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Máximo Kinast Avilés

El Innombrable

CHILE: MURIÓ LA DAMA DE LA BURBUJA

Por Máximo Kinast

Siempre pensé - por ser pariente de quien era- y por no contestar las cartas de Amnistía Internacional cuando fue Ministra de Justicia de la Dictadura, que esta señora era chueca e inverecunda. Parece ser que me equivoqué ... un poco.

No sólo ella, sino mucha gente en Chile, vivió en una burbuja. Supongo que es una forma de defenderse.

ºººº Yo no he hecho nada malo ºººº no estoy involucrado en nada ºººº si hay gente a la que le suceden ’cosas’, por algo será ººººº lo mejor es no ver, no oir, no hablar...

No necesariamente se trata de gente malvada o estúpida. Ocurrió así en la Alemania Nazi. nadie vio nada. Nadie oyó nada. Nadie olió el humo de los crematorios... Nadie sabía nada. Nadie fue culpable de nada.

Y lo peor es que no fue una actitud premeditada, sino algo espontáneo. Si hubiese premeditación, una persona normal no podría librarse de los fantasmas con rieles en los pies, el vientre abierto a corvo, hundidos en altamar ... Simplemente muchos chilenos y chilenas entraron en su burbuja personal. Se creyeron su película y -lo malo- se la creen hasta hoy. Pero lo peor es que quieren que los demás nos la creamos.

¿Por qué sigues con ésto, Máximo? ¿No ha pasado suficiente tiempo? ¿No es mejor perdonar y olvidar que seguir dividiendo a los chilenos?

Pués te respondo como Andres Bello en ese poema famoso que tradujo: Sigo por los que no siguen.

No, no ha pasado el tiempo. (Si a tu hijo lo hubiesen asesinado cortándolo con hojitas de afeitar, o lo hubiesen quemado vivo con sopletes hasta los huesos ... ¿pasaría alguna vez el tiempo suficiente?)

Claro que es mejor perdonar y no hay nada que desee con más énfasis. Quiero perdonar todo ... pero, por favor, ayúdame a hacerlo. ¿A quién debo perdonar? ¿Qué le debo perdonar? ¿Desea mi perdón esa persona oculta? 

Y no seas canalla. Te respeto y acepto tus preguntas, pero las canalladas no las acepto. Eso de ’seguir dividiendo a los chilenos’ es una canallada. ¿Quién divide? ¿El asesino y sus cómplices y encubridores? ¿O el que reclama una justicia justa?

Al parecer la dama era algo honesta. Tuvo el valor de contar que usó su influencia para ayudar a Sebastián Piñera a zafarse del delito de desfalcar el Banco de Talca, lo que retrata al Piraña Piñera como lo que es, un delincuente y un pinochestista.

¿Cuándo saldrás de tu burbuja, amable lectora o amable lector? ¿Cuándo te darás cuenta de que el lavado de cerebro diario te ha comido el coco y crees vivir en una democracia, cuando en realidad vives en una plutocracia?

Esta señora Madariaga no pasa piola, aunque la encuentro más honesta y más inocente (o menos culpable) que otras personas, como la Senadora Evelyn Matthei  que intentaba colarnos la ’inocencia’ de su padre. ¡Cómo si no hubiese existido el Comando Conjunto!

En resumen, que acepto la verdad de que hubo una burbuja (o muchas); que las personas que han vivido en una burbuja son inocentes ... pero no demasiado; que el cuento de la burbuja no puede ni debe ser usado para hacernos comulgar con ruedas de carreta.

Les dejo con un excelente articulo de Manuel Guerrero:

 

LAS TARJETAS DE NAVIDAD DE MADARIAGA

por Manuel Guerrero Antequera

 

Hace años, mi primer trabajo profesional fue en la Secretaría Técnica del Consejo Superior de Educación, hoy Consejo Nacional de Educación. Como sociólogo estaba a cargo del seguimiento de varios procesos de autonomía de universidades e institutos profesionales nuevos. Entre ellos había uno de Concepción, que tenía de rectora a Mónica Madariaga. Durante medio año tuvimos intercambios epistolares, en los que yo redactaba oficios y cartas que firmaba el Secretario Ejecutivo del Consejo, los que ella respondía muy pomposamente. A mí me tocaba revisar y contestar sus comunicaciones, pero con la firma institucional. Hasta que en una oportunidad ella solicitó una entrevista personal.

 

Arribó en una camioneta cuatro por cuatro gigante. Se sentó en la sala de espera y luego de un momento fue atendida por el Secretario Ejecutivo. Yo estaba en mi oficina en el segundo piso y decidí bajar a saludarla, porque consideré que me correspondía hacerlo, pues llevaba los asuntos de su institución. Tuve algunos minutos de vacilación. Me pregunté qué me pasaría al estar frente a ella. Sin embargo, primó mi sentido del deber profesional. Ella estaba ahí como rectora, no por su calidad de cómplice de la dictadura, y en tanto autoridad educacional se merecía el trato deferente que le dábamos a cualquier persona. Bajé y entré a la sala.

 

El Secretario Ejecutivo, se puso un poco nervioso al verme, pero sentí que era más bien en una actitud de protegerme y solidaridad con esta extraña situación y encuentro un poco probable entre personas que, por sus historias de vida, estaban en bandos antagónicos. Ella se puso de pie, era muy alta, y en un perfecto chileno -estaba llena de modismos, todo lo hablaba con diminutivos- preguntó, "¿y cómo se llama usted mijito?". Me acerqué y le extendí la mano, "Manuel Guerrero", le dije sin levantar la voz pero en forma muy clara, "el profesional a cargo del proceso de licenciamiento de su institución". Al oírme se echó un instante para atrás, y en un tono más delicado dijo, "Usted tiene un nombre histórico". "Y usted tiene una firma histórica", le respondí, y en sus ojos me pareció ver cómo recorría mentalmente la Ley de Amnistía.

