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Máximo Kinast Avilés

CHILE EN LA DÉCIMA BIENAL DE LA HABANA

Máximo Corvalán / Claudia Aravena / Patrick Hamilton / Bernardo Oyarzún

Por Margarita Sánchez Prieto

La Décima Bienal de La Habana ha conformado su nómina bajo el lema “Integración y resistencia en la era global”, a partir de la información acopiada en viajes de exploración y por otras vías. A tenor de este horizonte temático, el análisis del total de las obras arrojó la existencia de grandes núcleos temáticos o subtemas, los cuales guiarán la lectura del discurso curatorial.

El consumo y los efectos de la actual dinámica económica, el uso global de la alta tecnología y la incidencia de la globalización en los procesos socio-históricos, acontecimientos políticos, en la vida cultural y urbana, así como en las tensiones que experimenta la identidad en cuanto a valores, imagen, reconocimiento y sentido de pertenencia, constituyen sus líneas fundamentales. En su dialéctica local/mundial, estos contenidos trascienden las fronteras físicas nacionales, al tiempo que enuncian aspectos puntuales del devenir de los respectivos contextos.

Sin embargo, al abordar el tema con respecto a Chile, tenemos que hacer la salvedad de que la globalización no es algo experimentado sólo a través de los intercambios comerciales e informáticos foráneos o de la mentada interconexión mundial, aunque esto también es una realidad. Tras el fin de la dictadura de Augusto Pinochet en 1989, Chile inició y vive hoy un largo periodo de transición democrática, a lo largo del cual reimpulsó su economía hacia el neoliberalismo con mayor éxito que en otras naciones del subcontinente, debido al bajísimo índice de corrupción y la disciplina en el cumplimiento de la legalidad, entre otras razones.

 

Desde este modus operandi y las libertades recuperadas con los gobiernos civiles de la llamada Concertación, el país austral ha llevado a cabo un acelerado desarrollo y crecimiento económico –para algunos expertos casi cercano al de los países asiáticos – en los que se percibe una voluntad de integración al orden global y de puesta al día en cuanto a tecnología informática y a la de los medios se refiere (si bien gravámenes y
algunas concesiones derivadas de su condición de país dependiente forman parte de este escenario). Debemos agregar que esta apertura (económica) ha contribuido, a su vez, a superar su aislamiento geográfico, y a expandir y retroalimentar su cultura artística contemporánea.

Tal afán integracionista ha abierto sus territorios, y particularmente la capital, a los flujos (mercantiles e informáticos), paradigmas (urbanos, mediáticos), tecnologías y comportamientos correspondientes a ese orden importado, y ha aportado una prosperidad, ostensible en la semblanza desarrollista de la urbanizada Santiago, no exenta de contradicciones. Pecaría de simplista si en pocas palabras pretendiera resumir un proceso histórico tan complejo y deslindar dónde el momento actual las pone de manifiesto, aunque justamente el arte adelanta algunas respuestas y calza las apreciaciones generales que no deben faltar.

El drama histórico que significó la dictadura militar y el corte devastador producido en el campo de la cultura y en el proyecto social inconcluso desde 1973, operan como una mala memoria, cada vez más lejana en el tiempo, pero no olvidada. Las libertades recuperadas con la democracia corren hoy paralelas no sólo a la estratificación casi endémica de la sociedad chilena, sino a los paradigmas occidentales constantemente difundidos por los estándares globales del consumo y los medios en Chile, para menoscabo de su memoria cultural en el sentido más amplio. Y también para perjuicio de los sectores pobres segregados y de los mapuches, que ven ahora sumado a su precariedad económica el conflicto de su condición racial, por la diferencia de sus rasgos respecto al canon foráneo de belleza que difunden los medios y la publicidad.

Son sectores que habitan en los lindes de comunas de una capital que ha incrementado notablemente su cartografía y dinámica urbana, el número de universidades y los niveles de vida, aspectos todos que inciden y forman parte de la sociedad chilena, cuyas costumbres y preferencias culturales hoy conviven y se mezclan con órdenes correspondientes a un nuevo estado de cosas.

