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Máximo Kinast Avilés

CUANDO PASÉ EL TEMBLOR

Relato personal de primera mano de un testigo

http://angelorum.blogspot.com

 

 

El viernes pasado me encontraba en mi casa, compartiendo una botella de ron y algunas de cerveza con dos amigos. Nada nuevo para un cálido día viernes de verano -porque aún estamos en verano, ¿verdad?-. Cerca de las cuatro ya pensábamos en retirarnos a dormir y nuestra lengua estaba algo traposa. Escuchábamos música, reíamos y hablámos.

De pronto el suelo tiembla. Se mueven las pareces, el sofá, la mesa. Y abro la puerta de mi casa y ya estamos afuera en la calle y todo sigue moviéndose con rabia, como sila tierra quisiera deshacerse de sus habitantes. Las luces se apagan de pronto, las casas en silencio y un aterrador sonido que surge de las profundidades de la tierra, un bramido grave, como el rugido de un mostruo que ha despertado para devorarnos.

¿Cuánto tiempo así? Tres minutos que fueron horas en las que cada interminable segundo nos inyectaba con su dosis de terror, mostrándonos sin lugar a dudas la enorme insignificancia de los mortales. La gente sale de las casas y empiezan a elevarse las voces, los gritos de ayuda al cielo, de perdón y de horror, de ruegos y de ¡basta Señor! mezclados con llantos y desesperación, los que se prolongan mucho después de que el horror se ha calmado. Pues nuestros corazones, contagiados por el terremoto, siguen temblando por algunas horas mientras pensamos en nuestros seres queridos tratando de imaginar que todos ellos estarán bien.

Y nos encontramos con nuestros amigos, que corren en medio de la noche, desesperados como todo el mundo, para asegurarse de que todos están bien. Y horas después a dormir entre sobresaltos causados por las réplicas, preparados a salir en cualquier momento, esperando con una mezcla entre ansia y temor lo que pueda traer el nuevo día.

El nuevo día me encuentra cansado, mal dormido y con una casa que ordenar. Los libros han sido obligados a abandonar sus puestos en los estantes para yacer esparcidos por el suelo, junto con un florero y algunos vidrios rotos. Muebles sacados de su lugar como por una mano invisible durante la noche, un televisor que se cayó de la mesa y que ha sido vuelto a poner en su lugar y varios destrozos. Una vez ordenados intento tomar la rutina diaria. No hay agua potable, la energía eléctrica no ha regresado pero el desayuno lo realizo en forma casi normal. Pero el amargor de la catástrofe aún está en mi paladar.

No enciendo la radio aún para saber de noticias. A través de amigos me entero de las nuevas, las tristes nuevas. El centro de mi ciudad resultó muy dañado. El mar se salió y alcanzó hasta la plaza. Hay un puente con fisuras, hay casas derrumbadas y a punto de derrumbarse, hay gente herida y gente muerta también. En un recorrido en automóvil podemos ver que todo eso es la cruda realidad. Y pensar que hasta ayer las cosas iban bien... pero hoy se le ha puesto un alto a todo. No hay negocios abiertos, la Municipalidad está operando en un gimnasio, no hay movilización urbana... La ciudad está malherida.



Y casi no se ven carabineros, para disgusto de muchos nadie está haciendo nada. Hay gente con casas destruídas, los semáforos dejaron de funcionar ¿Y los enfermeros? ¿Donde están todos? ¿Y los bomberos? ’Gente irresponsable, pésima organización’, pensamos todos. Pero con el avanzar de la mañana un terrible rumor empieza a tomar forma. En el poblado de Dichato, a veinte minutos de Tomé, se levantó un tsunami que arrasó con los restaurantes, las casas y todo lo que estuviera cerca de la costa, dejando solo destrozos y muchos muertos. Y se descubre que los carabineros, enfermeros y bomberos ausentes estaban en Dichato desde primeras horas de la mañana buscando personas atrapadas, heridos y cadáveres entre un mar de destrucción de calles y calles.