 

Hubo un silencio de un par de segundos y luego nos sentamos a analizar la situación del instituto. Al poco tiempo solicitamos al Ministerio de Educación su cierre. Pero no porque lo dirigiera Mónica Madariaga, no por los actos pasados de su rectora, sino porque en el presente esa institución no cumplía condiciones mínimas de calidad y habían antecedentes objetivos que lo evidenciaban.

 

Durante un par de años me envió tarjetas de Navidad. "Felices fiestas Manuelito, que lo pases bien y en paz junto a tu familia". Nunca se las respondí. Daban ganas de espetarle, "Mi familia está incompleta, porque la dictadura de la que fuiste parte asesinó al abuelo de mi hija, a mi padre". Sin embargo, cada vez que estuve frente a ella no lo hice. No le grité, ni la escupí. No lo hice y no me arrepiento. Considero que no era necesario, pues mi relación con ella era estrictamente laboral, de funcionario público con una rectora.


Ahora nosotros somos el Estado, pensaba en mi interior cada vez que ella llegaba a una reunión, y somos, debemos ser diferentes a lo que ellos fueron. No olvidamos a nuestros muertos, pero sabemos que el Estado es para todos sin excepción. Ahora es ella la que debe dar cuentas, como cualquier ciudadano que dirige una institución educativa, trátala como corresponde a esa condición. No seas victimario, no la conviertas en víctima, me repetía.

 

"Revanchismo jamás, justicia, nada más, pero tampoco nada menos". Suena bien, pero es difícil asumirlo y más aún aplicarlo. Ella debió haber rendido cuentas respecto de su participación en la infame Ley de Amnistía y tantas otras barbaridades de las que participó. De alguna manera lo hizo, en una forma peculiar, a través de las entrevistas que concedió, entre ellas cuando reconoció haber intervenido directamente para impedir que Sebastián Piñera, ahora candidato a la presidencia, fuera detenido a raíz de la investigación que realizaba la justicia en 1982 en el caso del fraude del Banco de Talca.

 

Hay muchos civiles que generaron las condiciones de posibilidad y de mantención de la dictadura que aún pasan desapercibidos. Me parece que no fue el caso de ella. Quizá el cáncer del cual acaba de morir, fue la forma en que su cuerpo y conciencia hizo justicia respecto de sí misma, de sus actos, de la impunidad que consume al cuerpo de Chile y vemos que también al cuerpo de su gente. Creo que debieran haber otras vías de absolución.


Esos caminos son los que nuestra sociedad y sistema político bloquean al no abrir más espacios para que se aplique mayor justicia en los casos de la dictadura. Que se investigue todo, que hayan sanciones, que no solo los asesinos materiales cumplan las penas, sino también sus autores intelectuales, las autoridades civiles de la época.


Sin ello no solo no se está reparando a las víctimas, sino que los propios victimarios se ven imposibilitados de alcanzar la paz. Paz que en algunos pocos casos, como en el de Madariaga, les desean a otros a través de inverosímiles tarjetas de Navidad, porque saben, tienen la certeza, que ya nunca más la obtendrán.

 

http://manuelguerrero.blogspot.com

 

Y SE VAN SABIENDO MÁS FECHORÍAS DEL INNOMBRABLE

Fotos e información (cortesia) de Alejandra H. Covarrubias - Carteles de la cocaína: Caso-PINOCHET - Facebook

Para asuntos de la cocaína-transferencias de tecnologías militares (producción y proliferación de misiles desde Chile), redes de colaboración con los servicios de inteligencia del Reino Unido y de los Estados Unidos de América.

Pinochet: The Politics of Torture (Paperback) by Hugh O’Shaughnessy (Author)
amazon.co.uk
http://www.amazon.co.uk/Pinochet-Politics-Torture-Hugh-OShaughnessy/dp/1899365419/ref=sr_1_2?ie=UTF8&s=books&qid=1248951456&sr=1-2

Publicado en el año 2000
ISBN: 0-8147-6201-8
First published in the UK in 2000 by:
Latin America Bureau (Research acn Action) Ltd.
1 Amwell Street, London EC1R 1Ul.

"The Observer": Periodista especializado en Latinoamérica. Periodista galardoneado que ha escrito sobre Latinoamérica durante 40 años en el "The Observer", "Financial Times", "The Independent", "The Guardian", "BBC News".

* Hugh O’Shaughnessy is a prize-winning journalist who has written on Latin America for over 40 years for newspapers including The Observer and the Financial Times. He has published a number of books on the region, including Pinochet and the Politics of Torture.


* Hugh O’Shaughnessy has written articles published in The Independent, The Guardian, BBC News and The Observer.

* No email address known for Hugh O’Shaughnessy.

You could try contacting The Guardian (Telephone: 020 3353 2000).
Based on the standard email format for The Guardian, the email address might be
para organizaciones de derechos humanos que deseen establecer contacto con el periodista por asuntos de investigaciones judiciales o de derechos humanos
hugh.o’shaughnessy@guardian.co.uk

EN UN DÍA COMO HOY, HACE DOS AÑOS...

La noticia tuvo muchas reacciones. Copio un Comunicado y dos poemas.

Recopilado por Máximo Kinast

 

 COMUNICADO

 

Tenemos el dolor de comunicar el sensible e irreparable

fallecimiento simultáneo de nuestros clientes:


Augusto Ramón Pinochet Ugarte

Augusto Pinochet Ugarte

     José Pinochet Ugarte

Daniel López

José Augusto Pinochet

José del Carmen Pinochet Ugarte

Ramón Ugarte

José Maria Ugarte

Juan Ignacio Ugarte

Ramón Augusto Pinochet

Augusto Ramón Pinochet

Ramoncito Ugarte

Juan José Pinochetti

Isaac Rabanit Ugarte

Augusto Ugarte Pinochet

 acaecido el domingo 10 de diciembre,

fecha en que se celebra

el día Internacional de los Derechos Humanos.


