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Máximo Kinast Avilés

Cien años de Santa María de Iquique

HACER RESPETAR EL “ORDEN PÚBLICO” A TODA COSTA. MATANZA DE LA ESCUELA SANTA MARÍA DE IQUIQUE (CHILE, 1907) *

Sergio Grez Toso**

El 21 de diciembre de 1907, en Iquique, puerto del extremo norte de Chile, centenares de trabajadores chilenos, peruanos y bolivianos fueron masacrados por el Ejército y la Armada chilena en las puertas de la escuela Santa María. De este modo, el gobierno oligárquico chileno ahogó en sangre la “huelga grande” de la provincia de Tarapacá, un movimiento social espontáneo, pero sustentado en organizaciones obreras que venían constituyéndose desde varios años

En la minería del salitre, de la plata, del carbón y del cobre, en las actividades portuarias, en las fábricas de Santiago, Valparaíso, Viña del Mar, Concepción y otras ciudades, se estaba formando una clase obrera que empezaba a abrazar las ideologías de redención social del socialismo y del anarquismo.

Ante la proliferación de sus huelgas y protestas, el Estado, preocupado por el mantenimiento del orden social, desde 1903 había respondido a las reivindicaciones proletarias con sucesivas masacres. La “cuestión social” ardía en Chile en vísperas del primer Centenario de su independencia nacional. La “huelga de los 18 peniques”

En un contexto global de gran prosperidad de la clase dirigente y del Estado, la devaluación monetaria había bajado el valor de cambio del peso chileno de 18 a 7 peniques de libra esterlina, encareciendo drásticamente el valor de los alimentos. No obstante la degradación de su nivel de vida y las duras condiciones de trabajo, las reivindicaciones del proletariado tarapaqueño a fines de 1907 eran más bien moderadas.

Los obreros del salitre pedían pago en dinero legal y no en fichas-salario emitidas por las compañías que sólo podían ser cambiadas por productos disponibles en las tiendas (“pulperías”) de las mismas empresas a precios más elevados que en el mercado libre; libertad de comercio para evitar esos abusos; estabilidad en los salarios utilizando como norma el equivalente de 18 peniques de libra esterlina por peso; protección en las faenas más peligrosas para evitar accidentes que causaban numerosos muertos; establecimiento de escuelas vespertinas para obreros financiadas por las empresas.

Los trabajadores de Iquique –portuarios, ferroviarios y obreros fabriles- exigían alzas de sus magros salarios a fin de compensar la pérdida de su poder de compra por la devaluación monetaria. Casi todos –pampinos e iquiqueños- coincidían en exigir el cambio a 18 peniques.

El 4 de diciembre, se declararon en huelga en Iquique más de 300 trabajadores del ferrocarril salitrero y a los pocos días hicieron lo mismo los obreros portuarios y luego los obreros de varias industrias. Pero la falta de coordinación entre los huelguistas y las concesiones de algunos empresarios erosionaban el movimiento.

La situación cambió radicalmente en pocos días. El 10 de diciembre empezaron una huelga los obreros de la salitrera de San Lorenzo y dos días más tarde, ante la negativa de la empresa de acceder a sus peticiones, un puñado de esos operarios se dirigió a la salitrera más cercana, Santa Lucía, para paralizar sus faenas. El ejemplo fue imitado y así, recorriendo el desierto más árido del mundo, los obreros extendieron su movimiento.

En los días siguientes más y más “oficinas” salitreras paralizaron sus faenas y los trabajadores concluyeron que para obtener respuesta a sus reivindicaciones debían bajar a Iquique donde se encontraban los representantes de las compañías inglesas, chilenas, alemanas, españolas e italianas que explotaban con grandes beneficios la fabulosa riqueza del nitrato arrebatada por Chile a Perú y Bolivia durante la Guerra del Pacífico (1879-1883).

Luego de marchar toda la noche, el primer grupo de unos 2.000 obreros llegó a esa ciudad al amanecer del domingo 15 de diciembre. El Intendente provisional Julio Guzmán, que reemplazaba al renunciado Carlos Eastman, dialogó con los pampinos y con los representantes patronales. Guzmán trató de convencer a los obreros del salitre que volvieran a la pampa dejando en Iquique solo a  un comité para llevar las negociaciones. Pero como los trabajadores se negaron a hacerlo mientras sus reivindicaciones no fueran satisfechas, la autoridad no tuvo más remedio que alojarlos en la escuela Domingo Santa María.