Pero escasea el agua, y es necesario procurarse una cantidad importante, pues no sabemos cuánto durará esta maldición. Y las noticias de la radio Bío Bío, una de las pocas que emiten señal, nos dice desde los receptores de radio de los automóviles que en Concepción se derrumbó un edificio de quince pisos, que hay carreteras dañadas, que la ciudad de Lota sufrió gravísimos daños, al igual que Talcahuano, Chiguayante y muchas otras localidades del país. Y que estuvimos ubicados en el epicentro del terremoto de 8,8 grados. Y recién empezamos a darnos cuenta de dónde estamos metidos.


Y no hay señal telefónica. Y no podemos contactar a nuestros seres queridos. Y no sabemos qué pasará después....

 

 

 

 

 

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Día dos

La segunda noche pasa entre sobresaltos debido a las réplicas. Me quedo hasta las doce en la casa de unos vecino, quienes decidieron pasar la noche en vela, para que, en caso de ocurrir un nuevo sismo, encontrarlo despierto, sepa uno por qué, pues sus casas no se cayeron si se van a caer. Duermo un poco más que la noche anterior -la del terremoto- pero aún así son pocas horas. Y no soy el único. Me despierto temprano y la transmisión de la radio Bío Bío saliendo desde las radios de los automóviles cuenta con detalle de los avances, los problemas y los estragos de la catástrofe. Y si la prioridad del primer día después del sismo fue conocer el estado de los seres queridos y conseguir agua, a la del segundo día se agrega la de encontrar alimentos. Los negocios pequeños abren y venden mucho, hay filas grandes de personas tratando de comprar todo lo que puedan.

Pero algunos van más allá de las compras y las filas. Los grandes supermercados de Tomé, es decir Bigger, Super 10 y Unimarc, son abiertos a la fuerza y una multitud de personas penetra en ellos cual tsunami humano, arrasando con todo a su paso y procurando agarrar -pues no se puede usar otro término para describir mejor la situación- cualquier producto que esté a su alcance. Los carabineros no pueden hacer nada ante la situación excepto arrojar algunas bombas lacrimógenas dentro de los supermercados, las cuales no consiguen detener a la enloquecida multitud. Cientos de personas de ojos enrojecidos y llorosos producto del gas lacrimógeno salen a empujones y tropezando desde los locales, llevando en sus brazos todo tipo de productos necesarios para la ’supervivencia’.



Aunque al parecer el término supervivencia tiene connotaciones muy dispares, según la persona a la que se le pregunte. Es por eso que vemos a muchas personas saliendo con carros de supermercado llenos a reventar de todo tipo de víveres (o de los que alcanzaron a sacar); pero también a otros que sacan uno, dos,tres y más carros, para quienes quiero pensar que estaban convencidos de que los alimentos escasearían por meses.

 



Otros, más ’previsores’ llenaban camionetas o camiones con mercadería y se la llevaban sepa Dios dónde y regresaban por más. Aunque mi imaginación es grande, me cuesta pensar que esas personas trataban de proveerse comida para una familia numerosa. Y habían muchos otros que solo se concentraban en sacar botellas de alcohol y del más caro posible y en las mayores cantidades alcanzables. Posiblemente estaban dispuestos a morir de borrachos antes de permitir que otro tsunami los mate.

Y si no es porque llegaron las fuerzas especiales, el entusiasmo de la masa por sacar cosas ’gratis’ desde los supermercados se habría extendido al saqueo de farmacias, bancos, zapaterías, almacenes de electrónica y línea blanca, bencineras y todo lo que encontraran a su paso.



Al finalizar el día ya no quedaba casi nada en las bodegas de los supermercados y le gente se marchaba a su casa, imagino que tranquilizada de contar con provisiones para soportar la semana, mes o año de supuesta escasez, según el tamaño del botín obtenido por cada uno.




Por mi parte no pude sacar nada (y no por falta de ganas, pero llegué algo tarde, estaba demasiado lleno y no sabía bien el orden de las estanterías de los productos), mas tengo amigos generosos que aunque sacaron bastantes víveres, después los compartieron con los vecinos de su sector y conmigo.

Por la noche terminé en un pequeño asado con carnes ’auspiciadas’ por el Supermercado Mayorista Super 10 y algunas cervezas, con la familia de un amigo, afuera de la carpa en que iban a pasar la noche, por si las moscas.

 

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