El Presidente y Directorio

RIGGS BANK

Washington DC., 11 de diciembre 2006

 

 

 Adivina adivinanza
Texto de Joaquín Sabina

Mil años tardó en morirse
pero por fin ya la estiró
los muertos del cementerio
están de fiesta mayor.
Seguro que está en el cielo
a la derecha de Dios.

Adivina, adivinanza
escuche con atención.

A su entierro de paisano
asistió Napoleón
Torquemada y el caballo
del noble Cid Campeador
el coño de la Lucia
y un dentista de mirón.
San Isidro labrador
y el soldado desconocido
a quien nadie conoció
Santa Teresa iba dando
su brazo incorrupto a Don
Francisco que no podía
resistir el mal olor.
Y el marqués que ustedes saben
iba muy elegantón
con uniforme de gala
de la santa inquisición
Cardoen incendia puros
con billetes de millón
y el niño Francisco Cuadra
de primera comunión.
Mil quinientas doce monjas
pidiendo con devoción
al Papa santo de Roma
pronta canonización
y un pantano inaugurado
de los del plan del Pojh
y el Ku Klux Klan que no vino
pero mandó una adhesión.
Y Pati la cantaora
y Don Cristobal Colón
y una teta disecada de
Cecilia Bolocco
las voces de Los Quincheros
cerraban la procesión
cantando a cuatro voces
"El Patito Chiquito".
Don Gustavo Leigh escuchaba y Mendoza
unos versos recitó
servía José Toribio
copas de vino chichón
Para asistir al entierro
Jaime Guzmán resucitó
y, otra vez, tras los responsos,
al cielo en coche ascendió.

Nunca enterrador alguno
conoció tan alto honor
dar sepultura a quien fuera
sepulturero mayor
ese día en el infierno
hubo gran agitación
muertos de asco y fusilados
bailaban de sol a sol
siete días con siete noches
duró la celebración
en leguas a la redonda
el champán se terminó
combatientes de Maipú
obreros de Concepción
los del exilio de afuera
y los del exilio interior
celebraban la victoria
que la historia les robó
más que alegría la suya
era desesperación.
Como ya habrá adivinado
la señora y el señor
los apellidos del muerto
a quien me refiero yo
pues colorín, colorado
igualito que empezó
adivina, adivinanza
se termina mi canción
se termina mi canción.

--
Corporacion Cultural ACU
http://corporacionculturalacu.blogspot.com

 

AGRADECIMIENTOS

Gracias Ardillita Parga, por enviarme este poema.

Gracias a Joaquin Sabina por escribirlo

Máximo Kinast

 

Desde Venezuela recibí este poema:

 

Camino  al  infierno

Te fuiste sin honores,

por la puerta de atrás

de la historia de América.

Huiste sin dar la cara,

por los muertos,

los desaparecidos,

y los torturados de chile.

Te llevaste el dolor

de quienes no pudieron

rescatar a sus hijos,

hijas,

padres,

madres,

hermanos,

hermanas,

esposos y esposas.

Te llevaste con tu maldad

el destino de quienes quedaron

sembrados para siempre,

en el sagrado suelo chileno,

que florece eterno con la sangre

de sus hijas e hijos gloriosos.

Te fuiste solo,

con el desprecio profundo

de los pueblos del mundo.

Enfrentaras por fin

la justicia divina.

Cobarde,

te fuiste con el rechazo eterno

de la gente de buena voluntad.

No pudiste llevar contigo

el oro y los millones

guardados como botín,

en bóvedas de bancos extranjeros.

Te fuiste,

al encuentro del infierno,

a encontrarte con los tiranos,

con los fascistas,

con los asesinos implacables

de los pueblos que luchan

y sueñan con su liberación.

No valdrá el falso Te Deum,

ni las misas compradas y falsas.

Al diablo dictador,

lacayo imperialista,

mercenario terrorista,

Hasta nunca asesino.

Criminal irresponsable,

traidor del pueblo y de Allende,

te vas sin honores,

por los abismos oscuros

del implacable destino.

No eras eterno e invencible,

como te lo hizo creer el imperio.

Marchaste hoy hacia el olvido,

Hacia las profundidades del infierno.

 

Obed Juan Vizcaíno Nájera.

Maracaibo- Venezuela.

12 de diciembre del 2006

 

 

 

El DÍA QUE CAYO PINOCHET – O DE CÓMO POR UN MOMENTO NOS ILUSIONAMOS

logo Ai BNegro

- Una mirada lúdica en la búsqueda de la justicia

En un estilo inusual, Amnistía Internacional presentó hoy una historieta educativa, creada por el artista chileno Nicolás Grum, que cuenta la historia y las consecuencias del arresto del general Pinochet en Londres.

El primer episodio de la historieta que cuenta una historia real y dramática, desde una mirada lúdica, puede verse en el website de AI Chile www.amnistia.cl y está acompañado de información certera sobre los efectos que el arresto de Pinochet en Londres ha tenido en la década subsiguiente.

