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Máximo Kinast Avilés

¿DONDE ESTA EL ESTADO?

Luis Casado – 03/03/2012

 

   

Las instituciones funcionan” decía Ricardo Lagos, celoso guardián de la Constitución ilegítima y espuria, como una especie de mantra que debía protegerle de la evidencia: esto no es un Estado de derecho sino un territorio ocupado en el que vive un pueblo sometido.

 

¿Ocupado por quién? David Rothkopf lo deja claro cuando cuenta su paso por Chile: “Uno de mis amigos, que pertenece a la elite local, me dijo un día que Chile no es realmente un país sino un Club privado. Sólo algunas familias son miembros de ese Club privado, los Angelini, los Matte, Piñera, Luksic, Saieh, Claro, Edwards y unos cuantos otros.”(Superclass: The Global Power Elite and the World they are Making – Farrar, Strauss and Giroux – March 18, 2008).

 

Elogiado por Thomas Friedman en The New York Times, el texto tiene perlas como esta: “Las lecciones de los Chicago boys se transformaron en objeto de culto en Chile. Aunque el país es mayoritariamente católico, se arrodilla al pie del altar del Consenso de Washington…” “…las desigualdades sociales son de una amplitud inédita en el curso de su historia moderna (…) La separación entre ricos y pobres es peor hoy en día que en el tiempo de Pinochet” (sic).

 

En cuanto al pueblo sometido, éste participa muy poco en nada, consagrando periódicamente los candidatos que le propone una costra política parasitaria. Al proponerle participar en sus elecciones “primarias”, los partidos políticos parten reconociendo que no tienen ni credibilidad ni legitimidad para designar un candidato.

 

Si el programa lo redacta una empresa privada que llaman “think tank”, el candidato lo fabrican las agencias de comunicación y marketing. Como todo producto de consumo masivo el candidato debe pasar la prueba de los “focus group”, someterse a un concurso de adecuación a la “demanda” cuyas expectativas habrá que colmar con una “oferta” apropiada. Las instituciones… ¿funcionan?

 

La brutalidad y el crimen, métodos recientes, le cedieron el paso a los dulces procedimientos que Ciro, rey de los persas, utilizó con los Lidios: “El ardid de los tiranos que consiste en embrutecer a sus vasallos nunca fue tan evidente como en la conducta de Ciro hacia los Lidios después de que se apoderase de su capital y tomase cautivo a  Creso, su riquísimo rey. Le llevaron la noticia de que los habitantes de Sardes se habían rebelado. No hubiese tardado en someterles a la obediencia. Pero no queriendo saquear una ciudad tan bella ni verse obligado a mantener allí un ejército para dominarla, se le ocurrió un método admirable para asegurarse de su posesión.  Implantó burdeles, tabernas y juegos públicos, y luego publicó un mandato que obligaba a los ciudadanos a asistir a ellos. Los resultados fueron tan satisfactorios que nunca más tuvo que sacar la espada contra los Lidios. (Discurso de la Servidumbre Voluntaria – Étienne de la Boétie - 1547)

 

Televisión basura, festivales, farándula, danza del caño, pelotas, prensa amarilla, rankingsraitings y shows han remplazado ventajosamente los burdeles, las tabernas y los juegos públicos: sin embargo el resultado es el mismo: “Las instituciones funcionan.

 

Pero basta que los ciudadanos de Magallanes digan no, y desaparece el aparato del Estado, o lo que queda de él. Ni alcalde, ni intendente, ni gobernador, ni concejales, ni diputado, ni senador: el pueblo magallánico se representó a sí mismo. Rodrigo Ubilla, subsecretario del Interior, sorprendido, declaró: “La interlocución está difusa.” Difusa en efecto, pero solo para la costra parasitaria. Para el pueblo que designó a sus legítimos representantes la interlocución estaba más que clara, nítida.

 

Lo mismo ocurrió con el movimiento estudiantil: diputados y senadores ignorantes e impotentes escuchaban a los dirigentes estudiantiles para aprender el oficio. Sentados frente a frente en el Parlamento estaba claro que quienes sobraban eran los parlamentarios.

 

¿Y el combate del pueblo mapuche? Un Estado ciego, sordo y mudo, reducido a su dimensión represora.

 

Ahora Aysén se levanta para reclamar derechos de una sencillez bíblica: “Si somos chilenos cabe ser tratados como chilenos. Ni más, ni menos. No hay ninguna razón para seamos penalizados por el hecho de vivir en tal o cual rincón de la larga y angosta faja de tierra”.

 

El Estado vuelve a desaparecer. Ni alcalde, ni concejales, ni intendente, ni gobernador, ni diputado, ni senador. Los habitantes de Aysén designan a los representantes que les da la gana, y ministros extremadamente transitorios, que no representan a nadie, intentan hablar en nombre del gran ausente: un Estado jibarizado que nada puede.

 

Vista la incompetencia y la impotencia… ¿por qué no dirigirse más bien al “mercado”?

O a los miembros del Club privado. A Piñera, por ejemplo. Pero no en su calidad de presidente de utilería, sino de privilegiado detentor de derechos especiales sobre la tierra y los aborígenes.

 

Porque el Estado… ¿Dónde está el Estado?

 

Louis Casado

Editor de Politika

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