Entre tanto, miles de pampinos (algunos con sus mujeres e hijos) continuaban afluyendo en trenes y a pie a Iquique. Su presencia reanimó las huelgas de los obreros iquiqueños, que el 16 de diciembre fundieron su movimiento con el de los trabajadores del salitre constituyendo un “Comité Central de la Pampa y el Puerto Unidos”, como órgano conductor de todas las huelgas.

Ese mismo día el gobierno del Presidente Pedro Montt instruyó a las autoridades locales para que decretaran un virtual Estado de sitio e impidieran la bajada de más pampinos. Fuertes contingentes militares fueron enviados a Iquique. En una de las naves despachadas desde Valparaíso viajaron el Intendente Carlos Eastman, reasumido en su cargo, y el general de Ejército Roberto Silva Renard

Luego de su desembarco en Iquique –el 19 de diciembre- Eastman se entrevistó por separado con los líderes de la huelga y con los dirigentes de la Combinación Salitrera, organismo representativo de los capitalistas Aunque los empresarios dijeron estar dispuestos a estudiar las peticiones obreras, se negaron a discutir bajo la presión de los huelguistas porque declararon- de hacerlo en esas condiciones, “perderían el prestigio moral, el sentimiento de respeto que es la única fuerza del patrón respecto del obrero

 

La masacre

Ante el fracaso de todas sus tentativas de mediación, poco antes de las 14 hrs. del 21 de diciembre, Eastman transmitió por escrito al General Silva Renard la orden de desalojar la escuela Santa María donde se encontraban unos 5.000 huelguistas, a los que se sumaban unos 2.000 más en la Plaza Montt, reunidos en meeting permanente frente al inmueble educacional.

Ante la negativa del Comité de huelga de evacuar el lugar y dirigirse al Hipódromo, Silva Renard hizo avanzar dos ametralladoras, colocándolas frente a la escuela. Luego de media hora de infructuosas discusiones entre oficiales y dirigentes obreros, el general se retiró anunciando que haría uso de la fuerza. Solo unos doscientos trabajadores abandonaron el lugar en medio de las pifias de sus compañeros

A las 15,45 hrs. comenzó el fuego de ametralladoras seguido por nutridos tiros de fusilería. Las balas de las ametralladoras atravesaban varios cuerpos y los frágiles muros de madera de la escuela. Cientos de personas  cayeron acribilladas. Cuando cesaron los disparos, la infantería entró a la escuela descargando sus armas sobre los obreros. Los que huían eran lanceados por soldados a caballo. Después de varios minutos infernales, los detenidos -unas 6.000 a 7.000 personas- fueron arreados hacia el Hipódromo por la soldadesca que perpetró nuevos asesinatos

Aunque el gobierno reconoció solo 126 muertos y 135 heridos, la prensa obrera y diversos testigos elevaron varias veces esa cantidad. Las autoridades provinciales organizaron rápidamente el retorno de los pampinos  a sus lugares de trabajo y el gobierno central puso algunos barcos a la disposición de quienes desearan trasladarse al centro del país. Paralelamente, se decretó censura de prensa, se desató una cacería de los dirigentes obreros -especialmente anarquistas- que  habían logrado escapar y se produjeron numerosas detenciones.

La “huelga grande” de Tarapacá había sido ahogada en sangre por el Estado sin que mediara violencia alguna de parte de los trabajadores. La masacre de la escuela Santa María se recordaría como la página más negra  de la historia del movimiento obrero chileno hasta el golpe de Estado de 1973.

 

La “guerra preventiva”

¿Por qué se produjo esta matanza? El general Silva Renard justificaría su acción diciendo que convencido de  que “no era posible esperar más tiempo sin comprometer el respeto y prestigio de las autoridades y fuerza pública” había ordenado hacer fuego

Pero según se deduce de su informe al gobierno, los huelguistas no habrían representado un peligro para la seguridad pública sino, simplemente, un desafío al poder de las autoridades.

El temor a los trabajadores fue el elemento clave en el desencadenamiento de la furia represiva estatal. Así lo interpretó el diputado liberal Arturo Alessandri Palma, quien en el debate de la Cámara de Diputados sostuvo que en Iquique no se había producido ningún acto que reprimir y que la censura a la prensa decretada por el gobierno no era “sino miedo y cobardía”. Era el miedo atávico de la clase dominante chilena a la sociedad popular. Pero la masacre no fue el resultado de un pánico descontrolado.