La organización lanzó también un sitio especial en Facebook, para colectar testimonios de cómo se vivió en Chile y alrededor del mundo la experiencia de un atisbo de justicia para miles de víctimas de graves violaciones de Derechos Humanos. El sitio –especialmente destinado a jóvenes e integrantes de las redes sociales- puede verse en

www.facebook.com/groups.php?ref=sb#/group.php?gid=85015385577

Amnistía Internacional publicará la historieta en formato “fanzine” para distribuirla entre al público y en ámbitos escolares, y su edición final se presentará el 10 de diciembre, en conmemoración del Día Internacional de los Derechos Humanos y 60mo. Aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

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Equipo de Comunicaciones

Amnistía Internacional - Chile

Entérate, indígnate, actúa

CIPER: ARTÍCULO PREMIO INTERNACIONAL

Exclusivo: Viaje al fondo de la biblioteca de Pinochet

6 Diciembre, 2007

Entre los 55 mil libros que Pinochet atesoró en forma compulsiva y adquirió a punta de regateos y con fondos fiscales se encuentra parte de la biblioteca privada de José Manuel Balmaceda, una carta original de Bernardo O’Higgins y una particular edición sobre Manuel Rodríguez con timbre de la biblioteca del Instituto Nacional. CIPER se introdujo en los pasillos y testimonios de una faceta fascinante y jamás contada del ex dictador. Los peritos a los que el juez Carlos Cerda les ordenó determinar el valor monetario y patrimonial de su biblioteca debieron pasar 194 horas en terreno y otras 200 dedicadas a pesquisas para llegar a cuantificar su valor: US$ 2.840.000. Y eso que aún quedan cosas por descubrir.

Por Cristóbal Peña, CIPER

La mañana del martes 17 de enero de 2006, una camioneta tipo Van ingresó al fundo Los Boldos de Santo Domingo, en la costa central. Sus siete ocupantes -un chofer, un funcionario de Investigaciones y dos peritos bibliográficos acompañados por tres ayudantes- no tuvieron inconvenientes para ingresar a la propiedad de descanso de Augusto Pinochet Ugarte. Traían una orden del juez Carlos Cerda, instructor del caso por las cuentas del banco Riggs, para determinar el valor y origen de los volúmenes existentes en las bibliotecas que el general había ordenado construir en sus residencias.

Si bien ya se habían identificado en la guardia de entrada, al llegar a la bifurcación de avenida Don Augusto con paseo Doña Lucía, donde está la casa de los escoltas, la comitiva tuvo que repetir el procedimiento anterior. Mostraron sus identificaciones y la orden del juez. Como todo seguía en regla, continuaron la marcha por avenida Don Augusto y llegaron hasta una de las alas de la casa principal: un amplio espacio de entrada independiente y vista al mar donde el general tenía su biblioteca.

Al entrar, acompañados muy de cerca por cinco comandos vestidos con traje de campaña y armas de guerra a la vista, dos cosas llamaron la atención de los peritos. Una fue la gran cantidad de libros que había en ese amplio espacio, distribuidos en repisas, cajas de cartón y estantes corredizos o full space. Otra, el desorden reinante que presentaba ese despacho, además de una evidente falta de aseo, en el que miles de libros empolvados se hacían un lugar entre adornos, recuerdos, chocolates y objetos personales -como colonias, perfumes, desodorantes, toallas desechables, relojes, fotos, dagas, abrecartas y tarjetas de saludo, visita y Navidad, además de camisas, corbatas y calcetines nuevos, algunos aún con su papel de regalo a medio abrir- que su propietario dejó alguna vez ahí y muy probablemente después olvidó, sin que nadie se atreviera a sacarlos o cambiarlos de lugar. Tampoco a pasarles un plumero.

No hubo tiempo ni lugar para comentarios. Eran cerca de las diez de la mañana cuando los cinco peritos bibliográficos, encabezados por Berta Inés Concha Henríquez y Hernán Gonzalo Catalán Bertoni, dieron inicio a la primera de varias jornadas de trabajo que se extendieron a las residencias de La Dehesa y El Melocotón, además de las bibliotecas de la Academia de Guerra del Ejército y de la Escuela Militar, a las que el general donó cuantiosas piezas poco antes de abandonar la comandancia en Jefe. Había mucho trabajo por delante.
De acuerdo con el resultado de ese informe pericial, que quedó adjuntado entre fojas 71894 y 71912 y que hasta ahora ha permanecido inédito, el equipo de expertos bibliográficos trabajó 194 horas en terreno y otras 200 dedicadas a pesquisas e investigaciones tendientes a determinar el valor monetario y patrimonial de los volúmenes y su mobiliario. El estudio persiguió cuantificar los montos que el general invirtió en este rubro, a partir de dineros que en su gran mayoría se suponen provenientes de fondos de gastos reservados asignados a la Presidencia de la República, a la Casa Militar y a la comandancia en jefe del Ejército.

El informe establece que los libros adquiridos por el general Pinochet son cerca de 55 mil, cuyo valor global fue estimado en US$ 2.560.000. A este monto se suman los valores del mobiliario, encuadernación y transporte de publicaciones editadas en el extranjero, todo lo cual fue tasado en US$ 52.000, US$ 75.000 y US$ 153.000, respectivamente. El estudio trasciende las consideraciones económicas.

Tras dar cuenta de la existencia de piezas únicas, primeras ediciones, antigüedades y rarezas, algunas que ni siquiera se encuentran en la Biblioteca Nacional, el informe concluye que “las bibliotecas objeto del peritaje contienen obras y colecciones de altísimo valor patrimonial”.

Entre las muchas obras antiguas que atesoró Pinochet y que aún conserva su familia, aunque sujetas a embargo judicial, se cuenta una primera edición de la Histórica Relación del Reino de Chile, fechada en 1646; dos ejemplares de La Araucana que datan de 1733 y 1776, respectivamente; un Compendio de Geografía Natural y otro de Historia Civil, impresos en 1788 y 1795; un Ensayo Cronológico para La Historia General de La Florida, de 1722; una Relación del Último Viaje de Magallanes de la Fragata S.M. Santa María de la Cabeza, de 1788; y un libro de viajes a los mares del sur y a las costas de Chile y Perú, publicado en 1788 . (Ver lista de libros)

Además, el general se hizo de una parte de la biblioteca privada de José Manuel Balmaceda, incluida una edición a las honras fúnebres del ex Presidente chileno, en cuyo interior se encuentra una tarjeta de la viuda de éste; una carta original de Bernardo O’Higgins y una particular edición sobre Manuel Rodríguez que lleva el timbre de la biblioteca del Instituto Nacional.

