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Máximo Kinast Avilés

VÍSTETE DE COLORES PARA QUE TE LLAMEN SUPERMAN

Escribe Luis CASADO – 02/08/2010

 

Cada cierto tiempo la prensa del imperio nos regala un salvador del mundo, un superman, un batman, un bruce willis de la puñeta económica. Desencadenado el pánico de los créditos basura que ahora llaman turbulencia, aparecieron como por arte de magia los héroes que habían previsto la Gran Recesión en su bolita de cristal, que le habían advertido al planeta de sus desastrosas consecuencias, pero a quienes, como en las películas de Hollywood, nadie había escuchado. Junto a estos tardíos anunciadores del pasado aparecieron los mecánicos locos, esos que arreglan todo a martillazos, como Han Solo arregla los desperfectos del Halcón Milenario a golpes de llave inglesa. Solo que la economía planetaria no es la Guerra de las Galaxias.

 

Si haces memoria, muy al inicio de la crisis hubo Ben Bernanke, -el presidente de la FED-, que nos iba a arreglar el pastel en un dos por tres “porque Ben es un especialista del crac de 1929 y de la Gran Depresión”. Ben dijo que en caso necesario lanzaría “dólares desde un helicóptero”. Y los lanzó, pero no desde un helicóptero, sino directamente en las arcas de un sistema bancario especulador y rufián, lo que desde luego no ha arreglado nada. Luego encontraron a un tal Nouriel Roubini, una especie de economista “psíquico” que veía el futuro con la misma claridad con la que Gabriel Salazar ve el pasado. Para disfrutar de una cierta notoriedad Roubini se dedicó a los anuncios catastróficos, lo que le sirvió de muy poco: no había que ser adivino para darse cuenta de la amplitud y de la duración del desastre.

 

Ahora es el turno de TIME Magazine de entregarnos en bandeja un economista extra-lúcido, una especie de  Profiler capaz de resolver la crisis mundial en tres patadas, un tipo que debiese estar en Hacienda si no fuese porque ya tenemos a Felipe Larraín, nuestro extra-lúcido nacional. Anatole Kaletsky, -esa es su chapa-, se acaba de rajar con un libro, “Capitalism 4.0”, en el que descubre la pólvora. Kaletsky dice que el capitalismo ha atravesado tres eras principales puntuadas por dos crisis casi mortales: la Gran Depresión de los años 30, y la Estanflación de los años 70. Hasta ahí no hay nada que te obligue a bajarte los chiteco. Ambas crisis, -prosigue Kaletsky-, obligaron al sistema a adaptarse para no morir. Ahora, como consecuencia de la Gran Recesión, el capitalismo se está “modificando” (morphing) en una nueva, cuarta era. Kaletsky debe haber leído a Sarkozy, un iletrado que escribe poco pero anuncia mucho. En medio de los espasmos de la crisis Sarkozy aseguró que había que modificar el capitalismo, para salvarlo. Kaletsky llega placé. Lo que no le impide a TIME Magazine darle la palabra para que nos explique cómo salir de la crisis. Atento el personal.

 

TM: ¿Cual es la principal característica del capitalismo versión 4.0?

Kaletsky asegura que en esta cuarta era reconoceremos que tanto los gobiernos como los mercados pueden, de vez en cuando, cometer errores serios. Y de cuando en vez incluso catastróficos. Si estás deslumbrado ponte gafas negras, pero sigue leyendo. Después de la Gran Depresión, dice este economista extra-lúcido, se estimó que los mercados eran peligrosos (no era para menos…) y necesitaban ser controlados por un gobierno omnisciente y benigno. En la tercera fase, antes de la Gran Recesión (o sea la crisis en la que chapoteamos), hubo una inversión que llevó a pensar que los mercados son perfectos y que son los gobiernos los que deben ser domesticados. Ahora, concluye Kaletsky, sabemos que ambos cometen errores y que no podemos confiar en ninguno de ellos.

