Anoche, al regreso de la manifestación frente a la embajada de Perú, me encontré con la noticia que llegaba de Chile: Carlos Liberona había fallecido.
Si bien era algo que podía definirse como previsible, dado su estado de salud, el enfrentar esa realidad te golpea con la misma brutalidad que cuando cae por sorpresa.
Quedé un buen rato petrificado, con trabajo por hacer esperando. La primera reacción fue devolver ese mensaje de aviso, y compartir con l@s Compañer@s que se enteraban de esto al mismo tiempo que yo, lo que venía a mi mente en ese momento. Lo que necesitaba decir, lo que necesitaba recordar.
Hace unas pocas semanas enviamos la invitación a una cena solidaria en Santiago, procurando recaudar fondos para enfrentar los gastos de la última etapa de su enfermedad, muy costosa. Hubo respuesta de suscriptores de REDH, que agradezco.
Anoche no pude compartir la noticia. Hoy tampoco. Pero en este momento lo están velando en Villa Grimaldi, ese lugar que fue el infierno, ese infierno que él conoció, y hoy es un parque maravilloso, reconstruido por los sobrevivientes, que transformaron los escombros cobardes que dejó la dictadura: celdas y salas de tortura convertidos en paseos, caminos, donde uno no pierde conciencia de lo que pasó, porque está todo recreado en vida y en colores nuevos.
La primera vez que fui a Grimaldi fue con él. Hoy escribo mientras su familia y compañer@s lo despiden allí, es mi manera de estar allí también.
Carlos fue y ‘ES’ un amigo y un Compañero entrañable, necesario. Compartimos encuentros donde él provocaba y daba espacio a la discusión, al intercambio de ideas y opinión entre la gente más diversa. Armaba todo con generosidad, sentido y dedicación, y se hacía a un lado para que no se note que eso, se estaba dando tal como él esperaba (y como debía ser), espontáneamente... Creaba el espacio, el clima, y dejaba fluir. Parecía espontáneo y en realidad lo era, su capacidad estaba en crear las condiciones y en qué medida nos conocía a tod@s.
Una manera muy particular (y muy efectiva) de construir dando espacio, sin esquivar la confrontación, pero abriéndola dentro de un clima de acuerdo. Lo que parecía imposible se iba dando, y cuando estaba claro y lo buscabas para hacerle un gesto "al final tenías razón, esto está saliendo bien", te miraba de costado, sonriendo con los ojos, regalándote una mirada cómplice.
Guardo en mi memoria y en mis afectos esos encuentros, y me reservo el orgullo de haberlo visto actuar, de hablar desde el primer día como si nos hubiésemos conocido toda la vida, de haber recibido su palabra confiada, su interés por devolver la solidaridad con creces, sin darse cuenta que quien más daba era él.
Siempre lo rodeaba gente valiosa, y una cantidad de jóvenes que se contagiaban de su manera de organizar las cosas, su cuidado y su responsabilidad. Respeto y veneración a "el viejo’, como le decían cuando no estaba (y él lo sabía, y te lo contaba con la misma sonrisa cómplice con que lo voy a recordar siempre).
Carlos ha dejado mucho hecho, y muchas ideas y proyectos. Esos proyectos abiertos pueden no ser los mismos, pero se harán. Su modo de trabajar, de ver las cosas ha sido pasado a toda esa gente. Me consta.
Hijo de madre mapuche, mirista, revolucionario, desaparecido, exiliado, padre de numerosos hijos propios y de la vida y el camino transcurrido junto a Ula, su mujer; constructor de consensos, provocador de todo lo bueno, Compañero y Amigo.
Es imposible despedirte habiendo dejado y enseñado tanto.
>> Experiencia y diálogos sobre la Carta de las Responsabilidades Humanas - Carlos Liberona (Enviado por Adriana Goñi) (156.66 kB)
De Carlos Rivera:
Querid@s compañer@s:
No sé bien qué frase utilizar en este momento, sólo que se ha ido nuestro amigo, compañero y para muchos el padre político. Hace media hora fui a su casa a saludar y me encontré con que hacía muy poquito rato, Carlos había partido al encuentro de la eternidad.
Su velorio será en la Villa Grimaldi.