“En términos generales, es una biblioteca cara por los volúmenes, muebles y encuadernaciones. Cara por las piezas únicas, por sus colecciones relevantes y, en algunos casos, por su valor documental”, sostiene Berta Concha, editora y librera, quien por primera vez se refiere al trabajo realizado por encargo del juez Cerda.

-Encontramos por ejemplo una biografía de Francisco Franco que Manuel Fraga Iribarne dedicó a Pinochet. También un ejemplar dedicado al mismo por Manuel Contreras. Esos elementos le dan un innegable valor agregado.

Tenida sport

¿Sabía el general qué tenía exactamente y cuál era su valor monetario y patrimonial? ¿Contaba con asesoría profesional? ¿Consultaba o leía con cierta regularidad las piezas más preciadas de su biblioteca? El informe pericial no responde esas preguntas. Tampoco parecen saberlo con precisión los comerciantes de libros, colaboradores y familiares de Augusto Pinochet que prestaron testimonio para esta investigación.

Al menos en público no se caracterizaba por demostrar una gran cultura, todo lo contrario. El general proyectaba ser un hombre básico, de conceptos elementales. Sus propios adeptos reconocen que era profundamente desconfiado, acostumbrado a compartimentar información y guardarse opiniones y sentimientos.

Una cosa es segura. El hombre que llegó a ser dueño de una de las colecciones bibliográficas más valiosas del país, con una inversión total que se calcula en 4 millones de dólares (si se le agrega el valor de la biblioteca napoleónica con sus bustos), tenía un aprecio particular por sus libros. Ese aprecio quedó de manifiesto la mañana del martes 17 de enero, a poco de iniciarse el primer peritaje en la casa de Los Boldos.

Acompañado por un médico, un asistente y dos o tres guardaespaldas debidamente armados, Pinochet apareció caminando por sus propios medios, ayudado por un bastón. Según recuerdan los peritos, porque esa imagen resulta inolvidable, vestía polera verde de manga corta marca Lacoste, shorts blancos tipo bermudas, zapatos sport claros y calcetines al tono y subidos casi hasta las rodillas. Tras saludar de beso a uno de los asistentes de los peritos jefes, una muchacha joven que permanecía en la entrada, se instaló tras su escritorio principal para observar en silencio a los intrusos que revolvían su más personal y preciado tesoro.

“Debió haber sido espantoso para él que fuéramos a hurgar en su reino. Pinochet era el rey de ese caos y nosotros habíamos llegado a invadírselo”, dice Berta Concha, quien sostuvo un curioso diálogo con el dueño de casa tras los saludos de rigor. Al notar que ella portaba como colgante una lupa de marco artesanal, adorno y a la vez instrumento de trabajo, el general quiso saber detalles.

-Es una lupa mexicana -se explicó Berta.
-¿Mexicana?
-Mexicana. Yo viví en México desde 1973.
-Yo tengo muchas lupas -dijo el general y procedió a buscar las lupas que había dejado en algún lugar de su biblioteca.
Los peritos siguieron en lo suyo. El general siguió buscando sus lupas sin éxito. Los guardaespaldas lo seguían y el médico abordó a los peritos para pedirles que no prestaran atención a los chocolates que el dueño de casa escondía en medio de los libros.

-Es diabético -confidenció en voz baja.

Al rato Pinochet se olvidó de las lupas y procedió a retirarse acompañado de su médico, su asistente y escoltas. En la despedida creyó necesario recordar que a los Presidentes de la República les suelen regalar muchas cosas, de preferencia libros, y que él lo había sido durante 17 años.

Los peritos continuaron trabajando durante todo el día. Augusto José Ramón Pinochet Ugarte no volvería a aparecer esa jornada. Tampoco las siguientes, ni en su casa de Los Boldos ni en La Dehesa, menos en El Melocotón. De acuerdo con el libro testimonial Caso Riggs. La Persecución Final a Pinochet, firmado por su nieto Rodrigo García, “la impotencia de ver a pelafustanes entrar y salir de su escritorio, con sus libros entre sus manos, le hicieron caer en cama por algunos días”.

Compulsivo y tacaño

Dos años y medio antes de ser objeto del primer peritaje bibliográfico, cuando las millonarias cuentas del banco Riggs aún permanecían secretas, Augusto Pinochet apareció sorpresivamente por una antigua galería comercial de calle San Diego, en el centro de Santiago. Sin previo aviso, acompañado de su escolta, llegó a visitar a su más fiel y entrañable librero.

En ese entonces Juan Saadé tenía tantos años como Pinochet, que iba para los 90, y aún estaba al frente de la librería de viejos que había fundado en 1941 con el nombre de La Oportunidad. Decía conocer a su cliente predilecto desde que éste era subteniente y solía comprarle libros de historia y geografía de Chile con cheques a plazo. Una vez que quedó instalado en el gobierno, el general de Ejército comenzó a pagar con cheques al día a nombre de la Presidencia de la República.

La afición a los libros fue creciente y antecede a la toma del poder.

En su declaración jurada de bienes, realizada el 21 de septiembre de 1973, declaró poseer una biblioteca particular por un valor de 750 mil escudos, correspondientes a poco más de 6 millones de pesos de la actualidad (US$12.000). De esa época se conservan antiguos ejemplares que llevan el timbre del teniente o ayudante mayor Augusto Pinochet Ugarte. También esas primeras ediciones rústicas de Geopolítica (1968) y Campaña de Tarapacá (1972), dos libros de su autoría que tuvieron una cierta repercusión en el mundo militar.