La decisión de ametrallar a los huelguistas había sido adoptada previamente en caso de que éstos se negaran a abandonar la escuela. Como lo reconociera en la Cámara el Ministro del Interior, Rafael Sotomayor, los sucesos del 21 de diciembre "no fueron debidos a un acto de impremeditación, de culpable e inhumana ligereza. Cada una de las autoridades, en mérito de la magnitud de desgracias que podrían sobrevenir, […]  pesó muy bien sus resoluciones […]  y hubo de apelar a recursos extremos y dolorosos, pero que las difíciles circunstancias hacían, por  desgracia, inevitables”

Aunque pacífico, el desafío del movimiento obrero era intolerable para el poder civil y militar: “Había que obrar o retirarse dejando sin cumplir las órdenes de la autoridad”, declaró Silva Renard. Y agregó: “Había que derramar la sangre de algunos amotinados o dejar la ciudad entregada a la magnanimidad de los facciosos que colocan sus intereses, sus jornales, sobre los grandes intereses de la patria. Ante el dilema, las fuerzas de la Nación no vacilaron”

Se trató de una acción puntual de guerra preventiva contra los trabajadores. Más que una amenaza en si misma, la “huelga grande” tarapaqueña era un peligro latente por el mal ejemplo que podía proyectar una actitud de debilidad del Estado y los patrones.

El leiv motiv de las autoridades era el mantenimiento del orden público supuestamente amenazado por los huelguistas. El propio Ministro del Interior confesó haber instruido a las autoridades locales acerca de “la necesidad de  hacer respetar el orden público cualquiera que fuese el sacrificio que ello importara, por doloroso que fuera el procedimiento que se impusiera”

 

CONCLUSIÓN

La  matanza de la escuela Santa María de Iquique fue la expresión más cínica del orden oligárquico que reinaba en Chile a comienzos  del siglo XX. Pocas veces en la historia del país el poder se mostraría tan desnudo como en aquella oportunidad. En los años posteriores a estos sucesos el conflicto entre las clase sociales se agudizó.

Los trabajadores más avanzados comenzaron a percibir más claramente que el Estado estaba del lado de los patrones y que por eso, junto con fortalecer la autonomía y unidad de sus organizaciones sociales, debían enfrentar a la burguesía más allá del terreno laboral.

Así nacieron el Partido Obrero Socialista (1912), la anarcosindicalista Federación Obrera Regional de Chile (1913) y rama chilena de la Industrial Workers of the World (1919), de orientación igualmente anarcosindicalista.

Por su parte, la burguesía aceleró su toma de conciencia acerca de la necesidad de emplear prioritariamente las armas de la política –leyes sociales, políticas asistenciales, diálogo y cooptación- para hacer frente al movimiento obrero.

El populismo sería más eficaz para frenar la contestación social que la represión ciega. La guerra preventiva quedaría como reserva estratégica en caso de nueva necesidad. De este modo, la matanza de la escuela Santa María sirvió para que todos los actores del drama social chileno de comienzos del siglo XX rediseñaran sus estrategias para las batallas por venir.

 

* Este artículo fue publicado en diciembre de 2007 en las ediciones francesa, española, catalana,

portuguesa, noruega, alemana, suiza alemana, croata, griega, argentina, brasileña, colombiana, chilena,

italiana, japonesa y árabe de la revista Le Monde Diplomatique.

** Historiador, Director del Museo Nacional Benjamín  Vicuña Mackenna, Director del Magíster en

Historia y Ciencias Sociales de la Universidad ARCIS, profesor de l

104 AÑOS Y EL RECUERDO SIGUE VIVO 1/5

"La Matanza de la Escuela Santa María de Iquique fue una masacre cometida en Chile el 21 de diciembre de 1907"

Wikipedia: http://es.wikipedia.org/wiki/Matanza_de_la_Escuela_Santa_Mar%C3%ADa_de_Iquique

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"La Matanza de la Escuela Santa María de Iquique fue una masacre cometida en Chile el 21 de diciembre de 1907"

Wikipedia: http://es.wikipedia.org/wiki/Matanza_de_la_Escuela_Santa_Mar%C3%ADa_de_Iquique

101 AÑOS DE LA MATANZA EN LA 'ESCUELA SANTA MARÍA' DE IQUIQUE

Al cumplirse 101 años del criminal asesinato de más de 1.500 obreros por obra del 'glorioso Ejército de Chile' en cumplimiento del mandato de sus patrones ingleses, les invito a releer el artículo del sociólogo Felipe Portales 

LA PEOR MASACRE

Ese artículo ha recibido estos dos comentarios:

Autor: viviana

Tuve el honor de leer el libro Santa Maria de las Flores Negras, del escritor Hernán Rivera Letelier, antes de leer este libro lo unico que sabía acerca de la matanza ocurrida fue por Quilapayun en la "Cantata de Santa María", y el dolor que me invadio fue horrible, tenia un nudo en la garganta que me hizo llorar. No entiendo que es lo que invade a un ser humano a actuar con tanta crueldad y frialdad ante honestas personas que solo reclamaban pacificamente por lo justo. La injusticia fue enorme, el poder enceguece al hombre y los valores morales se trastocan. Aun no me explico tanta barbarie.