La situación, como es evidente, está muy dolorosa en su casa, aun cuando Ula y los hijos están tranquilos asi que creo que aun debemos dejarlos vivir la situación antes de llamar por teléfono. Miguel me ha dicho que es posible que en la tarde ya se pueda ir a visitarlo a la Villa, veremos que sucede. Mil disculpas por la incoherencia de este correo, me duele a cada paso las palabras
Cordialmente Claudia Videla
PD: Villa Grimaldi está ubicada en Arrieta 8401 y el teléfono es el 2925229
Estimado Carlos y Claudia :
Con mucha pena hemos recibido la noticia de la partida de nuestro buen amigo Carlos Liberona, quien aportó a la lucha por la defensa de la vida y a mantener abiertos los espacios de reflexión y acción. Iremos a despedirnos de él y rendir nuestros respetos
Atentamente Juan Carlos Cardenas y Patricio Igor
HASTA SIEMPRE COMPAÑERO
Hace algunos minutos nos han dado la noticia. Aunque la esperábamos, por todos los antecedente médicos negativos, nos aferrábamos a esa costumbre popular de creer que la gente buena se recupera si se hacen cadenas de oración y se tiene fe.
Carlos fue un gran amigo nuestro, nos apoyó con todo, igual como lo hizo con pobladores, intelectuales, mapuches, mujeres, minorías étnicas y sexuales.
Nadie que necesitó de una palabra de aliento, una paleteada, un "ahí veremos que podemos hacer", puede sentirse frustrado después de haber compartido con Carlos Liberona.
Entre tantas luchas tuvimos desencuentros idiotas, estúpidos, desencuentros que en caso alguno manchan esa amistad, ese afecto que le profesamos desde que le conociéramos.
Fue uno de los nuestros que le visitaba permanentemente, el que nos contó de su debilitada salud y por esta vía le hicimos llegar nuestro afecto y los deseos de recuperación. Varios en representación de la CGT se hicieron parte es esa sencilla pero significativa cena que se hizo, hace algo mas de una semana, para reunir recursos que ayudaran a paliar, aunque fuera en parte los enormes gastos que demandó su atención y cuidado.
Fue de los que primero conoció del proyecto del MOSICAM y nos alentó a desarrollarlo, su apoyo fue vital para imprimir el libro testimonial "Cerro Chena" que homenajeo la memoria de los ferroviarios fusilados en San Bernardo. Su aporte fue sin condiciones en cada lucha por la causa de los derechos humanos y no solo lo hizo en el escrito y el discurso sino también en primera fila de la manifestación mientras se lo permitió su salud.
Para esta CGT Carlos Liberona no pasó desapercibido, con él fuimos a foros y encuentros defendiendo el proyecto de la organización de clase, recibimos en una solemne ceremonia a Jose Saramago, desarrollamos y dejamos inconcluso el proyecto de un centro de veraneo para los trabajadores y aunque en el final de sus días no pudimos intercambiar palabras, esto no es impedimento para decir que fue un grande y que lo recuerdo, lo recordamos como tal.
En mi oficina quedará como testimonio esa foto de Clotario Blest y Rafael Marotto que un día me obsequiara. A la señora Ula y sus hijos mí sentido pésame, el saludo de una organización sindical que reconoció antes que la dolorosa partida, el valer de un gran hombre.
HASTA SIEMPRE, CARLOS LIBERONA
A nombre del Consejo Directivo Nacional de la C.G.T
MANUEL AHUMADA LILLO
Presidente Santiago, 11 de Junio de 2009
Nuestra Fuerza es la Unidad, Nuestra Meta la Victoria
De Arturo Celis:
Estimad@s:
Por mi entermedio, Igor Cantillana ha enviado este recuerdo de Carlos que adjunto, el cual le gustaría fuera leído en sus exequias.
SALUDO Y RECUERDO DE CARLOS
POR IGOR CANTILLANA, DESDE ESTOCOLMO, SUECIA.
El día 7 de diciembre de 1979 a las 12 hrs. nos vimos por primera vez en la estación ODEON de París y el punto de encuentro fue bajo la estatua de Dantón.
Claudio, que era el nombre político de Carlos Liberona en ese momento, se presentaría ante mis ojos por primera vez y nunca olvidaré su mirada dulce y sonrisa bonachona. Era un huaso de Chillán, de los buenos. De los muy buenos se mostraría con el tiempo.