Desde joven fue aficionado a los libros, en particular a los de historia, guerra y geografía. De eso no parece haber dudas. Pero lo que resulta irrebatible, porque las cifras son demoledoras, es que a contar del Golpe de Estado, su biblioteca personal experimentó un sorprendente y sostenido incremento, producto no sólo de regalos propios del cargo.

Luis Rivano es vecino de la librería de Juan Saadé y aún guarda cientos de fotocopias con portadas de libros usados que ofrecía con sostenida regularidad al general Pinochet. En su mayoría son textos de ciencias sociales, muchos de ellos de marxismo y política de las décadas de los ‘60 y ‘70, que se salvaron de la hoguera en los días posteriores al Golpe de Estado.

Cuando el general se interesaba por algún título, cosa bastante frecuente, marcaba con un visto bueno la fotocopia de la portada para que Rivano se lo hiciera llegar a través de algún oficial encargado especialmente del tema. De esta forma llegaron a sus manos títulos como Si Yo Fuera Presidente, de Tancredo Pinochet; El Movimiento contra la Tortura Sebastián Acevedo, de Hernán Vidal; El Gran Culpable, de José Suárez Núñez; El Guerrillero, de Chelén Rojas; Teoría Secreta de la Democracia Invisible, de José Rodríguez Elizondo; y El Mercurio y su Lucha contra el Marxismo, de René Silva Espejo.

El procedimiento fue el mismo con otros libreros de viejos de las Torres de Tajamar, en Providencia. Uno de ellos, que pide guardar reserva de su nombre, recuerda que el general era un comprador compulsivo y de gustos muy definidos. Pedía todo lo que hubiese de Napoleón Bonaparte. Absolutamente todo. Era su gran obsesión. Casi tanto como Ortega y Gasset.

También los libros de línea, como enciclopedias, diccionarios y atlas. Los libreros de las Torres de Tajamar sabían qué ofrecerle y esperar de él: aunque era un cliente leal, que compraba de manera sistemática, a veces desenfrenada si estaban de por medio sus preferidos, solía adjudicarse rebajas unilaterales.

“Era ratón para pagar”, refrenda Octavio, hijo de Luis Rivano, que trabaja en Providencia y tuvo la osadía de devolver a La Moneda un cheque por $80.000 que el general había cancelado a cambio de un ejemplar de La Independencia de Chile, editado por Santos Tornero. “Yo sabía que el libro era bueno y que a él le servía, entonces por una cuestión de prestigio de librero insistí en que me pagara lo que valía”.

Al poco tiempo Octavio Rivano recibió un sobre con el mismo cheque por $80.000 y un adicional en dinero en efectivo. No se habló más del asunto.

Mi primera biblioteca

La última vez que Francisco Javier Cuadra se reunió con Pinochet fue hacia comienzos de 2006. Cuadra le contó que había conocido a la familia de Fernando Vega, un ex ministro de Fujimori que posee la colección más importante de textos antiguos sobre Chile. Pinochet le contó que hace no mucho había muerto Juan Saadé, su librero de toda la vida, y le pidió que le recomendara el suyo. Cuadra y Pinochet, a decir del primero, hablaban este tipo de cosas, incluso cuando ambos ocupaban oficinas en La Moneda y las urgencias eran otras.

El ex vocero de gobierno sostiene que en esa época, mediados de los ‘80, el general permanecía atento al proceso político soviético por medio de libros de actualidad sobre el tema que leía en francés. “Estaba al tanto de las últimas publicaciones sobre marxismo, si salía un libro nuevo, él tenía que tenerlo”. Dice Cuadra que para estas y otras materias modernas, se abastecía a través de editoriales y librerías que solían enviarle catálogos con novedades. Dice también que compraba bastante en librerías especializadas del extranjero.

A este respecto, la investigación judicial por las cuentas del Riggs ha indagado en las compras de libros y otros objetos de uso personal que llevaron a cabo los agregados militares por encargo de Pinochet y a costa de los fondos públicos. En la resolución que el juez Cerda dictó en octubre último, se lee: “Algunos de los pedidos eran ejecutados por los oficiales del Ejército de Chile que oficiaban como agregados en las misiones de Washington y Madrid o en las diversas agregadurías”.

Como se va viendo, las fuentes de abastecimientos fueron múltiples.

Hubo muchos regalos, por cierto. Algunos de importancia patrimonial, como el Compendio de Historia Civil del Abate Molina que el almirante Merino compró a Luis Rivano con motivo de un cumpleaños del general. Ese ejemplar de 1795 permanece en la casa de La Dehesa, sujeto a embargo judicial, y fue tasado en US$ 1.500. En una categoría similar está el Epistolario de Diego Portales obsequiado por Cuadra.

Hubo ese tipo de gestos y también compras directas y de montos considerables que el general realizó a costa de dineros públicos.

Un gerente editorial de la época, que aún sigue ligado al negocio y pide reserva de su nombre, fue citado hasta los mismos salones de La Moneda para que expusiera colecciones y textos de línea, en especial sobre historia. Como era un proveedor nuevo, hubo que dejarle en claro que al general no le interesaba en lo más mínimo la ficción. Para qué decir la poesía. El único texto propiamente literario que conservó en la biblioteca de Los Boldos se titula El Rigor de la Corneta y es un clásico de la literatura militar chilena.

Cuando el librero llegó a la casa de gobierno, fue instruido para que dispusiera los textos en una sala contigua al despacho presidencial y se mantuviera en silencio en una esquina, dispuesto a responder las preguntas que pudiera formularle el general. Así lo hizo, pero cuando éste apareció, acompañado de un pequeño séquito, no le dirigió la palabra, siquiera una mirada. Revisó los textos -entre los que se contaban un libro de música con tapa de madera, varias enciclopedias y una historia taurina y otra de castillos españoles- y se limitó a hojearlos y a dictarle a un asistente sus preferencias.

