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Máximo Kinast Avilés

JUICIO POR INJURIAS EDWIN DIMTER/PASCALE BONNEFOY

El jueves, 14 de enero de 2010 se realizará un juicio público y oral en contra de la periodista Pascale Bonnefoy por injurias y calumnias presentado por el ex oficial de ejército Edwin Dimter Bianchi, a quien la periodista identificó como el represor conocido como “El Príncipe” del Estadio Chile en los días posteriores al golpe militar de 1973.

El juicio debió realizarse el 4 de noviembre pasado, pero el tribunal había cambiado la fecha sin avisar a ninguna de las partes.

En un artículo publicado en mayo de 2006 (adjunto) parcialmente en el diario La Nación y en su totalidad en Estocolmo.se, El Mostrador, PiensaChile y El Siglo, entre otros medios, Bonnefoy da cuenta de una investigación periodística que la llevó a confirmar la identidad del “Príncipe” como la de Edwin Dimter. Consultó a oficiales militares en retiro que lo conocieron en la época de los hechos y a numerosos ex prisioneros políticos del Estadio Chile, quienes lo reconocieron en fotografías de la época como en otras más recientes.

Este es el primer caso relacionado a violaciones a los Derechos Humanos durante la dictadura militar que se ventila en el nuevo sistema de justicia, oral y público.

De la especialidad blindados, Edwin Dimter participó en el tanquetazo en contra del gobierno de Salvador Allende el 29 dejunio de 1973, y tras ello fue detenido en un recinto militar hasta el mismo día del golpe, el 11 de septiembre de 1973. Ese día, retornó a su unidad y fue enviado en misión al Estadio Chile.

En el Estadio, Dimter se destacó no sólo por su inconfundible aspecto físico, sino también por su nivel de agresividad y actitud de mando, a pesar de no ser el oficial de mayor rango en el recinto. Hay testigos de cómo golpeó y maltrató a prisioneros y de un episodio en particular que pocos han podido olvidar: el asesinato a culatazos de un obrero de Textil Progreso, a quien el “Príncipe” ordenó castigar.

Se ha construido un mito popular en torno a que el “Príncipe” del Estadio Chile fue quien asesinó a Víctor Jara. Sin embargo, no existen testigos directos –salvo los propios involucrados- de su ejecución y el caso aún no ha sido plenamente esclarecido por la justicia. Dimter ha declarado varias veces ante el juez Juan Fuentes Belmar, quien investiga la muerte de Jara.

Por la defensa se presentarán cuatro testigos, todos ex prisioneros del Estadio Chile. A petición de la parte querellante, el tribunal no permitió la presentación de un mayor número de testigos, como fue solicitado por la defensa.

 

(Se adjunta artículo. ver más abajo)

DATOS:

Fecha: Jueves, 14 de enero 2010

Hora: 9 horas

Lugar: Centro de Justicia, Avenida Pedro Montt 1606, metro Rondizzoni

Juzgado: Séptimo Juzgado de Garantía, Edificio E, Piso 4

Querellantes: Edwin Dimter Bianchi, representado por los abogados Jorge Balmaceda, José Barahona y Jorge Montiel

Querellada: Pascale Bonnefoy Miralles

 Abogado defensor: Lorenzo Morales

 

Publicado parcialmente en:

·        La Nación (25 mayo 2006)

Publicado en su totalidad en:

·        Estocolmo.se, www.estocolmo.se (25 mayo 2006) http://www.estocolmo.se/chile/elprincipe_060526.htm

·        PiensaChile, www.piensachile.com (25 mayo 2006) http://www.piensachile.com/content/view/962/10/

·        El Mostrador, www.elmostrador.cl (31 mayo 2006)

·        El Siglo (5 junio 2006)

·        Otros por reproducción libre

 

Hoy se declara “exonerado político” y es jefe de Departamento en la SAFP

Edwin Dimter, el sádico “Príncipe” del Estadio Chile

Por décadas logró ocultar su identidad, cubierto por el silencio de sus antiguos camaradas de armas. Edwin Dimter Bianchi, audaz protagonista del tanquetazo de junio de 1973, fue “El Príncipe”, el sádico niño bonito del Estadio Chile al que le han imputado la muerte de Víctor Jara. Hoy, se declara exonerado político y ocupa un cargo de confianza en la Superintendencia de AFP.