Me reclutaba para la dirección del Mir en Europa; yo venía de Suecia al encuentro, y tomaría mis tareas en el problema de las finanzas. Una vez más el partido me daba una tarea de mucha confianza.
Durante muchos años, hasta el momento en que el Partido se disolviera, trabajamos juntos. Discutimos mucho.
Apasionadamente, porque a Claudio le gustaba polemizar y lo hacía con ganas pero siempre con respeto por su camarada, sin abandonar un tono bonachón un tanto paternalista que desarmaba a cualquier espíritu agresivo. Claudio trabajaba siempre, las 24 horas del día. Tenía una familia numerosa en Alemania; llegar a su casa era compartir el dormitorio con muchos más. Y sin saber cómo, se daba tiempo para todos. Porque la familia mirista era grande y él la visitaba en todas partes. Era como un cura de campo. Siempre con una sonrisa, con un predeterminado afán de ayudar.
Las tareas nuestras no eran populares. Las tareas de un partido revolucionario nunca fueron fáciles y menos aún en tierras extrañas, en donde no sólo el idioma era un problema, sino y, sobre todo, la exclusión de las sociedades respectivas era un gran problema. Un problema que afectaba la salud de la familia mirista. Una familia fiel y trabajadora que entregaba todo su esfuerzo en construír una retaguardia que servía a la Resistencia en Chile.
Los héroes morían, los sobrevivientes eramos hombres de intendencia.
Tuvimos golpes fuertes y teníamos que saludar a los familiares de los caídos. Claudio a la cabeza. Y teníamos que seguir viviendo y trabajando hasta darle sentido a tanto sacrificio y a tanta muerte.
Y así seguimos, y seguramente Claudio, Carlos Liberona, vivió hasta el último minuto de su vida esa exigencia.
Yo no me atrevería a decir que Carlos descansa en paz. La verdad es que no creo que alguno de nosotros tenga descanso hasta que se levante en Chile una sociedad más justa, en donde la justicia social, sea producto de la libertad del ser humano, del ejercicio de su libertad y de su conciencia social. en donde el respeto de los derechos humanos sea el eje de las relaciones humanas en cada frente de trabajo, oficina, barrio. En donde nos demos tiempo para atender las relaciones entre ser y ser. Y éso está limitado a pequeñas comunidades de seres que sepan escucharse, respetarse y tolerarse.
Esa es la lección que me deja Claudio. Nadie como él practicó estos principios. Nadie como él trasmitía a todos esa humanidad y esa generosidad que establecía para todos el mismo valor.
Cuando volvió a Chile, me pidió contactos con el frente cultural, porque ahí quería levantar su techo. El frente cultural en Chile ha estado siempre a la interperie y por lo mismo ha formado seres de fierro, que a pesar del óxido se mantienen y se preservan de generación en generación. Le alegró encontrarse y hacerse amigo de Juan Radrigán, le admiraba. La gente de Teatro, por supuesto, puesto que eran mis colegas en Chile, fueron los primeros en enseñarle las claves de la sobrevida y se fueron agrupando y levantando proyectos conectados con Europa.
Carlos, Claudio, fue un puente cada véz más importante en esa comunidad de resistentes en Chile. Y cada vez que se comunicaba conmigo para realizar un proyecto que serviría a todas las partes, y lo poníamos en función, era más vida la que se insuflaba en su alma.
Yo diría que Carlos vivía de esos momentos poéticos en que una sueño se hacía realidad. Ya nos contentábamos con éso. Éso y su familia. Su Ula, sus hijos.
Su casa era mi casa cuando estaba en Chile. Mis hijos eran sus hijos. Conoció a mi madre, a mi hermana, a mis sobrinos. Compartió su primera oficina en Chile en un departamento que dejaba mi familia al trasladarse a Curicó.
Fui con el Teatro Sandino a fines del 91 y giré por todo Chile y las poblaciones de Santiago y Puente Alto con Fulgor y Muerte de Joaquín Murieta escrito por Pablo Neruda, y yo llevaba un elenco de jóvenes bandidos chilenos que después de ese encuentro con Chile y su gente entendieron que tenían que establecerse en este país llamado Suecia para poder ayudar a sus familias pobres de Chile y para responder a las esperanzas que en ellos los de aquí depositaban.