La ceremonia no duró más que unos pocos minutos. El librero se retiró en silencio con sus cosas y al día siguiente, siguiendo instrucciones, regresó a La Moneda para dejar la factura y cobrar un cheque girado a nombre de la Presidencia de la República.

Mediante este conjunto de prácticas, Pinochet llegó a acumular una cantidad impresionante de libros de todo tipo. Incluido el manuscrito original del Diario Militar de José Miguel Carrera que hace un par de años fue devuelto al Museo Militar. Pero todo eso, a entender de la perito Berta Concha, no hace necesariamente una buena biblioteca.

“Aunque tiene muy buenas cosas, y se nota que tuvo una asesoría detrás, es una biblioteca muy poco organizada, sin un gran orden, con un afán por atesorar por atesorar. Hay una cantidad de obras de referencia, enciclopedias casi escolares, que develan un escaso conocimiento y una escenografía del poder. Después de leer al personaje a través de su biblioteca, mi conclusión es que este señor miraba con mucha fascinación, temor y avidez el conocimiento ajeno a través de los libros. Quien mandó a quemar libros forma la biblioteca más completa del país. Eso es interesante. De alguna forma conoce la dinámica y el poder de los libros”.

De cualquier modo, el de Pinochet fue un proyecto en grande, megalómano, al borde del delirio, que no se fijó límites en gastos y procedimientos.

De acuerdo con el informe pericial ordenado por el juez Cerda, “no menos de un 5 por ciento (2.750 ejemplares) han sido especialmente encuadernados en piel”, lo que supone una inversión de $ 41.250.000. Lo que no precisa ese informe es que el trabajo realizado a piezas de todo tipo, desde valiosas colecciones completas de Benjamín Vicuña Mackenna a vulgares ediciones rústicas o simples revistas, fueron realizadas por Abraham Contreras, el más prestigioso encuadernador que ha tenido el país.

Como los grandes coleccionistas, el capitán general también tuvo la ocurrencia de marcar varios de sus ejemplares con un ex libris o sello de propiedad que mandó a fabricar a la Casa de Moneda de Chile. El sello tiene el diseño de una mujer alada que levanta una llama de la libertad al tiempo que sostiene un escudo con las iniciales de Augusto Pinochet Ugarte. La idea surgió casi a la par con el proyecto de ampliación de la biblioteca de El Melocotón, en el Cajón del Maipo, que en los ‘80 movilizó recursos y personal de CEMA Chile. La modesta casa de piedra, que originalmente estaba destinada a los escoltas, quedó convertida en un lujoso espacio de 80 metros cuadrados al que muy pocos tuvieron acceso.

Rodrigo García Pinochet fue uno de ellos.

El nieto del general recuerda que la biblioteca de El Melocotón era “como un lugar sagrado, un verdadero santo santorum” al que se introducía un poco a escondidas de su abuelo cuando lo acompañaba los fines de semana. “Era muy receloso de sus libros, siempre los ordenaba personalmente y llevaba una férrea contabilidad de los mismos”.

Tan cómodo y a sus anchas se sentía el general en El Melocotón, que según su nieto, pensaba pasar ahí sus últimos días.
Todo cambió a partir de esa tarde de domingo 7 de septiembre de 1986, cuando regresaba a Santiago en compañía de su nieto. Tras salvar milagrosamente de una emboscada de aniquilamiento, en un hecho que dejó cinco escoltas muertos, nueve heridos y un libro llamado Operación Siglo XX (de Patricia Verdugo) que llegó a la biblioteca del general, la casa de El Melocotón comenzó a ser objeto de un progresivo abandono.

La dispersión

En septiembre de 1989, ya resignado a dejar el gobierno y atrincherarse en la comandancia en jefe, Augusto Pinochet Ugarte inauguró la biblioteca de la Academia de Guerra del Ejército que lleva su nombre y reúne cerca de 60 mil títulos, la mitad de los cuales fueron donados por él.
(Consultar títulos de la biblioteca Presidente Augusto Pinochet Ugarte)

Ahí están varios de los textos de ciencias sociales que durante años le vendieron Juan Saadé y Luis Rivano. También varias de las enciclopedias y libros de línea y divulgación que el general adquirió de manera frenética. Hay piezas valiosísimas en términos patrimoniales, algunas como el Ensayo Cronológico para la Historia General de La Florida (1722), de Gabriel Cárdenas, tasado en más de tres mil dólares y que ni siquiera se encuentra en la Biblioteca Nacional. Hay cosas extrañas, como una horripilante versión de Martín Fierro forrada en cuero de vaca y dedicada por Raúl Matas hijo al “estimado Presidente”. Hay cosas dignas de atención, como una reproducción del despacho que el general ocupó en La Moneda. Cosas históricas como una firma de Manuel Contreras en el libro de visitas ilustres. Y también una de las más completas colecciones de libros que analizan el régimen militar.

El fondo bibliográfico aportado por Pinochet a la mayor biblioteca del Ejército se calcula en cerca de 29.729 títulos, poco más de la mitad de lo que aún se mantiene en poder de la familia entre las residencias de Los Boldos y Los Flamencos. En El Melocotón no quedan más que 200 libros sin mayor valor.

Una importante colección relativa a Napoleón Bonaparte, además de once esculturas en miniatura del mismo personaje, permanecen en la bóveda del museo de la Escuela Militar, a la espera de que el juez Cerda levante su embargo o determine otra cosa. Suman 887 volúmenes y fueron donados en septiembre de 1992 por su entonces comandante en jefe. Hay además, 633 títulos de diferentes temáticas que fueron a parar a la Fundación Pinochet y 37 que se encuentran en la biblioteca central de la Universidad Bernardo O’Higgins.