Los intelectuales y artistas están conscientes de la superposición abrupta de imaginarios, ahora cada vez más invadidos por las seducciones del mercado y sus afines, así como por los artificios de la publicidad y de la industria mediática. El cúmulo de significados que se agolpan en las vivencias de una cotidianeidad enfrentada a los retos de estos cambios acelerados, moviliza los sistemas de representación en el arte, sus poéticas y las interpretaciones conceptuales.

Algunas de estas cuestiones están presentes en las obras que exhibirá la representación chilena a la Décima Bienal de La Habana. En sus propuestas, los artistas sacan a la luz síndromes y complejidades de su realidad, así como eventos subliminales que escapan al ojo más entrenado, mediante el eficaz manejo de recursos expresivos, repertorios diversos y soportes tecnológicos. Sus trabajos denotan una actitud reflexiva y sensibilidad abierta e indagadora ante estos cambios, así como el peso que ha tenido en sus respectivos discursos la historia personal.

En este sentido podría citar a Máximo Corvalán, cuya obra está profundamente signada por su pasado sociopolítico. En la obra que presentará en la Bienal, Corvalán ha logrado reunir varios segmentos de la historia de Chile. La incorporación de la nación austral a los
tratados de libre comercio de países de varios continentes, en particular la firma de acuerdos con Estados Unidos, le inspiró una irónica alegoría acerca de las inversiones que se efectuarían en una zona del desierto de Atacama. Este amplio territorio despoblado, rico por sus yacimientos de salitre, cobre, litio y otros recursos minerales, es, al mismo tiempo, reservorio de riquezas arqueológicas prehispánicas que yacen en su subsuelo, y sitio de sepultura de los desaparecidos por la dictadura militar, escogido precisamente por su aislamiento y naturaleza hostil. La obra que presentará en la Bienal es una versión del proyecto “Free Trade Esambladura”, que exhibiera entre fines del 2005 y principios del 2006. De su original planteo retoma el dispositivo museístico del diorama, por el que nos obliga a transitar para imbuirnos de la atmósfera del lugar desértico que reproduce. En La Cabaña , suspenderá del techo el conjunto de momias y restos humanos que recuerdan a aquel sitio histórico, mientras los letreros en neón “Open” y “Welcome”, adheridos a sus esqueletos, publicitan el nuevo destino de Atacama como fuente de inversión.

Dentro de esta línea de indagación sobre la historia se encuentra la propuesta de Mario Navarro, quien desde una mirada crítica sobre la sobreacelerada modernización económica en Chile y otros países de América Latina, se ha interesado por “sacar a la luz experiencias, fallas y sucesos que permanecen sin develar bajo las estructuras modernas” (1). “Los sueños de Sttaford Beer” es un video cuya secuencia narrativa gira en torno al texto que este personaje, padre de la cibernética moderna, debe leer en la Convención de Londres, luego que el presidente Salvador Allende le encargara crear una red de
comunicación para regular el funcionamiento de la economía social a lo largo del país. El proyecto, súper avanzado para su época, se vio colapsado con la desaparición de Allende y el gobierno de la Unidad Popular. Tuvo como precedente la obra “Cybersyn”, escenificación del prototipo de habitación con sillas, de diseño ergonómico y paneles
casi computarizados, desde las cuales se aspiraba a transmitir información a las industrias chilenas y así controlar la economía nacional. El video completa la recreación de esta utopía: durante la narración en off, con intencionado acento británico para parodiar al
personaje nacido en Liverpool, vemos a Beer, en la habitación de su hotel, proyectando de manera rudimentaria “Cybersyn”. Ambas obras responden al interés de Navarro por mostrar la fragilidad de un proyecto local de alta tecnología que tenía el potencial de expandirse mundialmente, pero que quedó trunco y perdido en el tiempo.

La artista de origen palestino Claudia Aravena Abugosh incursiona en el soporte video inspirada en realidades y circunstancias que han marcado su experiencia personal: las diatribas de su origen, la migración, el sentido de pertenencia y la memoria cultural. Junto a esas líneas temáticas, en los trabajos “Berlin: been there, to be here”, “11 de Septiembre” y sobre todo “Greetings form Palestina”, emergieron otros elementos de modo reiterativo.