Fecha: 26/05/2008 13:35.

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Autor: David Maturana Céspedes

MATANZA DE LA ESCUELA SANTA MARÍA.

A fines del año 2007 se conmemoró los 100 años de la matanza obrera de la escuela Santa María de Iquique, de repente por primera vez en el siglo suscito el interés por traer a la memoria colectiva un hecho terrible, no se trata da la matanza de gatos, ni de perros, ni otro animal, sino de personas, tanto hombres, mujeres y niños, que en total suman más de 1500 personas que fueron mutilados por solicitar mejores condiciones laborales en las salitreras.

La matanza de Iquique no constituye un hecho aislado del pasado, en la actualidad existe la desigualdad social, económica, política y cultural, la que ha sido fuente y origen de múltiples conflictos sociales y políticos que se han traducido en motines, protestas, subversiones, huelgas, represiones y muertes, claro está que este acontecimiento debe ser único por la magnitud de la tragedia.

La matanza obrera de la Escuela Santa María de Iquique ocurrida en 1907 constituye uno de esos episodios violentos, frente a la desidia y postergación por parte de los empresarios salitreros, de las autoridades políticas locales y nacionales, sordas a las demandas de los trabajadores.

La huelga de los pampinos fue conocida como 'de los 18 peniques', porque el punto principal de sus demandas era el cambio a ese valor. El movimiento reivindicativo era fomentado por los trabajadores que tenían una lista de peticiones a sus derechos laborales y la clase política prefirió demostrar el poder aniquilando a los trabajadores, niños y mujeres, de esta manera se respalda las ambiciones monopólicas del magnate inglés J. T. North.

En varios artículos me he referido a la concentración de la riqueza en una pequeña elite, esta incrementa la polarización de la pobreza y la marginalidad social, que en aquellos tiempos afectada al 70% de la población, ese hecho provoca altos niveles de violencia social y el Estado reaccionó violentamente a la manifestación de la protesta de los trabajadores (as) y generó la matanza. ( Saludo a la familia del trabajador forestal muerto, saludo al conflicto mapuche, a los trabajadores contratistas de la minería y a los trabajadores(as) temporeros.)

El conflicto social como vemos es del pasado y es actual, en ambos casos los trabajadores van movilizándose por alcanzar los beneficios que corresponden y por ello deben enfrentar , no solo al poder del capital, sino que también al poder del Estado.

Necesitamos avanzar en el posicionamiento político a fin de conseguir un Estado que entregue mayores protecciones sociales y avanzar a lo menos en un modelo de económica social de mercado, condición que es lenta, quizás por eso la región tiene gobiernos de izquierda centro, ya que la derecha política no entrega un proyecto social que se haga cargo de dicha problemática y para ser sincero la concertación no ha tenido los éxitos esperados, en un momento de altos ingresos para el país.

El descontento, la desesperanza como el hastío de una vida miserable se fue apoderando de los trabajadores que vieron que sus esfuerzos asociativos en organizaciones sociales y el enfrentamiento directo con el “capital” a través de la acción directa expresada en la huelga, en la movilización callejera, dicha estrategia social y política impulsada y mantenida por el movimiento social obrero, concluye en la matanza de la escuela de Santa María de Iquique el 21 de diciembre .

En efecto, la masacre obrera de Santa María de Iquique, en la celebración de los 100 años (2007) de esta vergüenza mundial, constituye un punto de inflexión y de ruptura en la historia política de las luchas sociales, económicas y políticas del país, así una vez más el poder de unos pocos, se hizo sentir matando a la población que estaba en dicho colegio.

El año pasado intentaron desenterrar e identificar esos cuerpos rotos, destrozados cuya ayuda llegó tarde, más bien nunca llego, a pesar que se haga un memorial para recordarles, ojalá cada uno de nosotros tengamos este memorial en el alma para no volver a matar.

LA PEOR MASACRE


Por Felipe Portales

La matanza de Santa María de Iquique –cuyo centenario se conmemora el próximo sábado 21- constituye muy probablemente la peor masacre de la historia de la humanidad en tiempo de paz. Esto, por el número de víctimas fatales (que las estimaciones más confiables sitúan en cerca de 2.000); por la brevedad del tiempo en que se efectuó (alrededor de tres minutos); y por la extrema barbarie y cobardía en ametrallar hombres, mujeres y niños pacíficos e inermes.