 

Nunca te importe que la teoría walrasiana de los mercados perfectos date de la segunda mitad del siglo XIX, o sea mucho antes del crac de 1929 y la Gran Depresión de los años 1930. La “inversión que llevó a pensar que los mercados son perfectos” no es sino una construcción ideológica dogmática iniciada por Friedrich Hayek y su Société du Mont Pélérin en 1947, prolongada luego por Milton Friedman y sus Chicago boys. Entre los años 1940 y los 1970 el mundo vivió ese período de expansión económica y de distribución de la riqueza en el que los mercados eran controlados por los “gobiernos omniscientes y benignos”. Años sin crisis, conocidos como los “treinta gloriosos”. Para caer en el desastre de la Gran Recesión actual tuvieron que imponerse, a partir de los años 70, las ideas de Hayek y de Friedman que constituyen lo que conocemos como “neoliberalismo”.

 

TM: Gobiernos y mercados… ¿deben trabajar juntos?

Justamente, dice Kaletsky, la desconfianza en los gobiernos y los mercados puede ser un elemento “empoderador” (se ve que la jerga jeropa e insustancial no es exclusividad de los economistas chilenos). Si se reconoce la falibilidad de los gobiernos y de los mercados, agrega Anatole, la conclusión evidente es que hay lugar para mejorar el funcionamiento de ambos.

 

Marcelo Bielsa, -o Raymond Domenech, que para el caso da lo mismo-, no hubiese dicho otra cosa. “Si la defensa es débil y el ataque improductivo”, hay lugar para mejorarlos a ambos. No te rías que es por esto que les pagan lo que les pagan.

 

Kaletsky, -ya lanzado-, prosigue. Tenemos dos sistemas: un sistema político dirigido por el gobierno y un sistema económico dirigido por los mercados (en Chile es al revés, pero eso Kaletsky no lo sabe), y tenemos que encontrar el modo de hacerles colaborar en un sistema bajo vigilancia y control.  

 

No preguntes quién controla a quién: hace ya décadas que los mercados se impusieron sobre los gobiernos que, según Samuel Huntington, “no son sino residuos del pasado”. Adiós democracia, bienvenida la dominación del dinero.

 

TM: ¿El Gobierno tiene un rol en la economía, a pesar de 30 años de dominación del mercado?

Kaletsky estima que los EEUU, -más que ningún otro país-, son una sociedad pragmática en donde lo que triunfa políticamente es lo que funciona económicamente. Curiosa afirmación cuando el poder político de la comunidad financiera, -que quebró y tuvo que ser rescatada con dinero público-, es omnímodo. Kaletsky no se detiene ante minucias, y sigue: La crisis puso en claro que el modelo capitalista desregulado y sin intervención del Estado no puede hacerle frente a fluctuaciones extremas. Por lo que los EEUU concluirán, pragmáticamente, que es preciso inventar un nuevo sistema, en el cual el gobierno es necesario.

 

En otras palabras… ¿un sistema en el cual se tomen en cuenta la voluntad general y el interés general, y no solo la voluntad y el interés del gran capital que generan las “fluctuaciones extremas”? Eso Kaletsky no lo dice.

 

TM: Ud. se preocupa de que la recuperación pueda ser interrumpida por gobiernos que intentan reducir sus déficits y aumentan los impuestos demasiado apresuradamente. ¿Pero no es exactamente lo que estamos viendo ahora?

Lo que estamos viendo ahora, -continua Kaletsky-, es una forma de regreso a la posición de pre-crisis en la que se asumía que los mercados pueden cuidar de sí mismos y la economía se auto estabiliza. Pero está muy claro que el sector privado, tanto en los EEUU como en Europa, aun trata de pagar sus deudas y de reducir sus gastos. En esa situación una economía capitalista no se auto estabiliza y el gobierno, -ya sea directamente por medio de políticas fiscales, o indirectamente a través de los bancos centrales y las políticas monetarias-, tiene que compensar (esa demanda. N. del A.) Pero si los hogares y la empresa privada gastan menos, y los gobiernos deciden que ellos también tienen que gastar menos, incapaces como son de asumir déficits aun más importantes, tenemos una fórmula segura para una depresión.

