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Máximo Kinast Avilés

JORGE ELIÉCER GAITÁN Y LA DEMOCRACIA DIRECTA

Por Gloria Gaitán

para una publicación del Barrio Jorge Eliécer Gaitán de Girardot

 

El objetivo de la lucha de mi padre, Jorge Eliécer Gaitán, no era, como sí lo ha sido el de un gran número de dirigentes colombianos que desde su adolescencia o su niñez decían que querían ser Presidentes de la República.

No, mi padre tenía otra cosa en mente. Su objetivo de vida era participar en la instauración en Colombia de una DEMOCRACIA DIRECTA, o popular, para sustituir la Democracia Representativa, o burguesa –como la que ahora tenemos- que sólo sirve para que una clase privilegiada –a la que él llamaba el País Político u Oligarquía– se apodere de las riendas del poder para manejarlo en su exclusivo beneficio, ocultando su propósito con ofrecimientos demagógicos que siempre terminan beneficiándolos a ellos mismos. Bien lo dijo recientemente el temporalmente depuesto mandatario de Honduras, el Presidente Zelaya, que si fuera el pueblo el que hiciera las leyes ya no habría pobreza.

Mi padre definió el propósito de su lucha diciendo: “Lo que queremos es la democracia directa, aquella donde el pueblo manda, el pueblo decide, el pueblo ejerce control sobre los tres poderes de la democracia burguesa: el Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial y que, además, garantice la equidad en el aspecto económico. Allí donde el pueblo es el pueblo, el pueblo ordena y ejerce un mandato directo sobre y en control de quienes han de representarlo. Todo esto exige trabajar honda y apasionadamente en el CAMBIO DE UNA CULTURA que despierte en el pueblo voluntad para regir directamente sus destinos y exige un profundo cambio constitucional para DISPONER DE UNA CONSTITUCIÓN ACORDE CON LA NECESIDAD DE UN MANDATO POPULAR DIRECTO sobre los destinos de la patria, que elimine los filtros que la democracia burguesa establece y defiende”.

Por estas razones, cuando en los años treinta, bajo el gobierno de Olaya Herrera el Partido Liberal pensó seriamente en designar a mi padre candidato oficial a la Presidencia de la República por el liberalismo, él rechazó el ofrecimiento diciendo que la democracia no consiste en que el pueblo vote a favor de candidatos escogidos por las cúpulas dominantes, sino que la democracia electoral comienza con la escogencia directa del pueblo de los candidatos por los cuales se va a votar.

Y es así cómo, muchos años más tarde, en 1945, levantó su voz contra la escogencia a dedo del candidato oficial del partido liberal, que había recaído en la persona de Gabriel Turbay y fue entonces cuando propuso la realización de la GRAN CONVENCIÓN POPULAR, que se realizó ese año en el Circo de Toros de Santamaría con delegaciones provenientes de todo el país, las que en acto democrático y participativo escogieron a mi padre como CANDIDATO DEL PUEBLO, mientras las élites del Partido Conservador lanzaban como su candidato a Mariano Ospina Pérez.

Pero el pueblo, que no tenía conciencia política –como no la tiene ahora– votó mayoritariamente por Ospina con 500.000 sufragios, luego vino la votación por Gabriel Turbay –el candidato de la oligarquía y la plutocracia liberal– con 400.000 votos y finalmente Jorge Eliécer Gaitán, escogido democráticamente por el mismo pueblo, sólo obtuvo 300.000 votos, mientras 800.000 colombianos se abstuvieron de votar. Fue así cómo el pueblo derrotó a Gaitán cuando tuvo la oportunidad de que llegara a la Presidencia de la República y que este país tomara un rumbo distinto del que ha tenido.

Sólo después de que con Ospina subiera al poder el Partido Conservador, fue cuando una inmensa mayoría de colombianos comenzó a apoyar mayoritariamente a mi padre, convirtiéndose así en la figura más poderosa de la vida colombiana en ese momento. Pero ese apoyo no se lo dieron porque buscaba como propósito de lucha la instauración de una Democracia Participativa, ni porque propuso en el llamado Plan Gaitán una democratización del crédito y una profunda reforma agraria, ni porque como Ministro de Educación planteó una novedosa propuesta pedagógica, ni porque como Ministro del Trabajo impulsó el sindicalismo. ¡No! Por nada de eso lo apoyó masivamente el pueblo. Lo hizo porque pensaba que era el único que podía reconquistar el poder para el Partido Liberal, así fuera que a la presidencia llegara un oligarca liberal defensor de los intereses de la clase opulenta.

Con toda razón escribió alguna vez Alfonso López Michelsen una frase contundente: “La tragedia de Gaitán, en la mitad de su carrera pública, fue, no ya la incomprensión de aquellos a quienes combatía, sino de sus seguidores, que no querían acompañarlo a la tierra prometida que él tenía imaginada, sino a la que ellos concebían”.

Y el pueblo colombiano sigue en las mismas, detrás de los jefes liberales, así sean agentes de los banqueros, o ellos mismos latifundistas y explotadores del pueblo. Por ello es que hay que hacer conciencia y recordar lo que dijo mi padre: “los intereses de las masas liberales no pueden ser resueltos por quienes la dirigen y hoy detentan el poder, porque esos dirigentes son los banqueros liberales y los latifundistas liberales, que tienen intereses contrarios a las masas que los siguen… Bastará que las masas lleguen a un plano de relativa conciencia para que el rompimiento se presente y comprendan la trivial verdad de que sus intereses no pueden ser resueltos por quienes tienen intereses contrapuestos”.

 

Bogotá, 20 de julio de 2009

 

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