Pablo Neruda sí fue asesinado
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Por Grace Gálvez Núñez
Estos últimos días ha circulado la noticia de que el gran poeta Pablo Neruda fue asesinado y no murió debido al cáncer que lo aquejaba. La denuncia proviene de Manuel Araya Osorio, asistente personal del vate durante su último año de vida (1972-1973). Esto sin duda revuelve la historia de Chile y acongoja los corazones de los nerudianos del mundo.
«Lo único que quiero antes de morir es que el mundo sepa la verdad: que Pablo Neruda fue asesinado», suplicó Araya, y sus deseos fueron por fin escuchados y hechos públicos gracias al periodista Francisco Marín, de la revista mexicana Proceso.
Pero ¿cómo habrían matado a Neruda? Según narra Araya, el 23 de setiembre de 1973 el Nobel contó preocupado a su esposa Matilde Urrutia que mientras dormía (en una habitación de la clínica Santa María), entró un doctor y le colocó una inyección en el estómago. Horas después, Pablo Neruda dejó de existir. ¿Coincidencia?
El testigo aseguró que antes de aquel incidente, el poeta estaba «en excelente estado, tomando todos sus medicamentos. Todos eran pastillas, no había inyecciones». Sin embargo, luego de la misteriosa inyección «estaba muy afiebrado y rojizo (…). Entonces le vemos la guata (el estómago) y tenía un manchón rojo».
Curiosamente, momentos más tarde, un médico solicitó a Araya con urgencia que compre una medicina fuera de la clínica y le dio la dirección exacta a donde debía dirigirse. Allí lo esperaba un grupo de malhechores que lo golpearon brutalmente, le asestaron un balazo en la pierna y lo torturaron hasta dejarlo moribundo.
La Fundación Neruda al rescate. Inmediatamente después de que esta entrevista diera la vuelta al mundo, dicha Fundación envió un comunicado de prensa en el que descartó que exista evidencia que indique que Pablo Neruda haya muerto «por una causa distinta del cáncer avanzado que lo aquejaba».
«No parece razonable construir una nueva versión de la muerte del poeta, sólo sobre la base de las opiniones de su chofer, el señor Manuel Araya, quien viene insistiendo en este asunto sin más prueba que su parecer. Nos parecen mucho más serios y confiables los testimonios de las personas que estuvieron junto a Neruda en sus últimos días de vida, especialmente el de su viuda, Matilde Urrutia, quien en su libro “Mi vida junto a Pablo”, entrega una versión que consideramos fidedigna sobre la muerte del poeta», sostienen.
Es cierto que Matilde, en dicho libro, dio la versión que todos conocemos respecto al fallecimiento del bardo y no habla de ningún asesinato o intento de él. También es cierto que fue ella quien protegió y conservó el legado de Neruda, y luchó contra la dictadura de Pinochet. Sin embargo, Araya asegura que ella sabía de lo sucedido, pero no quiso hacer denuncia alguna.
«Si inicio un juicio me van a quitar todos los bienes», le habría dicho la viuda, quien posteriormente puso fin a la relación amical con el asistente de su esposo, aduciendo que el problema no era de su incumbencia. Todos sabemos que Matilde Urrutia defendió hasta el final el patrimonio de Pablo Neruda y a ella le debemos que ahora cientos de personas podamos visitar sus tres casas convertidas en museo, en Chile.
Pero esto no es todo. El asistente del vate también denunció que el último deseo de Neruda era que «la casa de Isla Negra quedara para los mineros del carbón (…). Pero la Fundación (Neruda) se apropió de su obra y no ha concretado ninguno de sus sueños. A ellos sólo les interesa el dinero». (Esto último me consta. En mi visita a las casas de Neruda, observé mucho lucro y poca poesía).
En fin. Este es un caso que debe seguir su curso en los tribunales chilenos. El diputado y presidente del Partido Comunista de Chile, Guillermo Teillier, ya tomó cartas en el asunto y declaró que jamás se ha investigado la muerte del poeta ni se le ha realizado una autopsia. ¿Existiría la posibilidad de que exhumen sus restos, tal como se pretende hacer con el ex presidente chileno y amigo personal de Neruda, Salvador Allende?
De todo esto algo es cierto e innegable: a Pablo Neruda sí lo mató la dictadura. Si bien el poeta padecía de cáncer a la próstata, su enfermedad se aceleró fatalmente debido a todo el horror, la destrucción y los crímenes generados por el golpe militar de Augusto Pinochet.
«Escribo estas rápidas líneas para mis memorias a sólo tres días de los hechos incalificables que llevaron a la muerte a mi gran compañero el presidente Allende. (…) Aquel cadáver que marchó a la sepultura (…), aquella gloriosa figura muerta iba acribillada y despedazada por las balas de las ametralladoras de los soldados de Chile, que otra vez habían traicionado a Chile», narra tristemente Neruda en su autobiografía Confieso que he vivido[1].
[1] Pablo Neruda, Confieso que he vivido, Losada, Argentina, 1975, pp. 168-169
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