 

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 EL PRINCIPE

por Pascale Bonnefoy

 

Al “Príncipe” no lo olvidarían jamás los cerca de cinco mil detenidos en el Estadio Chile los días posteriores al golpe militar de 1973. Era alto, rubio, de ojos azules, pelo engominado hacia atrás: un perfecto pije que se paseaba en los pasillos superiores del Estadio como pavo real, siempre balanceando un linchaco, permanentemente amenazando e insultando a los prisioneros.

 

“¿Me escucha la cloaca marxista? ¿Me oyen los comemierda? ¡Ahora se acabaron los discursos, chuchas de su madre! Ahora van a tener que trabajar.  Los que se nieguen a trabajar, los fusilaremos. ¿Me escuchan los vendepatria?”

 

El oficial, con su vozarrón, no necesitaba usar el micrófono dispuesto en el pasillo del segundo piso del Estadio Chile. “¡Tengo voz de Príncipe!” exclamó ante miles de detenidos. Así, el arrogante teniente de 23 años quedó como el “Príncipe”, y su cara redonda y bonita permanecería grabada en la retina de los prisioneros políticos para siempre.

 

En las últimas semanas, media docena de ellos ha reconocido a Edwin Dimter como el “Príncipe”, al verlo en persona y a través de fotografías.

 

“Todos los presos teníamos que mantenernos trotando con las manos en la nuca, mientras avanzábamos hacia un mesón donde Dimter anotaba los nombres de los presos. Mientras estaba en la fila, tenía que aprenderme mi número de carnet antes de llegar al mesón. Saltaba y me memorizaba el RUT. Cuando llegué al mesón, lo miré a él, y recordé mi RUT. Por eso se me grabó su rostro, su cara de ángel, porque fue mirándolo que me aprendí mi RUT por primera vez,” relata Víctor García, entonces estudiante de la UTE recluido en el Estadio.

 

Así lo ha afirmado también un oficial de Ejército en retiro que conoció a Dimter cuando éste era recién un cadete en la Escuela Militar a mediados de los sesenta, y se lo volvió a encontrar en el Estadio Chile, adonde este oficial había sido enviado a reforzar la guardia exterior.

 

Y así lo admitió el propio Dimter ante el juez Juan Eduardo Fuentes, quien investiga el asesinato de Víctor Jara en el Estadio Chile. Citado a declarar a mediados de marzo este año, según el abogado Nelson Caucoto, Dimter reconoció ante el magistrado haber estado en el Estadio Chile, aunque no admitió ser el “Príncipe”.

 

Como Dimter, otros dos protagonistas de la sublevación del Regimiento Blindados N° 2 el 29 de junio de 1973, conocido como el “tanquetazo”, en contra del Presidente Salvador Allende, también fueron citados a declarar y reconocieron haber estado en el Estadio Chile: el teniente coronel Roberto Souper y el teniente Raúl Jofré González.

 

“Dimter y Jofré fueron los más ‘perros’ en el Estadio. Tenían sangre en el ojo. Venían con mucha odiosidad por haber estado presos. Salen libres el día del golpe y se enfrentan a miles de detenidos, completamente a su merced. El ensañamiento para con los presos se explica por el estado psicológico con que venían,” explicó otro oficial de Ejército en retiro que fue instructor de Dimter en la Escuela Militar, y tuvo reiteradas oportunidades de encontrarse con él en los meses previos al golpe militar.