Así nos fuimos apoyando Carlos y yo durante todos estos años. 30 años de comunidad de sueños, de utopías ,y de proyectos concretos alrededor del trabajo social y la cultura. De la solidaridad y la amistad. El verano del 2007, hace exactamente dos años atrás estuvimos juntos en Estocolmo levantando proyectos. Comimos juntos con antiguos combatientes y también otra noche con Bibi Andersson que venía de enterrar ese día a Ingmar Bergman. En Suecia podíamos movernos de un extremo a otro de la sociedad porque la Casa de Ula y de Carlos en Santiago era la casa de los artistas suecos. Los que no habían dormido ahí habían comido un asado y tomado vino ahí.
La Casa de Ula y Carlos en la falda de la Cordillera de los Andes en Santiago será para siempre nuestra Casa. Así lo quisieron ellos. Y así lo queremos nosotros.
Yo no sé si puedo hacer justicia con palabras a la hermosa humanidad de Carlos Liberona. Seguramente la tarea me queda grande.
En enero de este año estuve diez días en Santiago y hablé con Andrés Pascal. Tuvimos la alegría de abrazarnos y sentirnos vivos y luchando con las armas que hoy nos son posibles. Ahí supe que Carlos estaba mal. Muy mal. Andrés me dijo que lo viera porque quizás sería por última vez. Y me asusté. Me dio miedo y no hice mucho por verlo. La cobardía tomó posesión en mí y al volver a Suecia, sentí verguenza. Lo hablé con viejos amigos y me consolaron de que ante lo que uno es impotente a veces la evasión se justifica.
Yo recordaba los versos de Federico García Lorca frente a la muerte de su torero favorito, y me repetía NO QUIERO VERLO.
Estás últimas semanas esperando la muerte del amigo no han sido gratas. Ha sido doloroso. La rabia y la humillación de mendigar para conseguir cuidado y morir sin dolor, para un amigo que dió tanto por tantos, no pudo borrar la conciencia de una tarea inconclusa, que recuerda lo mucho que hay todavía que hacer pora darle sentido a tanto sacrificio en ese país nuestro.
Yo creo que me quedaré con la esperanza de volvernos a encontrar un día con Carlos bajo la estatua de Dantón. Añoro ese día y esa sonrisa.
Ula, Sebastián, Miguel, los que conocí mejor, y que aman a su esposo y padre, reciban de mí y mi familia en Suecia nuestro dolor y nuestra memoria.
Con ustedes y para siempre, Igor Cantillana. Estocolmo, Suecia, 12 de julio de 2009.
Publicado en Piensa Chile :
Adiós Carlos Liberona. ! Hasta la Victoria Siempre !
por Edmundo Lebrecht (Alemania) viernes, 12 de junio de 2009
Nota de la Redacción:
Sus restos mortales estarán siendo velados todo el día de hoy en Villa Grimaldi A las 18 horas de hoy viernes 12 de junio de 2009 habrá allí una misa en su memoria.
Sus restos serán cremados en ceremonia intima, familiar, en el Crematorio del Cementerio Católico a las 11 horas de mañana viernes, para luego ser traslados a su tierra natal, Chillán.
En Santiago de Chile, se nos ha ido un amigo, mi compañero Carlos Liberona, el Claudio, militante revolucionario...
Me lo han informado hoy, exactamente en momentos en que me encuentro trabajando en Alemania, en cuyas calles compartimos el exilio como parte de una etapa en nuestro largo caminar conjunto desde que nos integramos a los más altos grados de nuestra conciencia, como miembros del gran colectivo del Movimiento de Izquierda Revolucionaria, el MIR de Chile.
Vivimos el alud social de un pueblo esperanzado del período pre-revolucionario, participamos en la lucha clandestina, resistimos en las cárceles y nos conocimos en el exilio mirista. Desde entonces, forjamos nuestra amistad inspirada siempre en la fraterna discusión, en los trabajos orgánicos en que fuimos elegidos por las bases.