En el penúltimo caso, que no ha sido objeto de la investigación del juez Cerda, varios de los libros recibidos son relativamente recientes, en apariencia sencillos, sin mayor valor agregado. No hay grandes colecciones, rarezas ni antigüedades. Sin embargo, por razones diversas, tuvieron una significación especial para el hombre que los donó pensando en “la juventud chilena”, a poco de su retorno de Londres.

Entre esos 633 libros, hay una autobiografía de Erich Bauer, almirante de la marina del Tercer Reich, que aparece subrayada en la definición que entrega el autor sobre el vicealmirante Von Ingenohl: “Resultaba difícil adivinar su pensamiento íntimo, pues no descubría jamás sus planes a los ojos de los demás de manera abierta”.

Hay también marcas del lector en El Libro Negro del Comunismo. Crímenes, Terror y Represión, donde se subraya que las víctimas de los regímenes de la órbita soviética “ya se acercan a la cifra de cien millones de muertos”, y una dedicatoria que el autor de Estrategia y Poder Militar, Fernando Milia, capitán de la marina argentina, escribe en noviembre de 1976 “al señor general Augusto Pinochet, reconocido geopolítico ayer y pilar antimarxista hoy, con todo mi respeto intelectual”.

Consulta en línea biblioteca Presidente Augusto Pinochet Ugarte de la Academia de Guerra del Ejército

Ayudante de investigación: Aurora Radich

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NO OLVIDES TOMAR LA PÍLDORA

NO OLVIDES TOMAR LA PÍLDORA

EL JUICIO HISTÓRICO AL RÉGIMEN DE PINOCHET


SOBRE EL NUEVO SUICIDA DE LA DINA

NOTA DE MAXIMO KINAST. Es de público y universal conocimiento que en la mafia impera la Ley de la Omerta, o sea del silencio. El que la rompe o amenaza romper es eliminado, a menudo en un suicidio simulado.

El enorme parecido de la mafia con las Fuerzas Armadas de Chile me obliga a pensar en esta coincidencia. ¿por que esa lealtad al genocida Pinochet? ¿por qué guardar el secreto de los crímenes? ¿por qué no se rinde igual homenaje a verdaderos héroes honestos y constitucionalistas, como Prats o Schneider? La respuesta está en otras preguntas: ¿Quienes se han enriquecido con Pinochet? ¿Sigue habiendo negociados y negocios sucios en las filas de nuestras Fuerzas Armadas? Y yendo más lejos, ¿Están nuestros uniformados involucrados en el tráfico de drogas, además del tráfico de armas?

La nota de prensa que he recibido es muy escueta -pero es suficiente para pensar. y dice así:

NOTA DE PRENSA

Se suicida ex Dina procesado por caso Calle Conferencia

 

 

El empleado civil del ejército y miembro de la disuelta Dirección de Inteligencia Nacional (Dina) Carlos Marcos Muñoz, uno de los procesados en el caso Calle Conferencia, se quitó la vida en la madrugada de hoy en su celda del Comando de Telecomunicaciones del Ejército, donde cumplía la prisión preventiva ordenada por el juez Víctor Montiglio. El individuo se ahorcó tras haber sido sometido a nuevas diligencias.

 

 

De acuerdo a fuentes castrenses, Marco dejó en su habitación cuatro cartas explicando los motivos que lo llevaron a adoptar la drástica determinación de autoeliminarse.

 

 

Este hecho se suma a la muerte del coronel (R) de Ejército Germán Barriga, quien se lanzó del piso 18 un edificio el 2005.

 

Sobre ambos pesaba una encargatoria de reo por su presunta responsabilidad en el secuestro y la desaparición de seis dirigentes comunistas, en mayo de 1976, caso conocido como Calle Conferencia.

 

 

Las víctimas son el ingeniero Jorge Muñoz -esposo de Gladys Marín- Mario Zamorano, Uldaricio Donaire, Elisa Escobar y Jaime Donatto. También fueron detenidos con anterioridad el secretario general del PC, Víctor Díaz López, y el ex diputado Bernardo Araya y su esposa, Olga Flores.


FIN DE LA NOTA

Otra Nota de Prensa:  

 
Diario La Segunda.

 
Ex miembro de la DINA se suicida en recinto militar

Jueves 24 de Mayo de 2007

 

Fuente :La Segunda Internet

 

Juan Marcos Muñoz estaba procesado en el caso de la desaparición de la directiva del PC. Es el tercer caso de suicidio de inculpados por derechos humanos

  
Ahorcado fue encontrado hoy uno de los procesados por el caso “Conferencia’’ en el Regimiento de Policía Militar del Ejército en Peñalolén, lugar donde permanecía privado de libertad por orden del ministro en visita Víctor Montiglio.

 

Según informaciones extraoficiales, el fallecido es Juan Marcos Muñoz, de 72 años, un ex empleado civil que cumplió labores de cocinero en la DINA. El estaba imputado como presunto autor del delito de homicidio calificado y cumplía reclusión desde hace dos meses.

 

El fiscal militar de turno y detectives de la Brigada de Homicidios de Investigaciones se constituyeron en el lugar para indagar el deceso, y se presume un suicidio.

 

Marcos Muñoz dejó una serie de cartas a sus familiares y al juez a cargo de la investigación.

 

En enero de 2005, Germán Barriga, otro de los procesados en el caso Conferencia, se quitó la vida lanzándose desde la azotea de un edificio en la comuna de Las Condes.

 

Además, en octubre de 2006 también se auto eliminó el teniente coronel (r) del Ejército Gonzalo Asenjo Zegers, quien había sido encausado por el juez Haroldo Brito, en calidad de encubridor del secuestro de militantes de izquierda.

 

El caso Calle Conferencia da cuenta de la desaparición, en mayo de 1976, de la directiva clandestina del Partido Comunista (PC), operativo en que se perdió el rastro de una decena de dirigentes de la tienda, entre ellos Jorge Muñoz, esposo de la ya fallecida Gladys Marín