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Máximo Kinast Avilés

MEMORIALES SIN MEMORIA: EL BLANQUEO DE JAIME GUZMÁN

Por Carla Peñaloza P.*

Toda persona o comunidad humana tiene derecho al recuerdo, conmemorar fechas o personajes. Pero ello no es posible cuando ese recuerdo ofende y daña a una parte importante de la nación como sucede, precisamente, con el recién inaugurado memorial en homenaje a Jaime Guzmán.

Peor aún si ello ocurre desde una posición que no se hace cargo en absoluto de la integralidad del problema de la memoria histórica de Chile ni de la importancia de ésta para impedir que crímenes de lesa humanidad vuelvan a ocurrir bajo cualquier pretexto.

Que Guzmán haya perdido la vida en un atentado terrorista es absolutamente condenable, de tal manera que si el acto del domingo hubiese sido para condenar dicha acción, la presidenta, en nombre de todos los chilenos, debiese haber estado ahí.

Sin embargo, el memorial de Jaime Guzmán no recuerda tanto su muerte, como lo que sus partidarios han llamado su "obra". En este punto se hace necesario señalar que dicha "obra" se enmarca en su directa participación en el aparato de un gobierno que ejerció el terrorismo de Estado.

Guzmán fue asesor e ideólogo de la dictadura, lo que significa que no sólo sabía -como el mismo declaró más de una vez-, de las numerosas violaciones a los derechos humanos que ocurrían cada día de aquella época, sino que fue el artífice del entramado legal e institucional que facilitó que se perpetraran dichos crímenes. Supo, pero nunca los denunció. Sabía lo que acaecía y sin embargo nunca se alejó del poder. Guzmán no defendió la vida.

Más aún, fue asesor de un poder legislativo inexistente, que ocupaba el lugar del clausurado parlamento, elegido democráticamente por todos los chilenos. Así también, fue asesor personal de Pinochet, que también suplantó la voluntad popular. Guzmán, por tanto, no era un hombre de convicciones democráticas.

De tanto en tanto se suele decir que él salvó a mucha gente durante la dictadura. Cada vez que eso sucede no puedo dejar de pensar: por cada persona que Guzmán salvó, ¿cuántas no tuvieron la misma suerte? ¿Qué poder tenía Guzmán para salvar a quienes consideró oportuno? ¿Y los demás? ¿Por qué Guzmán no hizo nada por salvarlos? ¿No pudo, no quiso? Si no pudo, ¿qué hizo para evitarlo?, y por último ¿por qué apoyaba, voluntariamente y desde la primera fila una dictadura reñida con los más elementales códigos éticos? No fue por miedo, ni por ignorancia. El peor pecado de Guzmán es que todo lo que hizo y dejó de hacer fue por convicción.

Toda comunidad tiene derecho al recuerdo, pero la memoria debe ser también ejemplar, en el sentido de transmitir valores democráticos a las nuevas generaciones y no es ético insistir en  la teoría del "empate moral", que supone víctimas en dos bandos de una guerra que nunca ocurrió.  Por el contrario, es importante señalar con fuerza que lo que ocurrió en este país, tal como lo afirman los Informes Rettig y Valech, fue una política sistemática de violaciones a los derechos humanos, dirigida desde el Estado.

No es lo mismo defender la democracia, y los derechos humanos que actuar en su contra. Por eso no podemos poner en el mismo sitio a las víctimas de las violaciones a los derechos humanos ocurridas en dictadura, que a los funcionarios que por complicidad u omisión, fueron parte de esa política de exterminio, como es el caso de Jaime Guzmán. No es lo mismo ser un presidente democráticamente electo depuesto por la fuerza, como Allende, que ideólogo de una dictadura, como lo fue Guzmán.

En un estado democrático todos tenemos el derecho y el deber de juzgar desde un punto de vista ético la actuación propia y ajena, especialmente cuando se trata de situaciones límites, como lo es una dictadura. Siempre será más fácil decir: "todos fuimos culpables, por lo tanto todos inocentes", pero no es justo, ni veraz. En materia de derechos humanos no puede haber empates morales.

Hace un tiempo, murió Osvaldo Romo, conocido por su brutalidad y sangre fría para torturar. Nadie fue a su funeral. A nadie se le ocurriría, por cierto, hacerle un memorial.  Es claro que Romo no es lo mismo que Guzmán, el primero hizo el trabajo sucio, recibía órdenes, y dicen que hablaba y olía mal. Guzmán hacía los discursos que justificaban las violaciones a los derechos humanos, redactaba la antidemocrática constitución del ochenta y nunca dejó de usar corbata. No es lo mismo, pero se parece demasiado.
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*Carla Peñaloza P. Universidad de Chile
cpenaloza@uchile.cl 
http://carlamilar.blogspot.com

Patricia PARGA-VEGA
Journaliste/Periodista
Investig'Action - Belgique.

NOTA DE MÁXIMO KINAST: No sé si no es lo mismo. A mi me parece igual. Me parece evidente que Jaime Guzmán fue un inverecundo ideólogo, cómplice y encubridor de una nefasta  política de Terrorismo de Estado, que sirvió para que unos pocos pudiesen robarse Chile y para que muchos se empobrecieran, con un Sistema Económico que hemos denunciado desde hace mucho años y recién ahora, con la crisis global, vienen comprendiendo los que no son ciegos y sordos a la lógica. El Neoliberalismo sirvió para que unos pocos robaran y sigan robando. Jaime Guzmán lo ideó casi todo. Milton Friedman y el japones que contaba cuentos chinos, como el fin de la Historia son sus mentores (auqnue no haya coincidencia cronológica con el último). Es culpa de esa doctrina inhumana que Chile está dividido. Todavía hay chilenos que celebran y aman al innombrable, ese Cerdo Vitalicio que asesinó e hizo asesinar para robar en su propio beneficio. Todavía hay muchos insensatos en Chile que fomentan el odio y la división al querer compara lo incomparable. Los que estamos por abrir las alamedas no somos iguales a los que están por cerrarlas. Y no aceptamos compararnos con ellos.

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