Blogia
Máximo Kinast Avilés

CHILE: MURIÓ LA DAMA DE LA BURBUJA

Por Máximo Kinast

Siempre pensé - por ser pariente de quien era- y por no contestar las cartas de Amnistía Internacional cuando fue Ministra de Justicia de la Dictadura, que esta señora era chueca e inverecunda. Parece ser que me equivoqué ... un poco.

No sólo ella, sino mucha gente en Chile, vivió en una burbuja. Supongo que es una forma de defenderse.

ºººº Yo no he hecho nada malo ºººº no estoy involucrado en nada ºººº si hay gente a la que le suceden ’cosas’, por algo será ººººº lo mejor es no ver, no oir, no hablar...

No necesariamente se trata de gente malvada o estúpida. Ocurrió así en la Alemania Nazi. nadie vio nada. Nadie oyó nada. Nadie olió el humo de los crematorios... Nadie sabía nada. Nadie fue culpable de nada.

Y lo peor es que no fue una actitud premeditada, sino algo espontáneo. Si hubiese premeditación, una persona normal no podría librarse de los fantasmas con rieles en los pies, el vientre abierto a corvo, hundidos en altamar ... Simplemente muchos chilenos y chilenas entraron en su burbuja personal. Se creyeron su película y -lo malo- se la creen hasta hoy. Pero lo peor es que quieren que los demás nos la creamos.

¿Por qué sigues con ésto, Máximo? ¿No ha pasado suficiente tiempo? ¿No es mejor perdonar y olvidar que seguir dividiendo a los chilenos?

Pués te respondo como Andres Bello en ese poema famoso que tradujo: Sigo por los que no siguen.

No, no ha pasado el tiempo. (Si a tu hijo lo hubiesen asesinado cortándolo con hojitas de afeitar, o lo hubiesen quemado vivo con sopletes hasta los huesos ... ¿pasaría alguna vez el tiempo suficiente?)

Claro que es mejor perdonar y no hay nada que desee con más énfasis. Quiero perdonar todo ... pero, por favor, ayúdame a hacerlo. ¿A quién debo perdonar? ¿Qué le debo perdonar? ¿Desea mi perdón esa persona oculta? 

Y no seas canalla. Te respeto y acepto tus preguntas, pero las canalladas no las acepto. Eso de ’seguir dividiendo a los chilenos’ es una canallada. ¿Quién divide? ¿El asesino y sus cómplices y encubridores? ¿O el que reclama una justicia justa?

Al parecer la dama era algo honesta. Tuvo el valor de contar que usó su influencia para ayudar a Sebastián Piñera a zafarse del delito de desfalcar el Banco de Talca, lo que retrata al Piraña Piñera como lo que es, un delincuente y un pinochestista.

¿Cuándo saldrás de tu burbuja, amable lectora o amable lector? ¿Cuándo te darás cuenta de que el lavado de cerebro diario te ha comido el coco y crees vivir en una democracia, cuando en realidad vives en una plutocracia?

Esta señora Madariaga no pasa piola, aunque la encuentro más honesta y más inocente (o menos culpable) que otras personas, como la Senadora Evelyn Matthei  que intentaba colarnos la ’inocencia’ de su padre. ¡Cómo si no hubiese existido el Comando Conjunto!

En resumen, que acepto la verdad de que hubo una burbuja (o muchas); que las personas que han vivido en una burbuja son inocentes ... pero no demasiado; que el cuento de la burbuja no puede ni debe ser usado para hacernos comulgar con ruedas de carreta.

Les dejo con un excelente articulo de Manuel Guerrero:

 

LAS TARJETAS DE NAVIDAD DE MADARIAGA

por Manuel Guerrero Antequera

 

Hace años, mi primer trabajo profesional fue en la Secretaría Técnica del Consejo Superior de Educación, hoy Consejo Nacional de Educación. Como sociólogo estaba a cargo del seguimiento de varios procesos de autonomía de universidades e institutos profesionales nuevos. Entre ellos había uno de Concepción, que tenía de rectora a Mónica Madariaga. Durante medio año tuvimos intercambios epistolares, en los que yo redactaba oficios y cartas que firmaba el Secretario Ejecutivo del Consejo, los que ella respondía muy pomposamente. A mí me tocaba revisar y contestar sus comunicaciones, pero con la firma institucional. Hasta que en una oportunidad ella solicitó una entrevista personal.

