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Máximo Kinast Avilés

EL TORITO CANCHERO


Autor: Popular anónimo

En un pueblo del sur de Chile, cuyo nombre no quiero contarles, nació un novillo que un campesino más bien pobre, y por casualidad, lo compró en el remate de la feria local.

Como el animal, que era de buena raza, estaba sucio y muy flaco, el hombre pagó un precio bajo por él. Pero luego de un par de meses en el campito de su nuevo dueño la lluvia lo lavó y el buen pasto lo hizo engordar, poniéndose muy hermoso el animal.

Debido a que el campesino estuvo un tiempo enfermo en el pueblo, el animal, cuidado por su esposa y sus hijas, llegó a ser un torito de muy buena pinta.

Cuando el dueño regresó del hospital se dio cuenta de la buena compra que había hecho, por lo cual esperó a que su torito llegara a la edad de engendrar.

El torito comenzó su vida adulta preñando a las vacas de los vecinos más cercanos y el resultado de su trabajo fueron varias docenas de hermosos terneros que le dieron fama en toda la comarca.

De ahí en adelante el torito, que se puso muy canchero, llegó a ser el preferido de la provincia y la envidia de los terratenientes que no se demoraron en llegar a donde el campesino con ofertas para comprarle el entonces famoso reproductor.

Pero el campesino, que no quería vender el torito que lo estaba haciendo rico, puso un precio casi inalcanzable por su animal. Los terratenientes fueron donde el Alcalde y le contaron el deseo de preñar sus vacas con aquel ejemplar de toro jamás visto en esa provincia, pero que ellos no podían comprar. Entonces al Alcalde, que era uno de ellos, se le ocurrió comprarlo con dineros de la Municipalidad y así se hizo.

Una vez instalado el flamante toro en los establos municipales, los terratenientes comenzaron a llevarle sus vacas. Entonces el toro, que acostumbraba a no dejar pasar a ninguna hembra sin montarla de inmediato, dejó pasar a un vaquilla holandesa de grandes tetas, casi sin mirarla. A la vaquilla siguiente, una hermosa rojiblanca de piernas largas, la miró, pero lo mismo, la dejó pasar sin demostrarle mayor interés.

Después le llevaron una vaquilla chilena de patitas cortas y ancas regordetas, que pasó delante del toro mirándolo de reojo y arrastrando intencionalmente las patas traseras. Pero una vez más, el toro la miró, canchero, pero no se movió de su lugar.

Muy sorprendidos, algunos, y enojados, los otros, los latifundistas y el Alcalde fueron a buscar al campesino para reclamarle por el inusitado comportamiento del toro.

El hombre se asustó, pensando que le iban a pedir la devolución del dinero y en tanto llegó a la Municipalidad fue a ver al torito al establo.

Lo examinó con mucho cuidado y comprobó que el animal estaba muy bien de salud, bien alimentado y bien cuidado.

Entonces, acercándose a una de sus orejas, le dijo:

—¿Qué le pasa, compadre toro, qué no le gustan estas lindas vaquillas? ¡Mire que las está dejando pasar a todas sin mirarlas siquiera!

—Y qué quiere, hombre —le respondió el toro—: ¿No ve  que ahora soy funcionario municipal?

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