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Máximo Kinast Avilés

La derecha chilena sin escrúpulos.

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En el Parque por la Paz Villa Grimaldi, fueron lanzados panfletos denigrantes poco antes de la apertura de puertas por el Día del Patrimonio Cultural Chile 2011.
Felipe Henríquez Ordenes

No es fácil hacer un escrito, cuando encuentro noticias como la sucedida en el Parque por la Paz Villa Grimaldi, ex centro clandestino de detención y torturas de la DINA, por unos panfletos denigrantes que desconocidos lanzaron este domingo 29 de mayo, poco antes de la apertura de puertas por el Día del Patrimonio Cultural Chile 2011.

Estos panfletos contenían expresiones contrarias a la existencia de este sitio de memoria histórica y donde se escribió el siguiente  mensaje: “Villa Grimaldi es sólo patrimonio político  no tiene nada que ver con cultura. Con lo que gastan aquí alimentan y visten a miles de  niños huérfanos  que lo necesitan de verdad y no malgastando dineros adorando muros y piedras falsas.”

Es muy difícil referirse a los sucesos del 11 de septiembre de 1973, dejando fuera las propias pasiones. Es así porque se trata de un acontecimiento traumático para una gran mayoría de chilenos, cuyas consecuencias debemos vivir cotidianamente hoy. El Golpe de Estado ocurrido hace ya más de tres décadas, y no es un hecho histórico sepultado en el pasado, por el contrario, el presente económico, político y cultural del Chile actual no se explica sino por aquella fecha.

Como en una mala novela de terror, el amnésico Chile de hoy vuelve su mirada a las luminosas vitrinas del consumo suntuario, a las rutilantes pantallas de plasma, mientras en el patio desentierran osamentas de algún vecino o pariente. Son los muertos silenciados por esta historia macabra que todavía persiste, obstinada, en ocultar cadáveres en el ropero. El once de septiembre no ha terminado en nuestro país, está presente en cada línea de la Constitución, en el opaco gris de los cuarteles y comisarías; en la risa socarrona del “honorable”, y en muchos “hombres de negocios”. El once de septiembre sigue vivo en quienes tanto le deben al General.

El crimen cometido en Chile no atañe, tan sólo a los dramáticos sucesos conocidos por todos. El verdadero mal está todavía con nosotros, en nuestra vida cotidiana, en la injusticia naturalizada y aceptada como desesperanza. La verdadera traición a Chile es haber impedido que, por vez primera, aquel hombre y aquella mujer humilde, hubiesen comenzado a construir su propia dignidad en sus hijos, y en los hijos de sus hijos.

En un sentido último, Augusto Pinochet Ugarte, fue la mano tiránica que interrumpió la maravillosa cadena de la vida. Como Caín, el general asesinó a sus hermanos, ofendiendo al espíritu que late en el fondo de la historia humana. Sus obras, su herencia lamentable ya la conocemos: generaciones de chilenos condenados al infierno de la ignorancia, la pobreza, el luto y la indignidad. En el Chile del presente no hay paz para los muertos como tampoco la hay para los vivos.

Más allá de las complicidades de la mentira para ocultar la naturaleza de aquella tragedia; por mucho que se esfuercen algunos falsos profetas en exorcizar las cenizas, enseñando la resignación; hay un pueblo silencioso y paciente que encarna el advenimiento histórico de otro mundo.

Solo quiero expresar que siento una profunda lastima y pena al ver que aún quedan de aquellos especímenes que comen de lo que otros sufren, lloran, y padecen. Es realmente triste ver y comprobar que con toda maldad no tienen ningún respeto por el dolor ajeno. Mientras existamos en este mundo habrá miseria humana, soberbia, inmoralidad e ignominia, sin embargo hay que admitir que mientras haya esperanza y amor en este planeta se puede, y es que con un solo ser en este mundo que quiera dar sin esperar y que esté dispuesto a ofrecer sin pedir que tienda la mano sin restricción es suficiente, para levantar una muralla de amor y humildad.

Un sincero homenaje a las víctimas del holocausto, para que por fin se revelen dónde están nuestros caídos, hacer justicia a los sobrevivientes torturados, y a nosotros, los hijos de una segunda generación es menester no olvidar el pasado, y hacer justicia, y mientras no la haya, difícilmente habrá perdón y olvido.

Mi padre estuvo y fue víctima, yo estoy con él y también soy víctima, y estaré acá firme junto a todos aquellos que fueron y siguen siendo víctimas, y así construir un futuro mejor.

 

Felipe Henríquez Ordenes.
Ingeniero en Software.

Twitter : @PipeHenriquezO 

 
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