 

Dimter había recuperado su libertad recién el 11 de septiembre. Junto a Jofré, había permanecido casi tres meses recluido en la Escuela de Telecomunicaciones del Ejército en Peñalolén debido a su participación en el tanquetazo. Esa mañana, Dimter había dirigido una audaz acción de rescate: irrumpió con un tanque en el Ministerio de Defensa para liberar al capitán Sergio Rocha Aros, detenido a disposición de la justicia militar tras haberse detectado días antes el complot en el mismo regimiento. En la acción fue muerto el sargento Rafael Villena. Unos 15 civiles murieron ese día, entre ellos el corresponsal argentino de la Radio y Televisión de Suecia, Leonardo Henrichsen, quien filmó su propia muerte; Dimter es imputado en la querella criminal interpuesta por sus hijos en octubre pasado en Santiago.

 

El mismo día del golpe, Dimter retornó a su unidad, y según fuentes militares, él y Jofré fueron inmediatamente enviados en “comisión de servicio” al Estadio Chile, inaugurado como tal sólo cuatro años antes.

 

Era histriónico, y convirtió al Estadio Chile en su nuevo escenario. “En una ocasión, el Príncipe nos mostró un fusil AK-47 desde el pasillo del segundo piso donde hablaba. ‘Esto lo encontramos en un allanamiento. ¡Con esto nos iban a disparar!’ gritó. Uno de los presos preguntó a quiénes iban a disparar. ‘A estos pechos,’ dijo, y sacó su pecho hacia delante,” cuenta Guillermo Orrego, en la época trabajador de Standard Electric, detenido el 12 de septiembre y enviado al Estadio Chile.

 

Otro ex detenido, el abogado Boris Navia, entonces funcionario de la UTE, describió al “Príncipe” de esta manera: “Subía y bajaba gritando por las escaleras del Estadio. Aparecía de improviso en cualquier sector alto del estadio y los prisioneros debían hacerle silencio… Era un actor de pacotilla. Llevaba siempre en sus manos un linchaco, y al pasar por las hileras de presos que por horas y horas esperaban con las manos en la nuca para ingresar al Estadio, junto con los insultos, los golpeaba con su linchaco, de preferencia en los testículos”.

 

“En una de sus arengas –continúa Navia- el Príncipe dijo desde lo alto que no tenía porqué ocultar su rostro a estas mierdas marxistas y teatralmente se sacó los lentes ahumados y el casco, lanzando este último en un ademán histriónico. El casco rodó por las gradas, y dos pelados corrieron a buscarlo. Allí, bajo los reflectores, pudimos ver claramente su pelo rubio, su tez y ojos claros, su cara redonda, sus rasgos finos de niño bonito.”

 

Fue el “Príncipe”, según ex detenidos, quien ordenó a un soldado matar a culatazos a un obrero cuando el militar tropezó sobre su pierna. Y según testigos, fue quien atormentó y golpeó personalmente a Víctor Jara.

 

Aunque no se ha establecido judicialmente, el “Príncipe” ha sido sindicado como el que dio muerte al cantante, cuyo cuerpo apareció el 16 de septiembre cerca del Cementerio Metropolitano con 44 impactos de bala, junto a otros cinco ejecutados. Entre ellos, el ex director de Gendarmería, Litré Quiroga, con 38 impactos de bala en el cuerpo.

 

En diciembre de 2004, el juez Juan Carlos Urrutia procesó al teniente coronel en retiro Mario Manríquez Bravo por el homicidio de Jara, por haber sido el oficial a cargo del Estadio Chile. Sin embargo, aún no se establece quién o quiénes fueron los autores materiales. Numerosos testimonios apuntan al “Príncipe”.

 

Oriundo de Valdivia y único hombre entre los cinco hijos de Eduino Dimter Sube, descendiente de alemanes que colonizaron el sur chileno, Edwin Dimter Bianchi está emparentado por el lado de su madre, Rosa del Carmen Bianchi Zamora, con el Embajador de Chile en Estados Unidos, Andrés Bianchi Larre, también valdiviano.

