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Máximo Kinast Avilés

EX SOLDADOS CHILENOS ADMITEN QUE MATARON OBLIGADOS POR OFICIALES

pOR EVA VERGARA

THE ASSOCIATED PRESS. 01.11.09

 

SANTIAGO DE CHILE -- "Me hicieron torturar, yo soy un torturador", reconoció el domingo a la AP el ex soldado Jorge Acevedo, que como muchos jóvenes de 18 años se vieron involucrados en el cruento golpe de estado que el general Augusto Pinochet lideró en 1973.

La admisión de culpas de Acevedo fue producto de la exhortación que hizo a centenares de ex soldados Fernando Mellado, presidente de la Agrupación de Ex Conscriptos de 1973 de Santiago, para que entreguen información sobre los crímenes de la dictadura y el paradero de los caso 1.200 detenidos-desaparecidos, según cifras oficiales.

"Me hicieron torturar, yo soy un torturador porque me amenazaron que si no torturaba, me iban a matar", declaró.

"Me mandaban los superiores con gente muerta al hombro hasta cierta parte del campo de prisioneros de Cerro Chena (a la salida sur de Santiago). Por la mañana veíamos con anteojos de larga vista que los recogían, metidos en sacos paperos, y los tiraban a los camiones que se los llevaban", agregó.

Hombres con historias de crueldad parecidas a las de Acevedo se reunieron a un par de cuadras de la sede de gobierno y del edificio de las fuerzas armadas.

Tienen la esperanza de que se les devuelva lo que sienten que les quitaron: parte de sus ínfimos sueldos que debía contribuir a sus pensiones de vejez, pero que desapareció.

Mellado les informó de las hasta ahora inútiles gestiones para que les devuelvan ese dinero y para que les brinden atención de salud, especialmente mental, a centenares ex reclutas que sufren problemas psiquiátricos por las vivencias que enfrentaron cuando los obligaron a participar en la sublevación militar.

"Maltraté a mi esposa, a mi hijo. No me di cuenta como había quedado: violento y alcohólico", agregó Acevedo a la AP.

Tenían apenas 18 años, eran menores de edad, y se le entregó un fusil de guerra y los mandaron a cuidar, torturar o asesinar prisioneros.

Mellado les contó que recientemente varios diputados los trataron de asesinos y torturadores cuando acudieron a ellos para exponerles sus problemas, porque no entendieron que "fuimos utilizados y obligados a ser testigos" de hechos atroces.

Para demostrarles que no lo son, los exhortó a entregar, por ahora en forma anónima, la información que pueden poseer sobre los crímenes de la dictadura (1973-1990) y, especialmente, donde hay fosas clandestinas con desaparecidos.

Acevedo reconoció que varias personas murieron mientras él les aplicaba corriente.

No sabe dónde están los muertos, pero especula que quizás usaron unas minas que había en el mismo recinto del campo de prisioneros.

La mayoría reconoce que no ha hablado por temor a que los puedan detener y procesar.

Una de las excepciones es el ex recluta Jaime Jurado, que dijo a la AP que ha entregado informes a activistas de derechos humanos.

Participó en la "caravana de la muerte", una comitiva militar que por orden de Pinochet, según indagaciones judiciales, recorrió el país en helicópteros agilizando consejos de guerra, lo que se tradujo en el asesinato y desaparecimiento de casi un centenar de opositores, incluso de algunos que estaban ya condenados a dos meses de cárcel.

"Yo anduve en el (helicóptero) Puma 253, fuimos a Futrono (en el sur) y el primer día fuimos a recorrer el pueblo porque nos habían dicho que había unos ex GAP (Grupo de Amigos Personales del derrocado presidente Salvador Allende)", contó Jurado.

Agregó que "ellos se entregaron, los llevamos al campamento y un oficial, delante de nosotros, le pega un balazo en la cabeza. Al otro lo fusilaron en el patio".

Jurado también estuvo en la Escuela de Paracaidistas de Peldehue, a la salida norte de la ciudad. "Atrás en el polígono había cualquier cadáver, adentro de la Escuela".

En los terrenos del ejército en Peldehue se han ubicado un par de decenas de cadáveres, algunos de personas que estuvieron con Allende el 11 de septiembre de 1973, minutos antes que se suicidará para no caer en las manos de los militares.

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