Blogia
Máximo Kinast Avilés

STORYTELLING (LA MODA EN POLÍTICA)

A continuación adjuntamos un artículo publicado en Le Monde Diplomatique en diciembre de 2007, pero que cobra actualidad por la campaña electoral en la que muchos candidatos utilizan el “storytelling”, cuentan historias más que levantar programas; mucho marketing y pocas ideas… En la edición de LMD de noviembre, que sale este viernes 6 a quioscos, va también una reseña sobre el libro STORYTELLING del mismo autor) Inventar la realidad – Contar Historias- “Storytelling”


La estrategia de Sheherazade

por Christian Salmon*


Contar historias fabulosas, siempre reductibles a una lucha del bien contra el mal, para hacer olvidar una política condenada, ésa sería la estrategia de Sheherazade del presidente de Estados Unidos George W. Bush.. Su impopularidad se profundiza tanto que tiene una gran necesidad de fábulas, y una preocupación permanente por la puesta en escena, para la cual el Pentágono cuenta con la colaboración de Hollywood. El ex asesor presidencial Karl Rove encarna de manera elocuente esta “realpolitik de la ficción”.

En un artículo del New York Times publicado unos días antes de la elección presidencial de 2004, Ron Suskind, que de 1993 a 2000 fue editorialista del Wall Street Journal y desde 2000 autor de varias investigaciones sobre la comunicación de la Casa Blanca, reveló los términos de una conversación que había mantenido, durante el verano de 2002, con un asesor de George W. Bush: “Me dijo que las personas como yo formábamos parte de ese grupo de tipos ‘pertenecientes a lo que nosotros llamamos la comunidad basada en la realidad (the reality-based community): ustedes creen que las soluciones surgen de su juicioso análisis de la realidad observable’. Yo asentí y murmuré algo sobre los principios de las Luces y el empirismo. Pero él me interrumpió: ‘El mundo ya no funciona en realidad de esa manera. Ahora somos un imperio, prosiguió, y cuando actuamos, creamos nuestra propia realidad. Y mientras ustedes estudian esa realidad criteriosamente, como desean hacerlo, nosotros volvemos a actuar y creamos otras realidades nuevas, que ustedes también pueden estudiar; y así es como pasan las cosas. Nosotros somos los actores de la historia. (…) Y a ustedes, a todos ustedes, no les queda otra cosa que estudiar lo que nosotros hacemos’” (1).

El artículo de Suskind, calificado por The New York Times como “primicia intelectual”, causó sensación. Los editorialistas y los bloggers se apropiaron de la expresión “reality-based community”, que se expandió en la web, donde el motor de búsquedas Google contabilizaba, en julio de 2007, más de un millón de menciones. La enciclopedia Wikipedia abrió una página dedicada a ella. Según Jay Rosen, profesor de periodismo de la Universidad de Nueva York, “muchas personas de izquierda retomaron ese término, autodesignándose en sus blogs como ‘dignos miembros de la comunidad basada en la realidad’, mientras la derecha se burlaba: ‘¿Ellos son reality-based? OK, ¡súper!’” (2).

Estas palabras, que sin ninguna duda fueron pronunciadas por Karl Rove unos meses antes de la guerra de Irak, no sólo son cínicas y dignas de un Maquiavelo mediólogo: parecen provenir más bien de un escenario teatral que de una oficina de la Casa Blanca. No se contentan con renovar los viejos dilemas que agitan desde siempre a las cancillerías, oponiendo a pragmáticos e idealistas, realistas y moralistas, pacifistas y belicistas o, en ese año 2002, a defensores del derecho internacional y partidarios de recurrir a la fuerza. Muestran una nueva concepción de las relaciones entre la política y la realidad (3). Los dirigentes de la primera potencia mundial no sólo se alejan de la real politik, sino también del simple realismo, para convertirse en creadores de su propia realidad, dueños de las apariencias, reivindicando lo que podría llamarse una real politik de la ficción.

“Fantástico, como de teatro”


La invasión estadounidense a Irak, en marzo de 2003, brindó una ilustración espectacular de la voluntad de la Casa Blanca de “crear su propia realidad”. En esa ocasión los servicios del Pentágono, preocupados por no repetir los errores de la primera Guerra del Golfo en 1991, pusieron un cuidado especial en su estrategia de comunicación. Además de los quinientos periodistas embedded (integrados en una unidad del ejército estadounidense) de los cuales tanto se habló, otorgaron especial atención a la concepción de la sala de prensa del cuartel general de las fuerzas estadounidenses instalado en Qatar. Era un hangar de almacenamiento reciclado –por la módica suma de un millón de dólares– en estudio de TV ultramoderno, con podio, pantallas de plasma y todo el material electrónico capaz de producir en tiempo real videos del combate, mapas, animaciones y diagramas...