La vida militante y la empatía personal, nos llevó a un permanente actuar político conjunto. Puedo decir, que nos conocimos profundamente. En el plano personal compartíamos nuestro dolor por el alejamiento forzado de nuestros seres más queridos, obligados por las opciones de los compromisos con nuestra organización y por la emancipación de nuestro pueblo. Sentimientos que intuitivamente compensábamos en la relación fraternal con nuestros(as) camaradas.
Carlos era un ser superior. Era un líder sin querer serlo, sin ambicionar serlo. Si quisiera definirlo, diría sin titubear que Carlos era un constructor. Construía fuerza orgánica, construía fuerza social exactamente adecuada a lo que su pensamiento le inspiraba. En esto fue incansable. Lo ví así, en momentos en que se decía que en Chile no pasaba nada. Cuando el repliegue social era profundo y el paso del pinochetismo a la democracia amenazada, había descolocado políticamente a los partidos de izquierda, él ya recuperaba y construía fuerza social y política con jóvenes de la última etapa de la resistencia antidictatorial.
Hay que decirlo, a propósito de jóvenes, donde cifró siempre las esperanzas constructoras, que Carlos fue el de la idea de organizar a los jóvenes en lo que después sería la Juventud Rebelde Miguel Enríquez. Lo hizo pensando primero en los jóvenes hijos de miristas en el exilio y desde allí la organización de jóvenes revolucionarios se multiplicó hacia Chile siendo un importante aporte a la regeneración de las fuerzas de la Resistencia y al internacionalismo hecho acción y lucha.
Construyó coordinación de fuerza sindical, ecológica, de mapuches exiliados en Santiago, jóvenes de provincia, estudiantes, migrantes y apoyó las luchas sectoriales de cada una de estas fuerzas. Fue gestor y protagonista de la fundación de la Escuela de Teatro de la fenecida Universidad de la República, donde varios de nosotros encontramos una fuente laboral, reconociendo el rol del arte como medio de multiplicación ideológica a través del lenguaje estético.
No es casualidad que Carlos no fuera eso que llaman un "hombre público". Nunca procuró figurar ni hacer aspavientos de su liderazgo tan legitimado por los hechos. Llevaba consigo la modestia, la humildad de sus raíces provincianas y de su familia sencilla asentada en la cultura de lo popular.
No pintó para héroe, siendo siempre fiel representante de la heroicidad del hombre común, del que no abandona su inserción permanente con el resto de los seres comunes que luchan también por forjar la cotidianidad. De ahí era la fuente principal de su sencilla y valiosa sabiduría.
Carlos amigo y compañero: He estado desgarrado de tristeza desde que supe que tu última lucha iba por el camino del desenlace fatal. Durante todos estos días en que sufrí la casualidad de no estar en Chile acompañándote, me llené de recuerdos de todo lo que compartimos. Más que lo político, se me priorizaron en esos recuerdos todos esos episodio de relación humana que tuvimos (si es que se pudieran separar de lo político).
Esa coincidencia de que tuviéramos cumpleaños en la misma fecha y que decidiéramos celebrarnos año a año en conjunto con nuestros camaradas y amigos(as).
¿Te acuerdas? Yo venía del sur. Recordaba esas serias reuniones de La Jefatura Europea, donde me enviabas papelitos disfrazados de escritos políticos y eran poemas de Vallejo. Yo te contestaba con de Rokha.
Te acuerdas cuando nos extraviábamos en las desconocidas urbes europeas. Solías siempre echarme la culpa. Y tu familia grande alemana que te llenó de hijos de los que tratabas de desentrañar las miserias familiares de las que provenían, para darles junto a Ula, el calor de una familia con estabilidad emocional.
!Ah Carlos! Se me están pasando las penas. Acabo de constatar un raro hálito de felicidad. Sí, Compadre, compañero, amigo, hermano, estoy feliz de haberte conocido. Feliz de haber compartido tanto contigo. Feliz de haber aprendido de ti.
Contento de tanto joven, tanto trabajador, tanto mapuche, tanta mujer, tanto intelectual, tantos, a los que le abriste espacio para desplegar sus mentes en acción social y política para construir el futuro por el que luchaste hasta el último suspiro.
Adiós Carlos Liberona y digámonos como aprendimos del Ché:
!Hasta la Victoria Siempre!
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