 

Arribó en una camioneta cuatro por cuatro gigante. Se sentó en la sala de espera y luego de un momento fue atendida por el Secretario Ejecutivo. Yo estaba en mi oficina en el segundo piso y decidí bajar a saludarla, porque consideré que me correspondía hacerlo, pues llevaba los asuntos de su institución. Tuve algunos minutos de vacilación. Me pregunté qué me pasaría al estar frente a ella. Sin embargo, primó mi sentido del deber profesional. Ella estaba ahí como rectora, no por su calidad de cómplice de la dictadura, y en tanto autoridad educacional se merecía el trato deferente que le dábamos a cualquier persona. Bajé y entré a la sala.

 

El Secretario Ejecutivo, se puso un poco nervioso al verme, pero sentí que era más bien en una actitud de protegerme y solidaridad con esta extraña situación y encuentro un poco probable entre personas que, por sus historias de vida, estaban en bandos antagónicos. Ella se puso de pie, era muy alta, y en un perfecto chileno -estaba llena de modismos, todo lo hablaba con diminutivos- preguntó, "¿y cómo se llama usted mijito?". Me acerqué y le extendí la mano, "Manuel Guerrero", le dije sin levantar la voz pero en forma muy clara, "el profesional a cargo del proceso de licenciamiento de su institución". Al oírme se echó un instante para atrás, y en un tono más delicado dijo, "Usted tiene un nombre histórico". "Y usted tiene una firma histórica", le respondí, y en sus ojos me pareció ver cómo recorría mentalmente la Ley de Amnistía.

 

Hubo un silencio de un par de segundos y luego nos sentamos a analizar la situación del instituto. Al poco tiempo solicitamos al Ministerio de Educación su cierre. Pero no porque lo dirigiera Mónica Madariaga, no por los actos pasados de su rectora, sino porque en el presente esa institución no cumplía condiciones mínimas de calidad y habían antecedentes objetivos que lo evidenciaban.

 

Durante un par de años me envió tarjetas de Navidad. "Felices fiestas Manuelito, que lo pases bien y en paz junto a tu familia". Nunca se las respondí. Daban ganas de espetarle, "Mi familia está incompleta, porque la dictadura de la que fuiste parte asesinó al abuelo de mi hija, a mi padre". Sin embargo, cada vez que estuve frente a ella no lo hice. No le grité, ni la escupí. No lo hice y no me arrepiento. Considero que no era necesario, pues mi relación con ella era estrictamente laboral, de funcionario público con una rectora.


Ahora nosotros somos el Estado, pensaba en mi interior cada vez que ella llegaba a una reunión, y somos, debemos ser diferentes a lo que ellos fueron. No olvidamos a nuestros muertos, pero sabemos que el Estado es para todos sin excepción. Ahora es ella la que debe dar cuentas, como cualquier ciudadano que dirige una institución educativa, trátala como corresponde a esa condición. No seas victimario, no la conviertas en víctima, me repetía.

 

"Revanchismo jamás, justicia, nada más, pero tampoco nada menos". Suena bien, pero es difícil asumirlo y más aún aplicarlo. Ella debió haber rendido cuentas respecto de su participación en la infame Ley de Amnistía y tantas otras barbaridades de las que participó. De alguna manera lo hizo, en una forma peculiar, a través de las entrevistas que concedió, entre ellas cuando reconoció haber intervenido directamente para impedir que Sebastián Piñera, ahora candidato a la presidencia, fuera detenido a raíz de la investigación que realizaba la justicia en 1982 en el caso del fraude del Banco de Talca.

 

Hay muchos civiles que generaron las condiciones de posibilidad y de mantención de la dictadura que aún pasan desapercibidos. Me parece que no fue el caso de ella. Quizá el cáncer del cual acaba de morir, fue la forma en que su cuerpo y conciencia hizo justicia respecto de sí misma, de sus actos, de la impunidad que consume al cuerpo de Chile y vemos que también al cuerpo de su gente. Creo que debieran haber otras vías de absolución.


Esos caminos son los que nuestra sociedad y sistema político bloquean al no abrir más espacios para que se aplique mayor justicia en los casos de la dictadura. Que se investigue todo, que hayan sanciones, que no solo los asesinos materiales cumplan las penas, sino también sus autores intelectuales, las autoridades civiles de la época.


Sin ello no solo no se está reparando a las víctimas, sino que los propios victimarios se ven imposibilitados de alcanzar la paz. Paz que en algunos pocos casos, como en el de Madariaga, les desean a otros a través de inverosímiles tarjetas de Navidad, porque saben, tienen la certeza, que ya nunca más la obtendrán.

 

http://manuelguerrero.blogspot.com

 

0 comentarios