TELMO ANDRÉS CARRILLO RODRÍGUEZ
hoy...
estan haciendo ocho días que estaba arreglando sus remedios, poniéndole las inyecciones que iban en esa vía que tenía instalada para el suero y allí le ponía sus remedios. Luego le puse su nebulizador y cuando terminó le puse el oxígeno, todo como ya había aprendido.
Luego que terminé de arreglarlo me hice el mate y lo traje para tomar juntos. Es verdad que ya no estaba tomando mate, pero yo lo hacía y lo traía a tomar a su lado porque me sentaba y le hablaba y conversaba sobre las cosas que habían pasado o la gente que lo había visitado y Telmo me miraba y me seguía con los ojos cuando yo me movía. Y si estaba tomando mate a su lado me miraaaaba y yo le sonreía. Estos últimos días, desde que vinimos de Altos, si había cerrado los ojos, yo le decía: descansa amorcito, descansa ese corazoncito que tanto luchó por la vida, yo ya acepté que te vayas a descansar.
Es verdad, ya había aceptado que lo mejor para Telmo era que descansara su corazoncito, que ya no tenía fuerzas para recuperarse. Tanta ilusión tenía yo que en Altos iba a recuperar sus fuerzas, que salir de Altos me hizo caer en la realidad de que ya no teníamos fuerzas, ni él ni yo para seguir luchando por vivir así, porque ahora yo sé que vive de otro modo: en el colibrí que viene a bailar frente a mi puerta, como Ancestros de los guaraní, como el Telmo espléndido que siempre fue y es, en los arroyos de agua fresca donde se tiraba cada vez que pasabamos por uno, o en los ríos que cruzábamos: en el Aquidaban, en el Ypané, en el Jejuí, en el Itanará, en el Paraguay, en el Monday, por cada río que ibamos a cruzar él me hacía parar y se tiraba vestido o desvestido, según lo agarrara el apuro por meterse en el agua. Yo, que le tengo miedo al agua, me quedaba en la orillita y le pedía que no se fuera hondo, por favor! y él venía a buscarme y me ayudaba a meterme en el agua despacito, hasta donde me diera mi miedo, que sempre respetó.
A esta hora, hace ocho días, hizo un pequeño suspirito, que sentí porque estaba a su lado, tan pequeño fue! Pero ese pequeño suspiro resonó en mi corazón porque no lo había hecho nunca antes, así que puse la mano sobre su pecho para decirle como otras veces: descansá amorcito, no te preocupes de nada, yo voy a estar bien y voy a seguir nuestro trabajo, no te preocupes. Pero su corazoncito ya se quedó quieto.
No encontré su latir, así que puse su mano sobre mi pecho, como siempre y le repetí: descansá mi amor, descansá tranquilo, a nosotros nos toca seguir ahora. Andá a caminar como dijiste, pero volvé, no te vayas lejos, por favor! Andá y volvé, como tantas veces!
Si ya sobreviví ocho dias, puedo tratar de sobrevivir otros ocho, y así, de viernes en viernes seguir viviendo, seguir luchando, seguir amando...
Esto quería compartir con uds. nuestros amigos, nuestros hijos, nuestros compañeros y compañeras.
Acá va un pedacito de nuestros corazones: el de Telmo y el mío Mónica
1 comentario
Máximo Kinast -
Lo conocí en Can Bardina, Almogavares 73, Barcelona, un lugar tan mítico como Camelot. Se hablaban más de 40 idiomas. Habíamos gentes de todas las naciones, colores y lenguas. Unidos por un ideal libertario y solidario. Telmo era el lider natural. Había estado en el ERP y en Nicaragua con los sandinistas. Flaco como un hueso, con pelos largos peinados en rafta y muchos collares. Lo normal en Telmo, un abogado paraguayo registrado en el Colegio de Abogados de Barcelona... pero indocumentado, como buen inmigrante. Ahora descansa en paz. Tuvo la suerte de ser amado y de morir junto a su compañera, cuya carta nos trae su recuerdo.