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Máximo Kinast Avilés

CARTA DE CRISTINA CASTELLO

Queridos amigos,   

Viví intensamente el día histórico de la muerte de Pinochet, que asesinó a más de 3.100 personas y torturó a otros 27.000 seres humanos que soñaban, amaban, luchaban. Muchos de ustedes lo saben: en el mismo momento empecé a comunicarlo, estremecida y tratando de que, sin embargo, las neuronas no dejen de funcionar.   

Paradojalmente, murió el Día de los llamados “Derechos Humanos”; y digo llamados pues comer, educarse, soñar y tener derecho a la vivienda, a la salud y a la esperanza, son también derechos humanos, absolutamente ignorados por la mayoría de los gobiernos.  De todos modos, quizás la fecha de la muerte del tirano sea un guiño de la vida. Quizás esa sea -apenas y tanto-  la luz de una luciérnaga en medio de la noche, ya lo dije, ya lo escribí. Celebremos. Celebremos para reforzar nuestro compromiso.  Para que un día la sonrisa del mundo acaricie a los desesperados.  Por justicia, por paz, por libertad, por niños que sonrían, por viejitos que puedan ser sabios y no mendigos, por cada uno de los desaparecidos de Chile y del planeta, de pie frente a sus corazones. Luchemos por un mundo sin amos ni esclavos.  

Celebremos. Pero no olvidemos que la lucidez es un estado de gracia. Y más necesario que nunca, en estos días. No olvidemos que el criminal Pinochet murió porque era un anciano. Ojalá nuestros padres, sembradores de vida, hubieran vivido hasta los 92 años. No olvidemos que Pinochet murió sin ser castigado y que la muerte que sembró durante su tiranía no fue siquiera resuelta por la Justicia.   

No olvidemos, pero no por odio, –sentimiento que no conozco y sí conozco el desprecio hacia los monstruos- a nuestros propios desaparecidos en Argentina.No olvidemos a nuestros propios verdugos.   

Quisiera que se analizara cuántos saben en Argentina, la "perfección" de la crueldad que cometieron Videla, Massera, Agosti y los que siguieron.Cada vida y todas las vidas son  importantes.  Pero no olvidemos que en Argentina tuvimos 30.000 desaparecidos, quienes  también habían sido torturados.  

No olvidemos que tuvimos miles más miles de otros torturados de los cuales, algunos, pudieron seguir viviendo, marcados para siempre por el horror. Las situaciones de los países son otras. Cada uno tiene su marco de acción, su historia, su economía (llamémosla de alguna manera). Cada uno tiene sus monstruos. Pero no quiero que la memoria me traicione en estas cosas, aunque pueda olvidar lo insignificante.

Yo no olvidaré jamás a los genocidas argentinos. Como a ninguno de los que hubo (y hay) en el mundo, quienes siguieron el "ejemplo" de Franco, de Hitler.... La trascendencia internacional como genocida que -felizmente- tiene en el mundo el asesino Pinochet, es un fenómeno a estudiar y a analizar. Y es un fenómeno a estudiar por qué no es tanta la repercusión que tienen en el mundo –y aún en nuestra América-  los otros criminales, responsables del mayor genocidio del siglo pasado en América  Latina.  

Hablo de Argentina. Hablo de Videla, Massera y Agosti, como miembros de las primeras juntas dictatoriales, hablo de Luciano Benjamín Menéndez en Córdoba, del otro asesinísimo Ramón Camps… y siguen las firmas de esta galería del horror. De todo modos,  digo esto por la fuerza de la pasión, a la que no quiero quitarle la de mi conciencia. 

Quisiera agregar más información, pues –aunque mi ser es el de poeta- tengo 30 años de una trayectoria fuerte en periodismo. Entonces, desearía aportar más datos y apoyarme en informaciones más concretas. No puedo hacerlo, no tengo tiempo ahora. Tengo muchas luchas personales, y necesito terminar mi poemario donde la condición humana será exaltada como en cada respiración de mi vida. 

Develé demasiadas máscaras en mi trayectoria en los medios gráficos de más venta, en la radio, en la televisión, y con mis alumnos. 

Entonces, como periodista, soy una exiliada en mi propio país.Es el precio de nunca haber dado un paso al costado.Y no lo daré. Pensemos en esto de los genocidas argentinos, pensemos en la repercusión de Pinochet en el mundo. Sepamos las razones. Nos ha sido dada la posibilidad de la inteligencia.

Y nos ha sido dado el corazón. No podemos desoír ese regalo.  Un abrazo en la vida de todos, en el Bien, en la Bondad, en la Belleza y en la Inocencia. 

Y como ya lo he escrito, pensemos en las palabras de Tencha Allende, frente a las cenizas de su marido. 

“No son restos, dijo, son semillas”. 

Por las semillas y por la siembra, 

Cristina Castello 

http://www.cristinacastello.com 

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