La escena desde la cual el vocero del ejército de Estados Unidos, el general Tommy Franks, se dirige a los periodistas costó por sí sola 200.000 dólares y fue realizada por un diseñador que había trabajado para Disney, MGM y el programa televisivo Good Morning America. Desde 2001, la Casa Blanca había encargado a este diseñador que concibiera los decorados para las intervenciones del Presidente; una elección que no es de extrañar conociendo los vínculos entre el Pentágono y Hollywood.

Más sorprendente fue, en cambio, la decisión del Pentágono de convocar para esos trabajos de acondicionamiento a David Blaine, un… mago muy conocido en Estados Unidos por su espectáculo televisivo y sus pases de prestidigitación que le permiten liberarse de las leyes físicas, como levitar por encima del suelo o quedar encerrado durante días en una caja sin comer. Uno y otro no son incompatibles: en un libro publicado en 2002, quien se califica como el “Michael Jordan de la magia” reivindica la herencia de Robert Houdini, un legendario mago francés que, en el siglo XIX, aceptó ir a Argelia por cuenta del gobierno con el fin de ayudarlo a reprimir un levantamiento, demostrando así que su magia era superior a la de los rebeldes (4). Se ignora si era eso mismo lo que el Pentágono esperaba de él, pero su convocatoria y su expedición a Qatar sugieren que se hizo uso de sus talentos de ilusionista para algunos trucos o efectos especiales… Scott Sforza, un ex productor de ABC que trabajaba para el aparato de propaganda republicana, creó los numerosos segundos planos sobre los cuales Bush hizo sus declaraciones más importantes durante sus dos mandatos.

El 1 de mayo de 2003 fue él quien puso en escena el discurso de Bush en el portaaviones Abraham Lincoln, frente a un estandarte con la inscripción “Mission Accomplished” (misión cumplida): “Las grandes operaciones de combate en Irak han concluido. En la batalla de Irak, ganaron Estados Unidos y nuestros aliados”. Pero la puesta en escena no terminaba allí. El Presidente aterrizó en el portaaviones a bordo de un avión caza rebautizado para la ocasión Navy One, que llevaba la inscripción: “George Bush, comandante en jefe”. Vestido con uniforme de aviador, se lo vio salir de la cabina con el casco en la mano, como si volviera de una misión, en una deslumbrante remake de Top Gun, la película de Jerry Bruckheimer, un director familiarizado con las operaciones conjuntas Hollywood-Pentágono, que producía un programa de tele-realidad sobre la guerra de Afganistán, Profiles from the Front Line.

Como informa Frank Rich, no se equivocó el comentarista de Fox News, quien agregó a guisa de cumplido: “Fue fantástico, como de teatro”. David Broker, del Washington Post, quedó subyugado por lo que llamó la “postura física” del Presidente (5). Sforza debió preparar cuidadosamente la escena para que no se percibiera en el horizonte a San Diego, ubicado a unos sesenta kilómetros, cuando se suponía que el portaaviones estaba en alta mar, en la zona de combate.

“Soy Moby Dick”


Pero nunca fue tan explícito el encuadre de un discurso presidencial como el 15 de agosto de 2002, cuando el Presidente de Estados Unidos se expresó solemnemente sobre la “seguridad nacional” ante el célebre acantilado de Mount Rushmore, donde están esculpidos los rostros de George Washington, Thomas Jefferson, Theodore Roosevelt y Abraham Lincoln. Durante su discurso, las cámaras de televisión fueron colocadas en un ángulo que permitía filmar a George W. Bush de perfil, con su rostro superponiéndose al de sus ilustres predecesores…

El mismo tipo de procedimiento se utilizó en ocasión del discurso que Bush pronunció para el primer aniversario de los atentados del 11 de septiembre de 2001, con el fin de preparar a la opinión estadounidense para la invasión de Irak, magnificando el “gran combate que desafía a nuestra potencia y, más todavía, a nuestra determinación”. Sforza alquiló tres pontones para llevar todo el equipo presidencial hasta el pie de la Estatua de la Libertad, a la que había decidido iluminar desde abajo hacia arriba, mediante poderosos proyectores. Eligió los ángulos de toma de las cámaras de manera tal que la estatua fuera visible en el fondo durante el discurso. Frank Rich menciona en este sentido el punto de vista de un especialista, Michael Deaver, que en 1980 puso en escena la declaración de la candidatura de Ronald Reagan, eligiendo también como fondo la Estatua de la Libertad: “Comprenden la imagen como nadie antes que ellos. Comprendieron que lo que hay alrededor de la cabeza es tan importante como la cabeza misma” (6).