De este modo, el democrático Malaquías Concha –quien estuvo en Iquique muy poco después de la masacre- denunció en la Cámara de Diputados que "sobre diez mil obreros inermes se disparó con ametralladoras, no por el espacio de treinta segundos, como dice el parte (del general Roberto Silva Renard), sino que esta espantosa carnicería ¡duró por lo menos tres minutos! ¡Se formaron montañas de cadáveres que llegaban hasta el techo de la Escuela Santa María! ¡Horrorícese la Cámara!"; y señaló que los sucesos de Iquique "son un estigma de vergüenza y oprobio para nuestra patria; acontecimientos que pasarán a la historia, señor vice-presidente, en condiciones más ominosas que las legendarias matanzas que nos refiere la historia de los primeros cristianos, que el legendario incendio de Roma atribuido a Nerón, que la matanza de San Bartolomé atribuida a los católicos contra los protestantes…que las matanzas que hoy mismo se llevan a cabo, en Turquía, contra los cristianos, en Rusia, contra los judíos" (Boletín de Sesiones de la Cámara; 30-12-1907).

Sin embargo, lejos de horrorizarse, la Cámara aprobó la barbarie, con sólo cuatro excepciones (además de Concha, el democrático Bonifacio Veas, el radical Daniel Espejo y el liberal Arturo Alessandri Palma). El liberal Luis Izquierdo llegó al extremo de admirar la frialdad y premeditación con que se efectuó; al decir que los oficiales que la habían ordenado "han cumplido su deber, el más amargo, el más cruel de los deberes que pueden corresponder a hombres de corazón y de honor. Y mientras no se nos pruebe –lo que no se nos probará- que ha habido de su parte imprudencia, impremeditación, arranques de cólera, algo que revele el abandono de la calma y de la serenidad, propias de la hora, debemos inclinarnos con respeto delante de ellos" (Boletín de la Cámara; 4-1-1908).

Más tarde, frente a las insistentes solicitudes de interpelación al ministro del Interior por parte de Alessandri, Concha y Veas; Izquierdo añadió la obscenidad, al plantear que "concluyamos una vez, con este asunto (de Iquique) que está demasiado fiambre" (Boletín; 6-2-1908).

A su vez, el ministro del Interior, el nacional Rafael Sotomayor, no solo justificó la matanza como "inevitable para cumplir el deber de mantener el orden y de dar garantías a las vidas y a las personas", sino que además hizo un encendido elogio de sus autores: "¿A qué conducen, pues, las expresiones ofensivas contra las autoridades que libertaron al pueblo de Iquique de los desmanes de turbas inconscientes contra la propiedad y la vida de los ciudadanos?...Ellos, impidiendo ese movimiento subversivo, han salvadp al país de una vergüenza y de futuras complicaciones internacionales…el instinto de conservación social (de los diputados críticos) debería inducirlos a elogiar y aplaudir su conducta, como un estímulo y un ejemplo digno de imitarse por parte de aquellos a quienes la sociedad ha confiado la defensa de su vida e intereses" (Boletín; 2-1-1908).

Por su parte, "El Mercurio" señaló que "es muy sensible que haya sido preciso recurrir a la fuerza para evitar la perturbación del orden público y restablecer la normalidad, y mucho más todavía que el empleo de esa fuerza haya costado la vida a numerosos individuos…el Ejecutivo no ha podido hacer otra cosa, dentro de sus obligaciones más elementales, que dar instrucciones para que el orden público fuera mantenido a cualquiera costa, a fin de que las vidas y propiedades de los habitantes de Iquique, nacionales y extranjeros, estuvieran perfectamente garantidas. Esto es tan elemental que apenas se comprende que haya gentes que discutan el punto" ("El Mercurio"; 28-12-1907).

Poco después, el mismo diario, frente a una amenaza de huelga general destinada –entre otras cosas- a "obtener del poder público la separación y castigo del general Silva Renard y del Intendente de Tarapacá (Carlos Eastman)" se preguntaba: "¿Cómo podría el Gobierno acceder a un castigo de funcionarios que han cumplido su deber?" ("El Mercurio"; 4-1-1908).

Al constatar esta mentalidad se hace plenamente comprensible la promoción y el apoyo de la derecha chilena a una dictadura que –en aras de la conservación de sus privilegios sociales- desarrolló una política sistemática de terrorismo de Estado que se tradujo en decenas de miles de desapariciones forzadas, ejecuciones extrajudiciales y torturas.



*Felipe Portales, sociólogo