Uno de ellos, el miedo, la incitó a realizar una aproximación a sus causas principales, las experiencias personales y las colectivas: el miedo desatado por la guerra, el del exilio, el que produce una tiranía, el de la exclusión y el racismo, el de las catástrofes, el de la pérdida. “Fear” (Miedo), estrenado en la Bienal de Video de Santiago de Chile a fines del 2007, constituye un hito en su trayectoria. Mediante una superposición enfática de la narrativa conseguida por la simultaneidad de las proyecciones a tres canales, la artista logra impactarnos con su representación a través de imágenes del terror sobre acontecimientos reales o ficticios, extraídas de la producción cinematográfica y de los medios de masa, “los cuales fundan o crean realidades y sentido a través del discurso del miedo” (2). De este modo, su representación pasa a ser “un mecanismo de control y manipulación del sentido” (3). Al dimensionar los miedos y fobias que exacerban esta sensación, persigue al mismo tiempo develar su “aspecto construible” y los mecanismos que lo desarrollan en la sociedad contemporánea.

“Cosmética”, de Bernardo Oyarzún, conformada por un conjunto de autorretratos fotográficos de mediano y gran formato, trae a colación el conflicto que enfrenta su identidad –de fuertes rasgos mestizos– frente a los modelos mediáticos y publicitarios, y a la banalidad estereotipada de la imagen foránea, primermundista, del espectáculo. Así, desde poses que copian los gestos febriles de estrellas de ese universo y los modelos afeminados de Playboy, construye un alter ego ficticio blanqueado por la decoloración del cabello y el uso de lentes azules, para poner en evidencia lo patético de simular una identidad inexistente que busca su reconocimiento y referencialidad en una imagen que no responde a su realidad. Como diría el artista, “es un trabajo crítico del fenómeno y la cosmética de la anulación”. A través de su planteo, Oyarzún se propone develar y desmontar el sentimiento de culpa y de vergüenza étnica asociado a la transformación física de su apariencia, dado en llamar “el síndrome de Michael Jackson”.

Es sintomático el curso que ha tomado su reflexión sobre la identidad, encaminada hasta entonces al reconocimiento de su entorno originario y familia o, por el contrario, a denunciar los prejuicios y conflictos que le generan su origen étnico. Si bien “Bajo sospecha” y “Proporciones del cuerpo” constituyen ejemplo de esto último, no es
hasta las fotoperformances de “Cosmética” que se hace evidente la influencia y papel de los medios masivos y la imagen global en la intensificación de las tensiones en relación con su identidad.

Centrada de igual modo en las transformaciones y en los artificios de una cosmetización cultural, pero a nivel urbano, en particular con relación a la visualidad refractante de la arquitectura corporativa de estilo internacional que hoy puebla la zona del World Trade Center de Santiago, está la obra que Patrick Hamilton presentará en la Bienal. A
inicios de su carrera, la apariencia soft- decorativa de sus objetos tendía a confundirnos. Sin embargo, con el paso de los años, descubrimos que esta estrategia de encubrir objetos con imágenes de la publicidad, del consumo, de la arquitectura y del espectáculo, encerraba una aguda reflexión estética sobre la imposición y flujo de signos de la cultura global en el contexto chileno.

Tras experimentar con la superposición de tales imágenes en las herramientas de trabajo ofertadas en los Home Center –cuyos bordes filosos ponen de manifiesto sutiles vínculos entre “publicidad y violencia, cosmética y poder”(4)–, Hamilton extiende su conocida estrategia a referentes de su realidad, como triciclos (de cartoneros o destinados a oficios menores) y baldes de la construcción. Las cajas de luz –con imágenes recortadas del Sanhattan– sobre estos utensilios del trabajo obrero, instauran una metáfora de cómo está articulada la identidad nacional del Chile de la transición. La clara alusión al estamento social que labora con esto

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[Mensaje recortado]


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Máximo Corvalan-Pincheira
Artista Visual


www.maximocorvalan.cl

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