Lo que hay alrededor de la cabeza es precisamente lo que transforma a una imagen en leyenda: “Misión cumplida”, los padres fundadores, la Estatua de la Libertad… La imagen se inscribe en el tiempo para convertirse en una story. Pero también es necesario que entre en resonancia con el espectador, es decir, hacer que dialoguen dos instantes de la historia, el que está representado en la imagen y el momento real de la recepción. Esta resonancia es la que produce la emoción buscada. Y para los estadounidenses, en 2002, ninguna otra fecha podía tener un peso emocional más grande que un discurso sobre la guerra en ocasión del primer aniversario del 11 de septiembre. Además, el país acababa de volver de vacaciones, dispuesto a concentrarse en temas de importancia prioritaria (7).

Según Ira Chernus, profesor de la Universidad de Colorado, durante los dos mandatos de Bush Karl Rove aplicó lo que califica de “estrategia de Sheherazade”: “Cuando usted vea que la política lo condena a muerte, comience a contar historias –historias tan fabulosas, tan cautivantes, tan seductoras que el rey (o, en este caso, los ciudadanos estadounidenses que en teoría gobiernan nuestro país) olvidará su condena capital–. Él (Kart Rove) juega con el sentimiento de inseguridad de los estadounidenses, que tienen la impresión de que la vida se les escapa” (8).

Algo que Rove logró muy bien en 2004 en ocasión de la reelección de Bush, al desviar la atención de los electores del balance de la guerra, convocando a los grandes mitos colectivos del imaginario estadounidense: “Karl Rove, explica Ira Chernus, apostó a que los electores quedarían hipnotizados por historias al estilo de John Wayne, con ‘hombres de veras’ combatiendo al diablo en la frontera; o, por lo menos, a una cantidad suficiente de estadounidenses como para evitar la sentencia de muerte que los electores pueden pronunciar contra un partido que nos ha llevado al desastre en Irak.

(…) Rove no deja de inventar historias de buenos y malos para uso de los candidatos republicanos (al Congreso). Se esfuerza por transformar cualquier elección en teatro moral, en un conflicto que opone el rigor moral de los republicanos a la confusión moral de los demócratas. (…) La estrategia de Sheherazade es una gran estafa, construida a partir de la ilusión de que simples historias moralizantes pueden darnos un sentimiento de seguridad, independientemente de lo que ocurra en el mundo. Rove quiere que cada voto a favor de los republicanos sea una toma de posición simbólica” (9). En agosto de 2007, coaccionado a renunciar por los miembros demócratas del Congreso, Rove anunció su decisión mediante esta confesión, que vale como una firma al pie de toda su obra: “Yo soy Moby Dick y ¡ellos me persiguen!”.

*Escritor, miembro del Centro de Investigaciones sobre las Artes y la Lengua (CRAL/CNRS).
Acaba de publicar Storytelling, la machine à fabriquer des histoires, La Découverte, París, 2007.

Traducción: Lucía Vera

NOTAS:

1 Ron Suskind, “Without a doubt: faith, certainty and the presidency of George W. Bush”, The New York Times, 17-10-04.

2 Jay Rosen, “The retreat from empiricism and Ron Suskind’s intellectual scoop”, The Huffington Post (blog), 4-7-07.

3 “Léon Tolstoï, consultant en entreprise”, Manière de voir, n° 96, “La fabrique du conformisme”,  diciembre-enero de 2007.

4 David Blaine, Mysterious Stranger. A Book of Magic, Villard Books, Nueva York, 2002.

5 Mencionado por Frank Rich, en The Greatest Story Ever Sold, Penguin Books, Nueva York, 2007.

6 Ibid.

7 Ibid.

8 Ira Chernus, “Karl Rove’s Scheherazade strategy”,  7-7-06,
www.tomdispatch.com 9 Ibid.

C.S.

1 comentario

Isabel garcía -

Espectacular, irónicamente sensato. y totalmente de acuerdo y válido para cualquier país. Muchas gracias por el aporte!!!