido que el que reparte saca la mejor parte?

 

¿Cómo construir una oposición republicana y democrática al gobierno de turno en estas condiciones?

 

Lo esencial es objeto de consenso entre Alianza y Concertación: la institucionalidad y el modelo económico. De ahí que epifenómenos, sucesos secundarios, simples síntomas de la pudrición de una democracia asesinada se transformen en objeto casi obsesivo del comentario de la prensa, de los formadores de opinión, de lo que Frédéric Lordon llama editoriócratas, de los voceros de la costra política que maneja la manija.

 

La imbecilidad reaccionaria de Miguel Otero se transforma en la calva ocasión que hay que aprovechar para dar la impresión de que se está en la oposición. Olvidando que no hace mucho se nombraba embajadores en Europa a los amiguetes procesados por delitos financieros.

 

Gracias a estas payasadas se olvida, se hace olvidar que los problemas de fondo siguen ahí. Repito lo que parece cantinela, pero en Chile hay que machacarla:

 

  • la salud,
  • la educación,
  • la terriblemente desigual distribución del ingreso,
  •  la ausencia de derechos laborales,
  • la protección del medio ambiente,
  • el saqueo de las riquezas básicas comenzando por el cobre,
  • la injusta distribución de los impuestos que pagan solo los más modestos,
  • la represión del pueblo Mapuche,
  • la contaminación del mar,
  • los abusos que cometen los “concesionarios” de servicios que debiesen ser públicos,
  • las tasas de interés usureras de los créditos al consumo,
  • los privilegios del gran capital frente a la pequeña y mediana empresa,
  • la institucionalidad ilegítima heredada de la dictadura y preservada por el cogobierno Concertación-Alianza,
  • el modelo económico depredador de la tierra y su población…

 

¿Cómo se llama la acción que consiste en dañar una institución despojándola de, -o pervirtiendo-, la eminente misión que era la suya?

 

Corrupción. Así se llama.

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