 

En 1969, ya como cadete en la Escuela Militar, Dimter integró un escuadrón blindado junto a otros alumnos que ganarían notoriedad años después: José Gasset Ojeda, quien también participaría en el tanquetazo de 1973; Jorge Acuña Hahn, quien integró la Caravana de la Muerte a Cauquenes en octubre de 1973; y Manuel Provis Carrasco, ex miembro de la Brigada Caupolicán de la DINA, años después, jefe del Batallón de Inteligencia del Ejército, y hoy procesado por el secuestro del químico de la DINA, Eugenio Berríos, y por asociación ilícita en la muerte del coronel Gerardo Huber. El escuadrón lo comandaba el entonces teniente José Zara Holger, ex miembro de la DINA y hoy procesado por el asesinato del general Carlos Prats.

 

“Conocí a Dimter en la Escuela Militar, cuando él era cadete. Ya entonces todo el mundo le decía ‘el loco Dimter’. Era buen alumno, pero loco. ¡Había que ser un poco loco para meterse con un tanque al Ministerio de Defensa!” afirmó un oficial en retiro.

 

Dimter egresó el 1 de enero de 1970, al igual que compañeros de promoción como Armando Fernández Larios, Augusto Pinochet Hiriart y Oscar Izurieta Ferrer. Diez días después, el “loco Dimter” viajaría a Panamá junto a más de 100 oficiales chilenos, para recibir un “curso de perfeccionamiento” en la Escuela de las Américas. Dimter tomó el “Curso de Orientación sobre Armas de Combate”, de un mes de duración.

 

Después de su paso por el Estadio Chile, a comienzos de 1974, Dimter fue  enviado a la Escuela de Blindados en Antofagasta. Sin embargo, por razones que aún no se han podido confirmar, fue dado de baja el 31 de diciembre de 1976. Esta baja a destiempo le permitió, y sin duda con algún aval político, postular a los beneficios de la Ley de Exonerados Políticos en febrero de 1999. Fue calificado como tal el 20 de enero del 2000. Se le acreditaron 11 meses, 29 días sin trabajo, por lo que tiene derecho a un abono por esa laguna previsional.

 

No sería la primera vez que el Programa de Exonerados Políticos del Ministerio del Interior entrega beneficios a criminales. Ya les había pasado con el agente de inteligencia de la Fuerza Aérea, Rafael González Verdugo, procesado por el homicidio en 1973 del estadounidense Charles Horman en el Estadio Nacional, y con el capitán de Carabineros Fernando Chesta Puente, involucrado en la muerte de Sergio Verdugo en 1976.

 

“A raíz del caso de González Verdugo, nos dimos cuenta que ‘se nos fueron’ unos ocho a nueve casos mal calificados, de militares que postularon como exonerados. A menudo contaron con el aval de un senador que certificaba su calidad de exonerado político. Pero era un proceso poco riguroso,” explicó un funcionario del Programa.


Cuando postuló como “exonerado”, Dimter ya estaba inmerso en el aparato público y en algún momento en el camino, se tituló de contador-auditor. A principios de los ochenta, ingresó al Ministerio de Obras Públicas gracias a los buenos oficios del entonces ministro del ramo, general Bruno Siebert. Después, en 1985, ingresó a la Superintendencia de AFP, escalando posiciones hasta ocupar hoy un cargo de confianza de la Superintendenta Solange Berstein, quien debe conocerlo desde al menos 1994, cuando ella ingresó a trabajar como analista en la División de Estudios de la SAFP.

 

En su oficina de Jefe del Departamento de Auditoría de Procesos Especiales y Pensiones en el piso 14 del edificio del Ministerio de Trabajo, Dimter no da pistas sobre su vida privada. Sólo tiene un escritorio y un estante con material de trabajo; ninguna fotografía familiar adorna el lugar; ningún libro revela sus intereses. Según testigos, ni siquiera permite que otros le sirvan el café. Él se hace todo solo.

 

Y no quiere saber nada de sus antiguos compañeros de armas, a quienes les dio la espalda hace años. 

 

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