 

Sin dárselas de erudito uno puede decir que la reflexión de Kaletsky no tiene nada de propia, y aun menos de innovadora. Es la copia conforme del análisis que le permitió a John Maynard Keynes explicar las crisis económicas, y partiendo de allí elucubrar los remedios que sacaron al mundo de la Gran Depresión de los años 30. En esto Kaletsky no tiene nada de extra-lúcido, y sí mucho de copión.

 

 

TM: ¿Otra dosis de estímulos (fiscales) podría ayudar?

Sí, declara Kaletsky, pero hay una alternativa: la política monetaria. Los bancos centrales podrían hacer más. Aun tenemos tasas de interés cercanas a cero en todo el mundo. Pero todavía hay la impresión de que se trata de una situación de emergencia temporaria que no va a durar. Lo que los bancos centrales pueden hacer, -y que creo que harán-, en los próximos meses es ofrecer claras garantías de que las tasas de interés seguirán en cero, o cercanas a cero, durante varios años, tal vez por toda una década. Si el sector privado comienza a creer que las tasas de interés muy, muy bajas son un hecho permanente, las empresas volverán a invertir. Esa es la fórmula más plausible para volver a un crecimiento económico decente en todo el mundo.

 

Si te has desmayado, cálmate, respira profundo, y no intentes levantarte. Que las tasas de interés son nulas, o sea igual a cero, es algo que aun no vemos en Chile. Para convencerse bastaría con preguntarle a las Pymes, o a los hogares endeudados con las tarjetas de crédito. Pero tal vez ese es un fenómeno puramente chileno. Lo que Kaletsky propone a escala planetaria es lo que más de algún analista ha asimilado a ofrecer un traguito en una reunión de los Alcohólicos Anónimos: la copa de pisco que te transforma en abstemio. La crisis de los créditos basura (subprimes) fue posible porque el crédito fácil, y a priori barato, era el único modo de consumir y sostener el crecimiento. Alain Greenspan presidió durante 18 años desde la FED, las políticas monetarias laxistas que invoca ahora Kaletsky. Las mismas que provocaron la Gran Recesión.

 

Susan George dice que la progresiva degradación de los salarios en los EEUU obligó a millones de familias a hipotecar sus casas, único modo de seguir consumiendo. Y no para “comprar cositas”, porque dos tercios del aumento del gasto cubren apenas las facturas de salud y de energía. Es sabido que en los años luminosos del neoliberalismo se produjo una brutal contracción de los salarios, y un aumento vertiginoso de la parte del valor añadido que remunera el capital. En treinta años, asegura Susan George, diez puntos porcentuales del PIB europeo dejaron de remunerar el trabajo y pasaron a enriquecer directamente a los accionistas de las grandes transnacionales. En Francia, la parte del PIB que remunera el trabajo bajó a un 58%. En doce países de la Unión Europea la proporción es aun más desfavorable a los trabajadores, puesto que la repartición de la riqueza creada con el trabajo de todos se establece en un 50-50. ¿Y en Chile? Los datos disponibles muestran que el gran capital ha comprimido los salarios a límites inimaginables en otros lugares del mundo: en el campo de flores bordado un ridículo 38% del PIB remunera el trabajo, y un enorme 62% remunera el capital. En eso consiste el éxito del modelo chileno: en mostrarle al gran capital internacional que se puede desplumar impunemente a todo un país. A todo un pueblo. Impunemente.

 

A Anatole Kaletsky no se le ocurrió la única solución definitiva a las crisis recurrentes del capitalismo. Del capitalismo en cualquiera de sus fases: la redistribución de la riqueza a favor del mundo del trabajo, de los asalariados que la crean con su esfuerzo.

 

Anatole Kaletsky se limita a vestirse de colores. Para que le llamen superman.

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